Los milagros eucarísticos son muy poco frecuentes. Según el sitio oficial de la Asociación Carlo Acutis, ha habido 139 casos en la historia de la Iglesia Católica. Sólo unos pocos han sido investigados científicamente
Dominio público |
· En primer lugar, tiene que haber certeza absoluta de
la “cadena de custodia”, es decir, certificar que la hostia consagrada o la
pieza en la que se ha verificado el supuesto milagro siempre ha estado
custodiada y no se ha manipulado.
· El obispo del lugar debe declarar que sucedió algo muy
inusual.
· El mismo obispo debe convocar a un panel científico de expertos con credibilidad y pruebas.
· Las pruebas científicas deben coincidir. La hostia o
el objeto milagroso deben analizarse utilizando diferentes pruebas que lleguen
todas a la misma conclusión.
En resumen, el
panel de científicos debe concluir por unanimidad que no se han utilizado
sustancias ajenas, que la cadena de custodia (control y registro que se aplica
al material probatorio) es sólida y que no hay explicación humana de lo que
pueda haber sucedido.
El presentador
de EWTN y divulgador científico, P. Robert Spitzer, explicó al National Catholic Register los
primeros pasos.
“Lo primero es
salvaguardar la Eucaristía para que se monitoree la cadena de custodia”,
comentó.
Un Obispo
Auxiliar de Nueva York (Estados Unidos) profundizó en los otros pasos. Si el
examen preliminar indica un evento milagroso, el párroco de la iglesia donde
ocurrió el hecho se ha de comunicar con el obispo local, indicó Mons. John
Bonnici, Obispo Auxiliar de Nueva York y párroco de la iglesia Saints John
& Paul, en Larchmont.
Una vez que el
obispo es notificado, puede comenzar una investigación más formal si considera
que es justificada.
“Cuando se
trata de milagros eucarísticos, la mayoría de ellos tienen que ver con hostias
que se han convertido en carne o parecen tener sangre”, señaló Mons.
Bonnici.
Cuando el
milagro eucarístico involucra una hostia que ha cambiado radicalmente de
apariencia, se debe llamar a los científicos.
Junto al
análisis de toda la evidencia física relevante, se entrevista a testigos como
sacerdotes, sacristanes, ministros de la Eucaristía y feligreses. El equipo
científico también necesita certificar la cadena de custodia y, como se
mencionó anteriormente, que no se haya agregado conservantes a la hostia.
Una
vez recopilada y examinada toda la evidencia, el jefe del equipo científico
redacta un informe. Si la conclusión final es que lo sucedido es
científicamente inexplicable, se espera que todos los miembros del equipo den
su aprobación.
Luego
de la investigación, el obispo local convoca a una comisión teológica para
asegurarse de que nada en juego contradice la doctrina de la Iglesia, antes de
llegar a un juicio final sobre la autenticidad del presunto milagro.
Evaluación de la evidencia
Tres
de los milagros eucarísticos más conocidos y aprobados por la Iglesia
ocurrieron en Lanciano (Italia), en el año 750; en Buenos Aires (Argentina), en
1992, 1994 y 1996; y en Sokolka (Polonia), en 2008.
En estos tres
famosos casos, las pruebas científicas modernas indicaron que las hostias
consagradas se habían transformado en tejido humano.
Sin embargo,
uno de los problemas al investigar los milagros eucarísticos es que no existe
un procedimiento reconocido internacionalmente sobre cómo llevar a cabo la
parte científica de la investigación.
“El milagro
eucarístico de Lanciano fue investigado a fondo en la década de 1970 por el Dr.
Edoardo Linoli. Fue un médico italiano y profesor de anatomía y química. Pidió
muestras y documentó todas sus pruebas. De hecho, los resultados se publicaron
en una revista científica”, señaló al National Catholic Register,
Stacy Trasancos, doctora en química, autora y oradora católica sobre religión y
ciencia.
Otros milagros
eucarísticos han tenido muestras enviadas y analizadas en laboratorios, pero
sólo la investigación de Lanciano alcanzó el rigor de ser aceptada en una
revista científica.
Según el P.
Spitzer, cuando una hostia parece haberse transformado físicamente en tejido
humano real, el equipo científico debe incluir a un especialista en detección
de electrones o un analista de imágenes por computadora, así como la evaluación
de un histólogo, un patólogo y un experto en ADN. También se debe realizar un
análisis microbiológico.
“Si se
estandarizara un procedimiento [para investigaciones científicas] en todo el
mundo, sería genial. El problema es —y es el mismo problema que se tiene para
certificar los milagros de los santos— que es la diócesis donde ocurrió el
milagro la que convoca al panel científico para el análisis”, explicó.
Las diócesis en
diferentes partes del mundo no siguen un camino uniforme para investigar
científicamente los milagros, explicó el P. Spitzer.
Tanto Trasancos
como el sacerdote jesuita coincidieron en que esta situación podría remediarse
si el Vaticano decidiera especificar los procedimientos de análisis estándar
que deben llevarse a cabo cuando se investigan supuestos milagros eucarísticos.
“Tal
vez la Pontificia Academia de Ciencias, por ejemplo, podría publicar un
conjunto de buenas prácticas para investigaciones científicas, al que la gente
pueda acceder”, sugirió Trasancos.
Otro
problema con respecto a este tipo de investigaciones es que los obispos no son
científicos.
“Siempre
que hay un milagro, la gente presiona a los obispos. Algunas personas tratan de
aprovecharlos para una agenda”, lamentó Trasancos.
Los católicos
no están obligados a creer en milagros eucarísticos específicos.
“Esto no se
debe a que dudemos de que Dios pueda obrar tales milagros, sino a que nunca
podemos estar seguros de la investigación científica. La Iglesia insta a la
prudencia en la determinación de los fenómenos sobrenaturales modernos”, afirma
Trasancos en su libro “He aquí, soy
yo: Escritura, tradición y ciencia sobre la presencia real de Cristo en la
Eucaristía”, coescrito con el P. George Elliott.
Aun así, los
católicos creen que en cada Misa la hostia se transforma misteriosamente en el
Cuerpo de Jesucristo. Y los milagros eucarísticos pueden servir para recordar a
los fieles que esta creencia es realmente cierta.
“Cuando suceden
cosas como esta, es para nutrir y edificar nuestra fe. Es un regalo maravilloso
Qué maravillosa manera de alentar el avivamiento eucarístico”, agregó Mons.
Bonnici.
Traducido y
adaptado por ACI Prensa. Publicado originalmente en National Catholic Register.
Fuente: ACI Prensa