27 – Abril. Jueves de la III semana de Pascua
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Evangelio según san Juan 6, 44-51
Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré en el último día.
Está escrito en los profetas: “Serán todos discípulos de Dios”. Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí. No es que alguien haya visto al Padre, a no ser el que está junto a Dios: ese ha visto al Padre.
En verdad, en verdad os digo: el que cree
tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron
en el desierto el maná y murieron; este es el pan que baja del cielo, para
que el hombre coma de él y no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del
cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi
carne por la vida del mundo».
Comentario
El Evangelio según San Juan nos ha transmitido como ningún otro
Evangelio los discursos de Jesús en los que habla de su relación con el Padre.
Estos días la liturgia nos recuerda las palabras que encontramos en el capítulo
sexto, concretamente en el Discurso del Pan de Vida. Las personas que seguían
al Señor buscaban en él la vida. Y, sí, Jesús se ofrecía como Pan de Vida, pero
de una Vida como ellos no podían imaginar. El alimento que estaba ofreciendo no
era simplemente para el cuerpo.
Con las palabras del evangelio de hoy se nos está animando a no
desistir de buscar, encontrar y amar a Jesús (cfr. Camino, 382). Para
ello, es necesaria una actitud abierta del corazón, de escucha confiada y
agradecida, que responda implicándose en un diálogo de amor con la propia
existencia. Esto es: una verdadera escucha en la que nos dejemos tocar en lo
más profundo de nuestro ser y, fruto de ello, conformemos nuestra vida según lo
recibido. Cristo nos quiere dar la mano, iluminar nuestra inteligencia,
fortalecer nuestra voluntad y acompañarnos en el camino hacia el Padre. Dios es
la fuente de la Vida, y a esa fuente nos quiere llevar. ¿Cómo lo hace?:
dejándonos ejemplo para que sigamos sus huellas (cfr. 1 P 2,21). Esto es la fe:
identificación con aquel en quien se cree.
En una de las lecturas de la Vigilia Pascual leímos estas
palabras: ¡Todos los sedientos, venid a las aguas! Y los que no tengáis
dinero, ¡venid! Comprad y comed. Venid. Comprad, sin dinero y sin nada a
cambio, vino y leche. ¿Por qué gastáis dinero en lo que no es pan, y vuestros
salarios en lo que no sacia? Escuchadme con atención y comeréis cosa buena, y
os deleitaréis con manjares substanciosos (Is 55,1-2). ¡Cuántas veces
habremos usado la palabra “saciar” sin saber realmente lo que significa estar
saciados! Porque el profeta está hablando de algo que llena y ya no se pierde.
Ahí es donde merece la pena invertir: en alimentarnos de Cristo, en convertir
toda nuestra existencia en un diálogo con él, trabajando con él, descansando
con él, cuidando las amistades con su amor, anhelando ver a un Padre cuyo
rostro solo él ha contemplado y que nos ha mostrado y nos muestra en la medida
en que le dejemos vivir en nosotros.
Juan Luis Caballero
Fuente: Opus Dei






