Ante miles de fieles reunidos en la Plaza de San Pedro en el Vaticano, el Papa Francisco afirmó que la esperanza de Dios nace y renace en los “agujeros negros” de las heridas y las decepciones de cada uno
![]() |
El Papa Francisco en la audiencia general de hoy. Crédito: Daniel Ibáñez / ACI Prensa |
Haciendo un diagnóstico sobre la
falta de esperanza en el mundo de hoy, las desilusiones, la indiferencia ante
Dios y la sensación de que la Iglesia “no es como antes”, el Papa lamentó que
“también hoy la esperanza parece a veces sellada bajo la piedra de la desconfianza”.
Tras resaltar que la cruz de
Cristo, en la que el Señor está lleno de heridas y dolor, no es el final sino
un nuevo inicio, el Santo Padre afirmó que “a esperanza de Dios brota así, nace
y renace en los agujeros negros de nuestras expectativas decepcionadas; y esta,
la esperanza verdadera, sin embargo, no decepciona nunca”.
“Pensemos precisamente en la
cruz: del terrible instrumento de tortura Dios ha realizado el mayor signo del
amor. Ese madero de muerte, convertido en árbol de vida, nos recuerda que los
inicios de Dios empiezan a menudo en nuestros finales. Así Él ama obrar
maravillas”.
¿Dónde está mi esperanza?
Luego de animar a hacerse la
pregunta sobre “¿dónde está mi esperanza?”, el Pontífice destacó que “hace
falta un poco de esperanza para ser sanados de la tristeza de la que estamos
enfermos, para ser sanados de la amargura con la que contaminamos a la Iglesia
y al mundo”.
En la cruz, continuó el Papa,
Jesús ha sido humillado y despojado de todo: “Él que tiene todo se deja privar
de todo. Pero esa humillación es el camino de la redención. Dios vence así
sobre nuestras apariencias”.
“A nosotros, de hecho, nos cuesta
ponernos al desnudo, decir la verdad: siempre tratamos de cubrir la verdad
porque no nos gusta; nos revestimos de exterioridad que buscamos y cuidamos,
con máscaras para camuflarnos y mostrarnos mejor de lo que somos. Es un poco
como la costumbre del maquillaje: maquillaje interior, parecer mejor que los
otros”.
“Y Jesús despojado de todo nos
recuerda que la esperanza renace diciendo la verdad sobre nosotros —decir
la verdad a uno mismo—, dejando caer los dobleces, liberándonos de la pacífica
convivencia con nuestras falsedades. A veces, estamos tan acostumbrados a
decirnos falsedades que convivimos con las falsedades como si fueran la verdad
y terminamos por envenenarnos con nuestras falsedades”, continuó el Santo
Padre.
Lo que hace falta; subrayó, “es
volver al corazón, a lo esencial, a una vida sencilla, despojada de tantas
cosas inútiles, que son sucedáneos de esperanza”.
“Hoy, cuando todo es complejo y
se corre el riesgo de perder el hilo, necesitamos sencillez, redescubrir el
valor de la sobriedad, el valor de la renuncia, de limpiar lo que contamina el
corazón y entristece. Cada uno de nosotros puede pensar en algo inútil de lo
que puede liberarse para reencontrarse”, prosiguió.
“¡Este es un bonito ejercicio!”,
destacó el Papa.
Las heridas pueden convertirse en
fuente de esperanza y luz
El Pontífice recordó que “también
nosotros estamos heridos: ¿quién no lo está en la vida? Y muchas veces, con
heridas escondidas que escondemos por la vergüenza. ¿Quién no lleva las
cicatrices de decisiones pasadas, de incomprensiones, de dolores que permanecen
dentro y es difícil superar? ¿Pero también de daños sufridos, de palabras
cortantes, de juicios inclementes?”.
“Dios no esconde a nuestros ojos
las heridas que le han traspasado el cuerpo y el alma. Las muestra para
hacernos ver que en Pascua se puede abrir un pasaje nuevo: hacer de las propias
heridas focos de luz”, resaltó.
“Así convierte el mal en bien,
así convierte y transforma el dolor en amor”.
El Papa Francisco explicó que, en
ese sentido, “nuestras heridas pueden convertirse en fuentes de esperanza
cuando, en lugar de compadecernos de nosotros mismos o esconderlas, enjugamos
las lágrimas de los demás; cuando, en vez de guardar rencor por lo que nos
quitan, nos preocupamos de lo que les falta a los demás; cuando, en lugar de
hurgar en nosotros mismos, nos inclinamos hacia los que sufren; cuando, en vez
de tener sed de amor por nosotros, saciamos a los que nos necesitan. Porque
sólo si dejamos de pensar en nosotros mismos, nos encontramos”.
“Este es el desafío de hoy, para
todos vosotros, para cada uno de vosotros, para cada uno de nosotros. Que el
Señor nos ayude a ir adelante”, aseguró.
Por Walter Sánchez Silva
Fuente: ACI Prensa