Vigésimo quinto día: Explicación de las letanías
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Aciprensa |
Regina angelorum
Reina de los ángeles. Si se
da a María el título glorioso de Reina de los Ángeles es porque en calidad de
Madre del Creador y del soberano Señor de los cielos, sobrepasa en gloria a
todas las inteligencias celestes. Es lo que reconoce la Iglesia cuando canta,
en el día de la Ascensión de la Santa Virgen: La Santa Madre de Dios se elevó
al Reno del os cielos por encima de todos los ángeles. También los ángeles con
un afecto digno de las complacencias de Dios mismo, no dejan de
expresarle la ternura de sus sentimientos que los animan, mediante
exclamaciones de alegría y exclamaciones de alegría y de alegría en las
bendiciones que le dan.
Regina Patriarcarum
Reina de los patriarcas. Si
Noé, Abrahán y los antiguos Padres que vivieron, hasta tiempos de Moisés, son
llamados los Patriarcas del Antiguo Testamento, para que fueran los primeros
jefes de familias, donde se conservó fielmente el recuerdo de Dios: y si se
llama a San Agustín, San Benito y otros fundadores de Órdenes religiosas los
Patriarcas del Nuevo testamento, porque son los jefes y como padres de las
familias religiosas que se dedicaron especialmente al servicio de Dios, es a
justo título que se da a María la calidad de Reina de los Patriarcas, porque
siendo la Jesucristo que es el Rey de los patriarcas, el autor y consumador de
la fe, ella es por esta calidad la Reina de los Patriarcas de la antigua y de
la nueva ley.
Regina profetarum
Reina de los profetas. Si a
partir del texto del Apocalipsis, capítulo XIX, el testimonio que se rinde a
Jesucristo es el espíritu de profecía, María ¿no debe ser mirada como la Reina
de los profetas puesto que ella rindió incomparablemente un testimonio de
Jesucristo mayor que el que rindieron los profetas, porque ella lo engendró, lo
reconoció como su Dios y siguió en todos los pasos de su Pasión, hasta el pie
de la Cruz.
Ejemplo
San Francisco Javier, apóstol de
las Indias y del Japón, no se demoró en ceder a los requerimientos de la
gracia, que sintió nacer al mismo tiempo en su corazón, un tierno amor por
María y un vivo deseo de imitarlo. Con miras a honrar su pobreza, y de
afirmarse en esta virtud que miraba como indispensable para un obrero
evangélico, eligió, para prepararse, mediante un retiro de horas, para celebrar
su primera misa, un reducto abandonado que le representaba el establo de
Belén. Su amor por María fue siempre en aumento: le encomendaba todas sus
empresas; alentaba a todos a hacer lo mismo. Dios justificó su confianza, y
aprobó sensiblemente su celo concediendo a menudo milagros con solo tocar su
Rosario. Desligado de todo en la muerte tal como fue en la vida, y abandonado
por sus amigos en un río lejano, este hombre apostólico encontró su consolación
en María, no dejando de dirigirle a ella hasta su último suspiro, estas
palabras; Mostra te esse Matrem.
María, nuestra Madre es reina, invoquémosla con confianza.
Transcripción de José Gálvez Krüger para ACI Prensa
Fuente: ACI Prensa