14.4.23

ESTA ES UNA HISTORIA DE PERSONAS QUE CAMBIAN LA VIDA DE OTRAS PERSONAS A TRAVÉS DE UN SÍMBOLO, UNA ‘X’, EN UN DOCUMENTO, LA DECLARACIÓN DE LA RENTA.

Un sencillo gesto, muy poderoso, que supone un viaje en sí mismo que comienza con una decisión libre que no perjudica a nadie y es absolutamente gratis, porque ni te cobran más ni te devuelven menos

Dominio público
Que continúa cuando marcas el campo 105 y, al hacerlo, destinas el 0,7 % de la cuota íntegra de tu declaración a la Iglesia. También puedes marcar, justo debajo, la casilla de fines sociales. Eso sí, si dejas en blanco ambas casillas, será el Estado quien decida. Por eso, tanto si eres particular como si eres gestor, no olvides o ignores poner tu ‘X’.

El recorrido continúa y esa recaudación de la casilla de la Iglesia llega a la Conferencia Episcopal Española, que la reparte por todo el territorio con mecanismos de solidaridad para que llegue a las zonas con menos recursos. Son las propias diócesis las que ponen el dinero en funcionamiento. Una ayuda efectiva y afectiva que, en 2022, hicieron posible más de ocho millones y medio de contribuyentes (84.201 marcaron por primera vez la casilla) que sumaron 320 millones de euros (37,73€ por declaración) que han permitido ayudar a millones de personas. 

Más aún cuando las necesidades sociales han aumentado en un contexto de inflación y repunte de precios como el actual. Cáritas advierte de que tres de cada diez hogares no cuentan con ingresos suficientes para vivir dignamente, lo que se traduce en miles de carritos haciendo cola en las puertas de las iglesias. En cifras: 4,8 millones de personas (el 10,5 % de la población) viven en pobreza severa en España y 13,1 millones de personas más (27,8 % de la población) están en riesgo de exclusión social.

Un sencillo gesto

«Que más de 8,5 millones de personas decidan marcar libremente la casilla de la Iglesia porque confían en su fecunda labor, siempre con una mano tendida para el que lo necesita, supone una gran satisfacción. Desde el punto de vista económico, los ingresos procedentes de la asignación tributaria suponen una media del 22 % de la financiación de las diócesis, por lo que ese sencillo gesto de marcar la casilla de la Iglesia es fundamental», señala Fernando Giménez Barriocanal, vicesecretario para Asuntos Económicos de la Conferencia Episcopal Española.

Por suerte, personas como Paloma Consuegra (54 años, limpiadora) o Tono Martín (37 años, experto en marketing digital) hacen posible, con su declaración de la renta, que el día a día de los más desfavorecidas sea menos amargo: hasta 3,8 millones de personas son ayudadas cada año por los centros caritativos de la Iglesia. «Yo marco la casilla de la Iglesia porque es una buena forma de contribuir al bien común. Nos ayuda a concienciarnos de que todos somos responsables y de que el mundo necesita a la Iglesia para descubrir el amor y la misericordia de Dios», dice este último.

Cada uno, sus motivos

Es también el caso de Blanca Marcos (28 años, ingeniera) o de Maite A. Sánchez (67 años, médica jubilada), quien lo tiene claro. «Veo muchas situaciones difíciles en el mundo que yo no puedo resolver, y la Iglesia llega a todos esos sitios donde yo no llego, como ha ocurrido recientemente ante el terremoto de Turquía y Siria». De igual manera lo interpreta María Pazos (44 años, documentalista). «Como hija de Dios y de la Iglesia, reconozco la gran labor que realiza, abriendo sus puertas y creando oportunidades a las personas que se encuentran en situación de vulnerabilidad». Una fragilidad a la que igualmente quiere poner solución José Absalón (59 años, vigilante de seguridad). «Yo marco la ‘X’ en mi declaración porque la Iglesia acompaña a las personas en todas las etapas de la vida, desde el mismo momento de la concepción hasta la muerte natural. Es una apuesta por la dignidad de todo ser humano».

El perfil de las personas que marcan la casilla de la Iglesia en su declaración es muy diverso. Cada una tiene un motivo para hacerlo. Al otro lado están los beneficiarios. «Hay personas de todo tipo y condición. A todas se les atiende sin preguntar previamente qué religión profesan y si van a misa. Para la Iglesia todo hombre tiene la dignidad de «hijo de Dios» y en el rostro del más necesitado se encarna Cristo mismo. Por eso me duele, a título personal, cuando se quiere presentar a la Iglesia con un rostro que no refleja en absoluto lo que es y lo que supone para la sociedad», matiza el vicesecretario para Asuntos Económicos de la Conferencia Episcopal Española.

Muchas historias

Gracias a esa ‘X’, Ruth consiguió salir del infierno del maltrato. «En mi caso, fueron mis amigas de la parroquia las que me escucharon y empujaron a salir». La condujeron a una asociación de mujeres maltratadas de la Iglesia. Todo cambió a partir de ese momento. «Unas muchachas maravillosas que me ayudaron económica y psicológicamente. Las llamaba a cualquier hora y ellas se ponían y se pasaban horas hablando conmigo. Si tenía dudas de abogados, cualquier cosa: ahí estaban. No sé qué hubiera hecho sin ellas. Les debo la vida», agradece la joven.

Ángela consiguió sentirse, por fin, independiente. A sus 47 años, el síndrome de Down no le impide hacer su vida en Talavera de la Reina. «Hasta hace poco estaba interna en una residencia. Pero, ahora, vivo en un piso de acogida de la Iglesia, y es otra cosa». Esto ha supuesto para ella un paso de gigante. «Encontré ese piso gracias a la Iglesia. Me ha cambiado la vida. Me han dado la oportunidad de ayudar a otras personas. Limpio, barro, friego, hago la cena… Me toca hacer de todo. Me siento más feliz y segura. ¡Y más independiente!», subraya.

Testimonios agradecidos

En su parroquia, José (55 años) ha encontrado una familia. Tenía su trabajo en la construcción. «Pero llegó el día fatídico. El del accidente. Y me cambió la vida, para siempre. Me caí de una grúa, de un tercer piso. Quedé lesionado de por vida. Mi vida se desmoronó del todo. Y, además, mi madre murió por Covid». Gracias a la labor de la Iglesia pudo salir adelante. «Vivir con mi pensión de invalidez es imposible, no llega. Si no fuera por la ayuda de la parro¬quia, del comedor social, de la Iglesia, yo no podría vivir. Me dan de comer, tengo un lugar para dormir. Me están ayudando, se lo agradezco de corazón», dice.

Son sólo tres historias anónimas, pero con nombre propio, que han sido posibles gracias a que otras personas marcaron la casilla de la Iglesia en su declaración de la renta. Personas que ayudan a personas. «Cabe recordar un dato elocuente. Y es que, tras calcular el impacto de las donaciones que recibe la Iglesia, estudios independientes han podido determinar que cada euro retorna a la sociedad multiplicado por dos y medio. La colaboración público-privada resulta esencial. Hay que seguir trabajando con altura de miras, tendiendo puentes y al servicio del bien común», anima Fernando Giménez Barriocanal.

Fuente: El Debate

 

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