4 - Febrero. Sábado de la IV semana del Tiempo Ordinario
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Evangelio según san Marcos 6,
30-34
Los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús, y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado.
Él les dijo: «Venid vosotros a solas a un lugar desierto a descansar un poco».
Porque eran
tantos los que iban y venían, que no encontraban tiempo ni para comer. Se
fueron en barca a solas a un lugar desierto. Muchos los vieron marcharse y
los reconocieron; entonces de todas las aldeas fueron corriendo por tierra a
aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar, Jesús vio una multitud y
se compadeció de ella, porque andaban como ovejas que no tienen pastor; y se
puso a enseñarles muchas cosas.
Comentario
Los apóstoles vuelven de la
misión encomendada por el Señor. Después de unas semanas predicando y curando a
los enfermos, podemos imaginar con qué entusiasmo le contarían al Maestro los
frutos abundantes de su trabajo. En otra ocasión, san Lucas nos dice que los
discípulos enviados por Jesús “volvieron llenos de alegría” (Lc 10,17).
Es una experiencia en la vida de
los cristianos de todos los tiempos: contemplar las maravillas, a veces escondidas,
que Dios cumple a través de esos pobres instrumentos que somos.
Jesús estaría contento de
escuchar a los apóstoles contar sus aventuras por las ciudades y los pueblos de
Palestina y, al verlos cansados, les propuso ir a descansar un poco.
Seguramente este descanso, que no
fue el único durante esos años, consistiría en un plan concreto: un paseo o una
comida especial, tal vez con un buen vino. Pero sobre todo se trataba de estar
a solas con el Señor, una tertulia con Él.
Cuenta el evangelio de Lucas que
un día Jesús “estaba haciendo oración a solas, y se encontraban con él los
discípulos” (Lc 9,18). Es una frase curiosa porque nos muestra al Señor en una
soledad compartida. Para los que buscan vivir en la presencia de Dios no existe
la completa soledad, porque siempre estamos con Él. “Venid a mí todos los
fatigados y agobiados, y yo os aliviaré” (Mt 11,28).
Y esto nos recuerda que el
verdadero descanso, necesario y a veces indispensable, no puede ser egoísta ni
solitario, porque siempre es una relación, con Dios y con los demás.
Llegados al destino de este
momento de descanso con sus apóstoles, Jesús se encuentra otra vez con la
multitud que le seguía constantemente, “se llenó de compasión por ella” y se
puso a enseñarles muchas cosas.
La breve excursión de los Doce
con el Maestro ha sido una verdadera clase sobre el estilo de vida de un
apóstol de Cristo, que según San Josemaría se manifiesta en tres “síntomas”:
“hambre de tratar al Maestro, preocupación constante por las almas y
perseverancia que nada hace desfallecer” (Camino, 934).
Giovanni Vassallo
Fuente: Opus Dei