¿Los ángeles tienen voluntad propia? ¿Fueron creados libres? ¿Es su inteligencia comparable a la inteligencia humana? Aquí hay cinco regalos que recibieron de Dios
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| Edwin Butter I Shutterstock |
Al
comienzo de la Creación, Dios creó en un instante una miríada de magníficos
ángeles. Al crearlos, Dios les dio la gracia de la felicidad suprema, la
inteligencia inconmensurable, una voluntad sin debilidad, un conocimiento
perfecto. Pero también les dio libertad, para que libremente pudieran
elegir servirlo y amarlo.
1. La visión beatífica
El mayor don de los ángeles es vivir cara a cara con el
Eterno. Antes
de la resurrección de Cristo, los ángeles eran los únicos habitantes del cielo,
alabando constantemente al Señor ante su Trono glorioso. Estos espíritus
puros, mientras ayudan a los hombres en la tierra, iluminándolos y guiando sus
pasos, nunca dejan de contemplar a Dios. Ciertos
pasajes bíblicos dan testimonio de esto, en particular cuando el arcángel
Gabriel visita a Zacarías y le dice «Yo soy Gabriel y estoy en la presencia de
Dios» ( Lc 1,19 )
o cuando Jesús dice «Guardaos de despreciar a uno solo de estos pequeños»,
porque os digo que sus ángeles en el cielo ven siempre el rostro de mi Padre» ( Mt 18,10 ).
2. Inteligencia
La inteligencia humana es a menudo incierta, mientras que la
inteligencia angélica se distingue por su rapidez, su prontitud y la seguridad
de sus concepciones. Los ángeles están dotados de una
inteligencia viva e intuitiva. Además, Dios no privó a los ángeles
rebeldes de la inteligencia natural que Él les había dado
cuando los había creado. Sin embargo, por su negativa, estos ángeles se apartaron
de la inteligencia divina. Por su rechazo a Dios, han
distorsionado irreparablemente el don divino. Así, «el más pequeño de los ángeles
fieles, iluminado por la inteligencia divina, supera en sabiduría al Príncipe
del Inframundo, reducido a sus propias luces«, explica Anne Bernet
en su libro Enquête
sur les anges (Artège).
3. Conocimiento
Desde el momento de su creación, Dios dio a conocer a los ángeles
la realidad de todo lo que Él creó. Los ángeles aprenden sin
esfuerzo. A diferencia del hombre que se cansa y exige
descanso, el ángel es infatigable precisamente porque está libre
del peso de la materia. Anne Bernet explica: «La memoria
humana es caprichosa, la del ángel es incapaz del más mínimo olvido. Lo
que sabe, lo sabe definitiva y perfectamente».
4. La voluntad
La voluntad humana es vacilante, mientras que la voluntad
angélica se distingue por la tenacidad de sus resoluciones. La nuestra
está sujeta a deseos, pasiones y concupiscencias, mientras que la de los
ángeles está exenta de ellas y no conoce
fluctuaciones. La voluntad del ángel es tan absoluta que
sus decisiones son irrevocables. Como lo confirmó el
Cuarto Concilio de Letrán (1215), todas las criaturas eran originalmente
buenas, incluso el diablo y los demonios que «fueron creados por Dios naturalmente
buenos». Es precisamente por su propia voluntad que han perdido su bondad
primitiva y es por sí mismos que se han vuelto irrevocablemente malos.
5. Libertad
Dios creó ángeles libres para servirlo y amarlo. Formó sus
mentes y su voluntad para elegirlo libremente, pero no los privó por completo
de la posibilidad de rechazarlo. Entonces, debido a su naturaleza
angelical, su
posibilidad de pecado era pequeña e improbable, pero la había. Anne
Bernet explica que «para
defenderlos, les había dado su gracia y su santidad, haciéndoles casi imposible
esta desgracia. Cualquier falta angélica, por tanto, sólo podía ser fruto
de un acto de voluntad monstruosamente vicioso y totalmente pensado, sopesado y
premeditado«.
Originalmente y en un instante, dice san Agustín, «fue creada la
naturaleza angélica y la gracia se derramó en los espíritus angélicos». Los ángeles
fueron creados para la dicha sobrenatural. Desde el primer
momento de su existencia, fueron puestos en condiciones para alcanzar esta
felicidad suprema, es decir, la eterna visión beatífica de Dios, de la que
también nosotros estamos llamados a participar al final de los tiempos.
Por Aline Iaschine
Fuente: Aleteia Francés






