Al hablar ayer por la mañana acerca de su reciente viaje apostólico, el Papa Francisco recordó al pueblo africano y defendió que “Dios no pone su esperanza en los grandes y poderosos, sino en los pequeños y humildes”
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| El Papa Francisco en la Audiencia General. Crédito: Daniel Ibáñez/ACI Prensa |
En la Audiencia General de este
miércoles 8 de febrero, el Papa Francisco centró su catequesis en su 40º Viaje
Apostólico a África, donde visitó la República Democrática del Congo y Sudán
del Sur desde el 31 de enero hasta el 5 de febrero.
Aseguró que con este viaje
cumplió “dos sueños”: visitar al pueblo congoleño y al sursudanés, en una
peregrinación de paz junto al arzobispo anglicano de Canterbury y al moderador
general de la Iglesia de Escocia.
Estuvo tres días en Kinshasa,
capital de la República Democrática del Congo. Al respecto, explicó que el país
“es como un diamante” y lamentó que esto “se ha convertido en motivo de
contención, de violencias, y paradójicamente de empobrecimiento para el
pueblo”.
Recordó, además, que instó a las
autoridades a perseguir la paz y también pidió dejar de “explotar a África”, al
mismo tiempo que invitó a buscar juntos la esperanza.
Allí también se encontró con “las
víctimas de la violencia en el este del país, la región que desde hace años
está desgarrada por la guerra entre grupos armados manejados por intereses
económicos y políticos”.
Escuchó “los testimonios
impactantes de algunas víctimas, especialmente mujeres, que depositaron a los
pies de la Cruz armas y otros instrumentos de muerte. Con ellos dije no a la
violencia y a la resignación, sí a la reconciliación y a la esperanza”,
señaló.
A continuación, recordó su
reunión con representantes de diferentes obras de caridad, quienes hacen
trabajo con los pobres, un trabajo que “no hace ruido, pero día tras día hace
crecer el bien común”.
Además, a los jóvenes del país
les indicó cinco caminos: la oración, la comunidad, la honestidad, el
perdón y el servicio.
El Santo Padre se detuvo también
en su encuentro con los sacerdotes, los diáconos, los consagrados y las
consagradas y los seminaristas de Kinshasa.
A ellos les exhortó “a ser
servidores del pueblo como testigos del amor de Cristo, superando tres
tentaciones: la mediocridad espiritual, la comodidad mundana y la
superficialidad”.
En este sentido, el Papa aseguró
que la mundanidad “es de los peores males que puede ocurrir a la Iglesia”.
En cuanto a la segunda parada de
su viaje, el Papa Francisco lamentó que “el proceso de reconciliación no ha
avanzado y el recién nacido Sudán del Sur es víctima de la vieja lógica del
poder y de la rivalidad, que produce guerra, violencias, refugiados y
desplazados internos”.
Aseguró que hay quien “abusa del
nombre de Dios para justificar violencias y abusos” y calificó de “vergonzoso”
que países “civilizados” sigan entregando armas a Sudán del Sur.
Recordó también los dos millones
son desplazados internos, con quienes pudo reunirse, y expuso que “en
particular me dirigí a las mujeres, que son la fuerza que puede transformar el
país; y animé a todos a ser semillas de un nuevo Sudán del Sur, sin violencia,
reconciliado y pacificado”.
“Dios no pone su esperanza en los
grandes y en los poderosos, sino en los pequeños y en los humildes”, dijo el
Santo Padre.
Por último, invitó a rezar para
que, en la República Democrática del Congo, en Sudán del Sur y en toda África
“broten semillas de su Reino de amor, de justicia y de paz”.
Por Almudena Martínez-Bordiú
Fuente: ACI Prensa






