28 – Mayo. Lunes. Bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia
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Dominio público |
Evangelio según san Juan 19,
25-34
Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo al que amaba, dijo a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo».
Luego, dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre».
Y desde aquella hora, el discípulo la recibió como algo propio. Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dijo: «Tengo sed».
Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca.
Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo: «Está cumplido». E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu.
Los judíos entonces, como era
el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el
sábado, porque aquel sábado era un día grande, pidieron a Pilato que les
quebraran las piernas y que los quitaran. Fueron los soldados, le
quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con
él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron
las piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el
costado, y al punto salió sangre y agua.
Comentario
Se bautizaron en el nombre del
Señor Jesús
Entre las diversas escenas en las
que aparece María a lo largo de los evangelios, la liturgia de hoy, en su
fiesta de Madre de la Iglesia, nos presenta dos, bien significativas.
Desde lo alto de la cruz, a punto
de morir, Jesús entrega a su madre como madre del discípulo a quien amaba.
Siempre se ha visto en este pasaje la entrega de María como Madre de
todos los seguidores de Jesús, como Madre de la Iglesia.
Pero no es un título solo
honorífico. María ejerce realmente como Madre de la Iglesia, como Madre de
todos nosotros, estando siempre dispuesta a escucharnos, a escuchar todas
nuestras palabras donde le podemos expresar las diversas situaciones y los
diversos momentos por lo que atraviesa nuestra vida. Y ella, que es medianera
de todas las gracias, está dispuesta a concedernos aquello que más necesitamos
en nuestro caminar siguiendo a su hijo.
Sabemos que María, como buena
Madre, siempre nos recordará la mejor actitud que podemos adoptar. Señalándonos
a Jesús, como en las bodas de Caná, nos dirá “haced lo que él os diga”. Y con
su presencia continua, siempre maternal, nos dará la fuerza para seguirle.
Cuando Jesús, después de muerto y
resucitado, asciende a los cielos delante de sus apóstoles, estos vuelven a la
casa donde habían estado y “perseveraban unánimes en la oración”. Y allí, con
ellos, con la inicial iglesia, estaba también María la Madre de Jesús. Esta va
a ser la actitud de María con todos nosotros, con los que formamos la iglesia.
Siempre estará a nuestro lado, como buena Madre.
Fuente: Dominicos O.P.