18 - Enero. Miércoles de la II semana del Tiempo Ordinario
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Evangelio según san Marcos 3, 1-6
Entró otra vez en la sinagoga y había allí un hombre que tenía una mano paralizada. Lo estaban observando, para ver si lo curaba en sábado y acusarlo.
Entonces le dice al hombre que tenía la mano paralizada: «Levántate y ponte ahí en medio».
Y a ellos les pregunta: «¿Qué está permitido en sábado?, ¿hacer lo bueno o lo malo?, ¿salvarle la vida a un hombre o dejarlo morir?».
Ellos callaban.
Echando en torno una mirada de ira y dolido por la dureza de su corazón, dice al hombre: «Extiende la mano».
La extendió y su mano quedó restablecida.
En
cuanto salieron, los fariseos se confabularon con los herodianos para acabar
con él.
Comentario
Son contadas las ocasiones en las
que los evangelistas dejan ver alguna reacción de enojo de Jesucristo. Él, que
es todo pureza y santidad, acogía sin ningún reparo a los pecadores que se le
acercaban, sin dar muestras de acritud o dureza. Sin embargo, parece que Jesús
simplemente perdía la paciencia con aquellos fariseos que miraban con lupa todo
lo que hacía para encontrar algún indicio de que estuviera rompiendo la ley.
¿Qué tenía el pecado de estos
fariseos para provocar la ira de Jesús? Dice el Evangelio que al Señor le dolía
“la ceguera de sus corazones”. Es el endurecimiento, la obstinación de no
querer aceptar las explicaciones sobre el sentido auténtico de la ley, lo que
tanto duele a Cristo. Se trata de una ceguera ante la acción de la misericordia
de Dios, que desborda los límites que los fariseos le querían imponer a través
de una regulación excesiva de la práctica religiosa.
Esa ira de Cristo manifestaba al
mismo tiempo su ternura: Él sufría al ver que se rechazaba el maravilloso don
de la misericordia. Por eso, no es una reacción que haga menos amable la figura
de Jesús sino, al contrario, la hace aún más atractiva. Si Cristo se siente
herido ante el rechazo del regalo de su misericordia, ¡cuánta mayor alegría le
daremos si sabemos acogerla con agradecimiento! Una alegría que se multiplica
cuando el Señor ve que nosotros aprendemos a mirar también con compasión a los
demás, sin poner condiciones a la acción de su misericordia.
Rodolfo Valdés
Fuente: Opus Dei






