En la santa misa del Domingo de Ramos el Pontífice reflexionó sobre la fe que Jesús puso en Dios, sin ceder a la desesperación, sino rezando y encomendándose al Padre
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Asimismo, el Santo Padre llamó a no olvidar la existencia de múltiples
"Cristos abandonados" en el mundo de hoy y exhortó a estar cerca de
ellos.
"Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" (Mt 27,46).
Esta es la invocación que la Liturgia nos propone en el salmo responsorial (Sal
22,2) y la única pronunciada en la cruz por Jesús en el Evangelio. En estas
palabras se condensa el centro de la homilía del Papa Francisco en la santa
misa del Domingo de Ramos, celebrada en la mañana de este 2 de abril en la
Plaza de San Pedro.
Frente a más de 60.000 fieles y peregrinos congregados en la Ciudad Eterna,
según las cifras de la Gendarmería vaticana, el Santo Padre puntualizó que la
frase de Jesús nos lleva al corazón de la pasión de Cristo, al punto culminante
de los sufrimientos que padeció para salvarnos.
El Obispo de Roma reflexionó sobre el sufrimiento de Jesús, "que fue
grande", puntualizó, y remarcó que padeció en el cuerpo, en el alma, en el
espíritu. El más lacerante sufrimiento es el del espíritu, según el Pontífice.
De hecho, Francisco hizo notar que, en la hora más trágica, Jesús experimenta
el abandono de Dios. Un acontecimiento real, un abajamiento extremo. "El
Señor -dijo- llega a sufrir por amor a nosotros, lo que nos es difícil incluso
de comprender. Ve el cielo cerrado, experimenta la amarga frontera del vivir,
el naufragio de la existencia, el derrumbamiento de toda certeza. Grita el 'por
qué' de los 'por qué'".
"Tú estás ahí, Jesús"
El Papa subrayó que el verbo "abandonar" en la Biblia es
fuerte; aparece en momentos de extremo dolor: en amores fracasados,
negados y traicionados; en hijos rechazados y abortados; en situaciones de
repudio, viudez y orfandad; en matrimonios agotados, en exclusiones que privan
de vínculos sociales, en la opresión de la injusticia y la soledad de la
enfermedad. "En fin, en las más dramáticas heridas de las relaciones.
Cristo llevó todo ello a la cruz, tomando sobre sí el pecado del mundo. Y en el
momento culminante, el Hijo unigénito y amado experimentó la situación que le
era más ajena: la lejanía de Dios".
"Esto no es un espectáculo"
El Santo Padre invitó a preguntarnos: "¿Por qué llegó a este
punto?" e inmediatamente sugirió la única respuesta: "Por nosotros".
"No hay otra respuesta. Por nosotros".
Francisco remarcó que "hoy esto no es un espectáculo" y dijo que
cada uno, escuchando el abandono de Jesús, cada uno de nosotros nos decimos:
"Por mí. Este abandono, es el precio que él pagó por mí". Es decir, Jesucristo
se hizo solidario con nosotros hasta el extremo, para no dejarnos rehenes de la
desolación y estar a nuestro lado para siempre.
"Hermano, hermana, lo hizo por ti, por mí", prosiguió Francisco,
"para que cuando tú, yo, o cualquiera se vea entre la espada y la
pared, -es feo eso de verse con la espalda contra la pared-, se ve perdido
en un callejón sin salida, sumido en el abismo del abandono, absorbido por el
torbellino del 'por qué' pueda tener esperanza. Él, por ti, por mí. No es el
final, porque Jesús ha estado allí y está ahora contigo. Él, el Padre y el
Espíritu sufrieron el alejamiento del abandono para acoger en su amor todos nuestros
distanciamientos.
"Para que cada uno de nosotros pueda decir: en mis caídas, cada uno de
nosotros ha caído muchas veces... y cada uno de nosotros pueda decir: en mis
caídas, en mi desolación, cuando me siento traicionado, o he traicionado a
otros, cuando me siento descartado o he descartado a otros, cuando me siento y
abandonado o he descartado a otros, pensamos que Él ha sido abandonado,
traicionado, descartado. Y ahí lo encontramos a Él. Cuando me siento mal y
perdido, cuando ya no puedo más, Él está conmigo, Él (está) ahí, en los mil y
tantos caprichos de los porqués, y con tantos porqués sin respuesta, Él está
ahí".
