10 – Abril. Lunes de la Octava de Pascua
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Evangelio según Mateo 28, 8-15
Ellas se marcharon a toda prisa del sepulcro; llenas de miedo y de alegría corrieron a anunciarlo a los discípulos.
De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: «Alegraos».
Ellas se acercaron, le abrazaron los pies y se postraron ante él.
Jesús les dijo: «No temáis: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán».
Mientras las mujeres iban de camino, algunos de la guardia fueron a la ciudad y comunicaron a los sumos sacerdotes todo lo ocurrido. Ellos, reunidos con los ancianos, llegaron a un acuerdo y dieron a los soldados una fuerte suma, encargándoles: «Decid que sus discípulos fueron de noche y robaron el cuerpo mientras vosotros dormíais. Y si esto llega a oídos del gobernador, nosotros nos lo ganaremos y os sacaremos de apuros».
Ellos tomaron el dinero y obraron conforme a las instrucciones. Y
esta historia se ha ido difundiendo entre los judíos hasta hoy.
Comentario
Jesús salió al encuentro y les
dijo: Alegraos
Mientras los apóstoles, después
de la muerte de Jesús, permanecen encerrados en casa, María Magdalena y la otra
María, impulsadas por el gran amor a Jesús y sin miedo a lo que podía pasar,
van a ver el sepulcro el día primero de la semana. Allí presencian un gran
terremoto y a un ángel que removió la piedra del sepulcro y les anunció que
Jesús había resucitado. Y les pidió que se lo comunicasen a sus discípulos.
Por el camino, el mismo Jesús
“salió a su encuentro diciéndoles: Alegraos”, y les pidió que comunicasen esta
buena noticia a sus hermanos, los apóstoles.
En realidad no hacía falta que
Jesús les pidiese alegrarse. El sentimiento de alegría les brotaba desde el
fondo de su corazón. Jesús, su Maestro y Señor, el tesoro de su vida, el dueño
de su corazón, el Hijo del hombre y el Hijo de Dios, como había anunciado,
había resucitado… podían seguir relacionándose con él, podían vivir su vida en
unión con él, podían seguir disfrutando de su amistad. Con la resurrección de
Jesús, quedaba probada la verdad, la gloriosa verdad, de todo lo que les había
dicho y prometido.
Muy distinta fue la manera de
reaccionar de los guardias que guardaban el sepulcro y de los príncipes de los
sacerdotes… Amañaron la mentira de que fueron los discípulos los que robaron el
cuerpo de Jesús. Valía todo, valía la mentira, antes de aceptar que Jesús había
resucitado.
Pidamos a Jesús que siga
iluminando nuestra vida con su resurrección, con su presencia continua entre
nosotros, y dejémosle que guíe todos nuestros pasos. Nos llevará por buen
camino.
Fuente: Dominicos