San José Isabel Flores es uno de los 25 mártires mexicanos de la Guerra Cristera canonizados el 21 de mayo del año 2000 por el papa san Juan Pablo II. La siguiente historia familiar tiene que ver con él
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Courtesy of Mauricio Romero |
Quiero
compartir una historia sobre uno de los mártires de la guerra cristera y sobre algunos miembros
de mi familia.
El 23 de enero del 2003, en el Hospital Civil de Guadalajara,
Manuel Orozco, mi abuelo, necesitaba una cirugía a corazón abierto y quería
recibir el sacramento de la reconciliación antes de
tener la cirugía.
Algunos familiares que estaban con él trataban de
contactar a su párroco pero no podían.
De pronto, un hombre joven vestido con
bata blanca y mascarilla entró a la sala de espera.
Mi abuela, Amparo, lo saludó diciéndole: «Cómo está, doctor?». El
hombre le respondió: «No soy médico, soy sacerdote». Luego se quitó la
mascarilla y le dijo: «Vine a confesar a Manuel».
Emoción, paz, libertad
Amparo se puso muy feliz y le besó la mano. Ella sintió una
gran emoción inexplicable. Ella lo llevó a la habitación donde
estaba Manuel y regresó a la sala de espera, donde se encontraban los otros
familiares.
Cada persona que entraba o salía de la
habitación de Manuel tenía que pasar por la sala de espera pero nunca vieron
salir a nadie.
Mientras el sacerdote estaba confesando a Manuel, uno de los
familiares que sí pudo contactar al párroco llamó por teléfono a mi tío Julián
Orozco, hijo de Manuel y Amparo, y le dijo que el párroco no podía ir.
Julián no había estado en la sala de espera, por lo que él no
sabía que de hecho si había llegado un sacerdote.
Cuando Amparo entró a visitar a Manuel unas horas después, ella le
preguntó: «¿Cómo te fue con el sacerdote?».
Él le dijo, «¿Cuál sacerdote me mandaron? Me ha dejado
con una inmensa paz. Me siento libre«.
¿Quién era ese sacerdote?
Más tarde esa noche, Manuel entró al quirófano para la cirugía de
corazón. Mientras tanto, Julián platicaba con su mamá Amparo sobre el párroco
que no pudo ir.
Todo ese tiempo, ella pensaba que el padre que había confesado a
su esposo había sido ese párroco.
Ahora había cierta confusión sobre quién era el sacerdote con quien
se había confesado Manuel.
Ellos preguntaron a los enfermeros para saber si había sido el
capellán del hospital pero les dijeron que no había sido él. La cuestión se
volvió más urgente.
Ellos realmente pensaron en el Padre José Isabel Flores
como una posibilidad porque le tenían una gran devoción.
Y al darse cuenta de que este podría haber sido el caso, quedaron
profundamente emocionados al punto de darse un abrazo.
Los milagros existen
Temprano a la mañana siguiente, después de una cirugía exitosa,
Julián fue a la habitación de Manuel para averiguar quién había sido el
sacerdote.
Le preguntó a su padre: «¿Te acuerdas del sacerdote que vino
ayer?». Manuel le respondió: «Sí, ¿cómo no me voy a acordar? Ah que padre!».
Julián entonces le explicó la confusión que había respeto a la
identidad del sacerdote. Julián le preguntó a su papá: «¿Piensas que fue el
Padre José…?».
Manuel solamente cerró sus ojos y, relajándose, suspiró
profundamente. Manuel entonces se volteó a la enfermera y le preguntó: «¿Usted cree en
los milagros?«. Ella le respondió, «Claro que sí». Manuel
siguió respirando profundamente…
Era san José Isabel Flores
Con el paso de los días, Manuel empezó a tener complicaciones.
Sufrió una neumonía y falleció el 9 de
febrero del 2003.
El funeral fue dos días después y, una vez sepultado Manuel,
Amparo regresó a su casa para buscar una foto del Padre José Isabel Flores cuando
era joven.
Cuando
la encontró, ella supo que estaba viendo la misma cara que había visto
dos semanas y media antes en el hospital. El sacerdote que había
visitado a su esposo era verdaderamente san José Isabel Flores…
Este
evento milagroso no es algo sorprendente porque se sabía que, durante su
ministerio terrenal, san José Isabel Flores «se mortificaba y sacrificaba
por sus fieles y no quería que alguien fuera a morir sin confesión…«[1]
También él
fue quien bautizó a Manuel, entonces era oportuno que fuera él quien le diera
su último sacramento. ¡Este santo sacerdote verdaderamente ha tomado
en serio su sacerdocio eterno!
[1]Congregatio Pro Causis Sanctorum,
Sobre el S. De D. José Isabel Flores, Op. Cit., p. 311.
Mauricio Romero
Fuente: Aleteia