El Señor nos salva desde el interior de nuestros "por qué" y
desde ahí despliega la esperanza, que no desilusiona, observó Bergoglio, apuntando
que en la cruz, aunque se sienta abandonado completamente, no cede a la
desesperación, este es el límite, sino que reza y se encomienda. Por el
contrario, en el abandono se entrega. Y en ese abandono sigue amando a los
suyos que lo habían dejado solo
El amor de Jesús transforma los corazones de piedra en corazones de carne
El Pontífice dijo que un amor como el de Jesús, todo para nosotros, hasta
el final, es capaz de piedad, de ternura, de compasión. "Y este -sostuvo
Francisco- es el estilo de Dios: cercanía, compasión y ternura. Dios es así.
Cristo abandonado nos mueve a buscarlo y amarlo en los abandonados. Porque en
ellos no sólo están los necesitados, sino que está Él, está con ellos, Jesús
abandonado, Aquel que nos salvó bajando hasta lo más profundo de nuestra
condición humana".
Hoy hay tantos "Cristos abandonados"
El Santo Padre manifestó: "Cristo abandonado nos mueve a buscarlo y
amarlo en los abandonados. Porque en ellos no sólo están los necesitados, sino
que está Él, está con ellos, Jesús abandonado, Aquel que nos salvó descendiendo
hasta lo más profundo de nuestra condición humana. Él está con cada uno de
ellos, abandonado hasta la muerte". El Papa pensó en algunos, como la
persona en situación de calle, procedente de Alemania, que falleció en
noviembre de 2022 bajo la columnata de Bernini, "solo, abandonado".
"Y es Jesús para cada uno de nosotros. Tantos necesitan nuestra
cercanía, tantos abandonados. Yo también necesito que Jesús me acaricie y se
acerque a mí, y por eso voy a verle a los abandonados, a los solos".
El Pontífice evidenció la existencia de tantos "Cristos
abandonados" en la actualidad: pueblos enteros explotados y abandonados a
su suerte; pobres que viven en los cruces de las calles, con quienes no nos
atrevemos a cruzar la mirada; hay migrantes que ya no son rostros sino
números; hay presos rechazados, personas catalogadas como problemas.
"Pero también hay tantos cristianos invisibles, escondidos,
abandonados, que son descartados con guante blanco: niños no nacidos, ancianos
abandonados, ancianos que pueden ser tu padre, tu madre quizás, abuelo,
abuela... abandonados en geriátricos, enfermos no visitados, discapacitados
ignorados, jóvenes que sienten un gran vacío interior sin que nadie escuche
realmente su grito de dolor. Y no encuentran otro camino (que el suicidio)...
Los abandonados de hoy. Los Cristos de hoy".
Los rechazados y excluidos son íconos vivos de Cristo
Jesús abandonado -dijo el Pontífice- nos pide que tengamos ojos y corazón
para los abandonados. Y para nosotros, discípulos del Abandonado, nadie puede
ser marginado, nadie puede ser abandonado a su suerte; porque, recordémoslo,
los rechazados y excluidos son iconos vivos de Cristo, nos recuerdan su amor
loco, su abandono que nos salva de toda soledad y desolación.
El Santo Padre nos invitó a pedir la gracia de saber amar a Jesús
abandonado y saber amarlo en cada persona abandonada, de saber ver y reconocer
al Señor que todavía grita en ellos. Exhortó a no dejar que su voz se pierda en
el silencio ensordecedor de la indiferencia. Puesto que Dios no nos ha dejado
solos, Francisco nos instó a ocuparnos de los que están solos.
"Entonces, sólo entonces, haremos nuestros los deseos y sentimientos
de Aquel que por nosotros "se anonadó de sí mismo" (Flp 2,7). Se
anonadó (se anonadó) totalmente, por nosotros", finalizó el Papa.
Sebastián Sansón Ferrari - Ciudad del Vaticano
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