Décimo sexto día: Explicación de las letanías
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| Aciprensa |
Virgo potens
Virgen poderosa: María, que es la Reina de los ángeles y de
los hombres, es la soberana de todas las criaturas, y reina al costado de Aquél
que esta sentado por encima de los querubines, que mueve los cielos, que cambia
los tiempos, que manda los vientos y a las tempestades, y que altera los
elementos. Ahora bien, como todo es posible en el cielo y sobre la tierra al
Amo de la naturaleza, toda la naturaleza debe obedecer, toda la naturaleza
debe obedecer a aquella a quien él mismo estuvo sometido. Por eso, los
ángeles y los santos, que son testigos del gran poder de María, se apresuran a
rendirle los homenajes y la obediencia que le deben.
Virgo clemens
Recurran, pobres pecadores, recurran a María, cuyo trono es accesible a los desventurados, y no duden de la buena voluntad y del poder de esta Madre de clemencia, que está siempre dispuesta a recibir y que Jesús no tiene nada que rehusar a aquella por cuya intercesión hizo su primer milagro y que Él destinó para ser abogada de los pecadores.
Recurran a María, ustedes que
son sus fieles servidores, recurran a ellas con confianza; que si los grandes
pecadores encuentran en ella los auxilios que necesitan, ustedes no dejarán de
recibir los favores que ella concede, particularmente a aquellos que la aman y
que la sirven, imitando sus virtudes.
Ejemplo
Juan, Emperador de Oriente, dio una prueba sorprendente de
la devoción que tenía a las imágenes de la madre de Dios. Los escitas habían
irrumpido violentamente en la Tracia; concretando una usurpación digna de su
mala fe, se convirtieron en los amos. El Emperador, en estas circunstancias que
le hacía perder una bella provincia de su imperio, recurrió a la Reina del
cielo; y por la intercesión visible que recibió su ejército, rechazó a los
bárbaros y los puso en fuga. Entonces, lejos de ser ingrato hacia su
libertadora, quiso cederle los honores de esta victoria. Hizo colocar su
pintura sobre un carro de triunfo magníficamente tirado por cuatro caballos
blancos, montados por los príncipes de su Imperio; y él, presidiendo todo su
cortejo, iba a pie, con la cabeza descubierta, delante del carro de triunfo,
con una cruz en la mano, otorgando a María toda la gloria. Honremos, a ejemplo
de esos grandes personajes, en todas las formas que dependan de nosotros, a las
imágenes de la Reina del cielo.
Pidamos a María proteger a la Iglesia y a las familias cristianas contra nuestros enemigos
Traducido del francés por José Gálvez Krüger para ACI Prensa
Fuente: ACI Prensa






