8 – Marzo. Miércoles de la II semana de Cuaresma
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Evangelio
según san Mateo 20, 17-28
Mientras iba subiendo Jesús a Jerusalén, tomando aparte a los Doce, les dijo por el camino:
«Mirad, estamos subiendo a Jerusalén, y el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas, y lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles, para que se burlen de él, lo azoten y lo crucifiquen; y al tercer día resucitará».
Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos y se postró para hacerle una petición.
Él le preguntó: «¿Qué deseas?».
Ella contestó: «Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda».
Pero Jesús replicó: «No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber?».
Contestaron: «Podemos».
Él les dijo: «Mi cáliz lo beberéis; pero sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre».
Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra los dos hermanos. Y llamándolos, Jesús les dijo:
«Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los
oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre
vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre
vosotros, que sea vuestro esclavo. Igual que el Hijo del hombre no ha
venido a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos».
Comentario
En el
evangelio de hoy, la madre de Santiago y de Juan, dos de los apóstoles más
cercanos a Jesús, irrumpe con fuerza ante el Maestro. Se postra ante él y le
dirige una petición tan sencilla como atrevida: “di que estos dos hijos míos se
sienten en tu Reino, uno a tu derecha y otro a tu izquierda” (v. 21).
Aunque el
evangelista no diga nada, podemos imaginar que Señor, al escuchar esa petición,
se llenaría de ternura hacia esa mujer. La respuesta que le da parece que tiene
un punto de aspereza, pero al Señor le ha gustado el atrevimiento de esa madre
y acaba formulándole una nueva pregunta, a la que la madre –esta vez, a una con
sus hijos– le responde afirmativamente.
Jesús,
intuyendo una posible aspiración humana, le corrige, afirmando la primacía
de la voluntad de Dios y de la actitud de servicio por parte de quienes “más
arriba están”.
Hoy nos
quedamos con la valentía de esta mujer que no tuvo reparos en mostrar con
sencillez al Señor el deseo más profundo que anhelaba en su corazón. Una
petición que no era para ella, sino para sus hijos, a quienes amaba mucho más
que a ella misma.
¡Cuántas
respuestas generosas de tantos y tantas que lo han dejado todo por seguir al
Maestro se han visto precedidas y acompañadas por una apertura generosa de sus
padres para que siguieran a Jesús por donde Él les llevara!
Pablo
Erdozáin
Fuente: Opus
Dei