Trigésimo día: El Ave María, el Ángelus
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Aciprensa |
Salutación angélica: Se llama Salutación angélica al Ave María, porque contiene el saludo del arcángel Gabriel a María. Esta bella oración se convirtió en las costumbres de la vida cristiana, en casi inseparable del Padre Nuestro, que Nuestro señor nos enseñó y que por ese motivo llamamos Oración Dominical. La Salutación angélica tiene dos partes: la primera se compone de las palabras del ángel y las de santa Isabel a María. Según lo destaca Santo Tomás, no era la primera vez que un ángel había sido enviado a la tierra. Abrahán y los patriarcas habían recibido la visita de esos mensajeros celestes; pero los ángeles nunca se inclinaron delante de ellos, porque por su naturaleza, el ángel es superior al hombre. Cuando Gabriel se vio delante de María, portador del gran secreto de la encarnación, descubre en ella a la reina del cielo y de la tierra, y se inclina diciendo: Salve María, llena de gracia, el Señor está contigo, y bendita tú eres entre todas las mujeres”. Santa Isabel agregó en la visita que le hizo María: “Y bendito es el fruto de tu vientre”.
La segunda parte de la salutación angélica fue compuesta por la Iglesia. María
es llamada Madre de Dios, es el título que le concedió el concilio de Éfeso,
cuando condenó la herejía de Nestorio. Se cree que fue san Cirilo de
Alejandría, de acuerdo con el concilio que presidía, quien compuso la última
parte de esta conmovedora oración: “Santa María, etc”.
Angelus: La Encarnación es don de
Dios por excelencia. La Iglesia, para reconocer y celebrar esta bendición,
estableció una fiesta que es la de la Anunciación. Pero también hizo más,
estableció una voz que recuerda sin cesar al mundo el mensaje del ángel, la
humildad de María y el abajamiento del Verbo. Es la voz de la campana, que ha
recibido esta bella y dulce misión. Los tres Ángelus de cada día serán la
expresión del reconocimiento y del amor del hombre hacia la Santísima Trinidad;
y los nueve golpes de la campana nos conducirán a la misteriosa invitación de
nueve coros angélicos, que se unen a nosotros para adorar al Verbo encarnado en
María.
Ejemplo
En Alemania, un culpable,
condenado a la pena de decapitación no quería escuchar hablar de la confesión.
Un padre jesuita empleó todos los medios para convertirlo; le rogó, le lloró,
se arrojó a sus pies; pero viendo que perdía su tiempo, le dijo: recitemos
juntos el Ave María. Una vez que el criminal lo hizo, cayeron abundantes
lágrimas de sus ojos; se confesó, penetrado de dolor, no quiso morir sin
abrazar estrechamente la imagen de María
Fuente: ACI Prensa