Vigésimo cuarto día: Explicación de las letanías
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Aciprensa |
Consolatrix afflictorum
Consoladora de los afligidos. ¿No
tenemos incontables efectos de los milagrosos efectos de la protección de
María? ¿No hay una gran cantidad de monumentos erigidos en su honor como
reconocimiento de los desventurados que auxilió? ¿Existe algún hombre que haya
reclamado su asistencia en vano? Su caridad es tan solícita que nos asiste, a
menudo, en nuestras necesidades, sin esperar que la invoquemos, un solo
pensamiento, un solo deseo de implorarla basta para que comience a asistirnos.
Auxilium christianorum
Auxilio de los cristianos. El
gratitud que los cristianos tienen a María, favorecidos en todo tiempo
con su protección, les ha inspirado llamarla su auxilio, compararla con una
torre fortificada, y mirarla como asilo seguro contra todos sus enemigos. Y la
Iglesia, aprobando este testimonio de su gratitud hacia su protección, y
considerando los poderosos auxilios que el pueblo cristiano ha recibido siempre
de la Virgen, le dirige las palabras que se lee en el capítulo IV del Cantar de
los cantares. Tu cuello es como la torre de David que está edificada con
bulevares; mil escudos cuelgan de ella, y todas las armas de los más valientes.
Ejemplo
Fue delante de una imagen de la
Santísima Virgen y merced a su protección que San Francisco de Sales obtuvo la
liberación de una pena interior, la más grande que se pueda experimentar.
Mientras estaba en su período de estudios, pensó que era un réprobo que estaría
por siempre desterrado de la vista de Dios; era como si estuviese persuadido.
Uno pude imaginar qué tormento tan cruel debía ser este pensamiento para un
alma tan cercana a Dios como la suya. Se consumía a ojos vista, enflaquecía y
palidecía enes tremo. En esa situación tan afligida, recurrió a la Santísima
Virgen; se prosternó delante de su imagen, formó estos generosos sentimientos.
“si soy tan desventurado para merecer estar siempre en la desgracia de mi Dios,
quiero al menos tener el consuelo de amarlo con todo el corazón durante mi vida
entera: sí, mi Dios, si no puedo amarte después de mi muerte, quiero amarte
doblemente mientras viva. Estando en estos pensamientos, ni bien miró la
pintura de la Madre de Gracia para interesarla en su destino, en el mismo
momento, se sintió aliviado y totalmente liberado de su pena, de suerte que su
rostro retomó los colores y su serenidad en el lugar mismo de la oración.
Hacia fines del siglo XVI, la
cristiandad estuvo amenazada por los turcos con una desolación general, y el
Papa Pío V alentó a los fieles a poner toda su confianza en María. Toda
Europa se puso a orar y se acudió de todos los lugares a Nuestra Señora de
Loreto, para implorar la asistencia de la Madre de Dios. Desde entonces el
piadoso pontífice no dudo en la victoria. Fue una de las más gloriosas y
completas. El Papa que había recibido una revelación, estaba
personalmente persuadido de que era efecto de la protección de la Santísima
Virgen, que instituyó para esta ocasión una nueva fiesta en su honor, que es la
del Rosario, e hizo agregar a las letanías la invocación: Auxilium
christianorum.
En las aflicciones y en las dificultades, recurramos a Nuestra Madre del cielo.
Fuente: ACI Prensa