Es posible que creas que Dios no te habla y te alerto ante esto: ¡el orgullo y la soberbia nos ensordecen ante lo que Dios nos quiere decir!
![]() |
Dominio público |
Hay muchas cosas que hacen
difícil que escuchemos la voz de Dios en nuestros corazones. Por eso, te dejo
una pequeña lista de distractores que nos alejan de escuchar lo que el Espíritu
Santo nos quiere decir.
1. El lugar puede distraernos de
oír al Espíritu Santo
Cuando quieres tener una
conversación con un amigo vas a lugares apropiados para tenerlas. Esto es lo
más normal. Busca un lugar en el que puedas escucharlo. Aunque Él habla todo el
tiempo y en todas las circunstancias, es más sencillo que lo escuches en el silencio
de tu oración, En momentos en los que te propongas escucharlo.
Si vas a
la adoración eucarística —algo que te recomiendo hacer por lo menos
una vez a la semana— dispón tu corazón para escucharlo. Confiésate, recibe la
comunión e invoca la presencia del Espíritu Santo.
Hay muchas oraciones que puedes
hacer. Lo que yo hago es repetir «ven Espíritu Santo, ven». Otra ayuda para
disponerte a escuchar es poner alguna canción en la que se pida la presencia
del Espíritu Santo. ¡Dejalo hablar!
Además, es una buena
idea tener un papel cerca por si te dan ganas de escribir alguna
inspiración.
2. Nuestra propia voz nos
confunde
Nuestra propia voz nos hace creer
que estamos solos o que podemos hacer las cosas sin Él. Déjalo hablar a
Él. No hagas planes sin Él, ¡espera! El plan que Él tiene para ti es mucho
mejor que el que tú te puedas imaginar.
Recuerda la frase «haz todo como
si dependiera de ti y después abandona todo en las manos de Dios». Cuando te
hablo de paciencia no te estoy diciendo que no hagas nada, que te acuestes y
esperes que todo te caiga del cielo.
Lo que te quiero transmitir es
que debes poner todo tu esfuerzo para conseguir lo que quieres, pero confiando
que solo será lo que Dios permita.
Por ejemplo: si quieres cambiar
de trabajo, puede que te llamen de algún lugar sin que hayas enviado tu
curriculum, aunque esto es bastante improbable. En principio, debes poner de tu
parte para enviar tu CV a diferentes lugares y confiar en que Dios abrirá las
puertas que se deben abrir y mantendrá cerradas las que no.
3. Nuestro pecado es el más
ensordecedor
Es verdad que hay momentos y
circunstancias en las que escuchar a Dios es más difícil. Lamento decírtelo,
pero en muchas ocasiones no escuchamos la voz de Dios porque le hemos dado la
espalda con nuestros pecados.
Cada vez que pecamos nos alejamos
de Él y perdemos la gracia santificante. Recuerda que la gracia es la
comunicación de Dios a nosotros. Es la fuerza por medio de la cual nos
parecemos cada vez más con Él y nos configuramos con sus deseos y voluntad para
nosotros.
Si estamos en pecado – y más en pecado
mortal -, la voz de Dios rebotará en la muralla que se ha construido al rededor
de nuestro corazón.
Para escuchar bien debes
limpiarte los oídos. Es decir: confesarte,
acercarte a la persona que te habla. Buscar espacios de oración y desear
escuchar lo que te está diciendo. Hacer un acto de humildad para que Él te
hable y tú obedezcas.
4. La desconfianza nos hace pasar
de largo lo que hemos escuchado
Confía, confía y confía. A lo
largo de mi camino en la vida de la fe, me he encontrado con personas que, por
la prisa, han tomado decisiones pensando que era lo que Dios les pedía. Y, debido
a un pobre discernimiento, se han golpeado muy duro y han llegado a pensar que
Dios los ha castigado.
¡No! Dios no nos castiga, somos
nosotros mismos que con nuestras acciones libres nos hacemos daño. Dios nos ama
y nos quiere felices. Así que tómate tu tiempo para escuchar, desea
escucharlo desde lo más profundo de tu corazón.
No tengas prisa, pero tampoco te
quedes congelado en un eterno discernimiento. Pídele a Dios que te ayude a
ver su sueño para ti y ten paz. Él te dará la gracia que necesites para
cualquier plan que Él quiera para ti.
Nunca estarás solo si te agarras
de su mano y, con la ayuda de la gracia que confieren los sacramentos, caminas
a Su lado.
5. ¡Desea escuchar al Espíritu
Santo!
Puede que esto te parezca lo más
tonto que te han dicho. Pero, si lo piensas por un instante, te darás cuenta de
que, en muchas circunstancias, lo que más dificulta escuchar lo que Dios nos
quiere decir es que deseamos hacer nuestra voluntad.
Queremos llevar las riendas de
nuestra vida sin que nada ni nadie nos diga qué tenemos que hacer o a dónde
podemos ir. Dejamos de lado a Dios que nos conoce mejor de lo que nos conocemos
y que nos quiere más de lo que nos queremos.
Él sabe mejor que cualquiera lo
que es bueno para nosotros. Pero, en muchas ocasiones, le damos la espalda y
nos dejamos llevar por la falsa idea del «yo quiero, yo puedo, yo hago» que el
mundo quiere que creamos es posible.
Para escuchar a Dios debes querer
hacerlo. Y el querer implica despejar el camino de todo lo que nos
distrae; buscar un lugar apropiado, tener nuestro corazón dispuesto y discernir, de la mano de alguien que te
acompañe, lo que te dice Aquel que te ama más de lo que cualquiera puede
amarte.
María Claudia Arboleda
Fuente: Catholic Link