9.6.23

EVANGELIO DEL DÍA

9 – Junio. Viernes de la IX semana del Tiempo Ordinario

Misioneros digitales católicos MDC

Evangelio según san Marcos 12, 35-37

Mientras enseñaba en el templo, Jesús preguntó: 

«¿Cómo dicen los escribas que el Mesías es hijo de David? El mismo David, movido por el Espíritu Santo, dice: “Dijo el Señor a mi Señor: siéntate a mi derecha, y haré de tus enemigos estrado de tus pies”. Si el mismo David lo llama Señor, ¿cómo puede ser hijo suyo?». 

Una muchedumbre numerosa le escuchaba a gusto. 

Comentario

Ayer considerábamos la respuesta de Jesús ante una pregunta que le formulaba un escriba acerca de cuál era el primer mandamiento de la ley de Dios y cómo el Señor hacía referencia al conocido Shemá Israel unido al deber con el prójimo.

En el Evangelio de hoy, se recoge una enseñanza del Señor que supone una gran ayuda para comprender mejor el misterio de su identidad.

A lo largo del Evangelio, Jesús se ha ido revelando progresivamente a los hombres, por ejemplo, cuando San Pedro le confesó como el Mesías (cfr. Mc 8,29) o cuando el ciego Bartimeo le llamó el hijo de David misericordioso (cfr. Mc 10,47-48).

En el pasaje de hoy, Jesús enseña a sus discípulos, aunque todavía de una forma velada, que esos títulos que le atribuyen son correctos, pero todavía incompletos. Y es que es verdad que el Señor es el Mesías, el Hijo de David esperado, el enviado de Dios, pero, antes que nada,es Hijo de Dios.

Con la pregunta que formula el Señor, quiere orientarles hacia la trascendencia y hacerles caer en la cuenta de que el Mesías no era un simple hombre, sino alguien de naturaleza divina. Al decir que David escribió el salmo que les cita (cfr. Sal 109), Jesús expone el sentido mesiánico que tienen estas palabras: «dijo el Señor a mi Señor». Y es que ese segundo «Señor» es el Mesías, e implícitamente Jesús se identifica con él.

De esa manera, el carácter misteriosamente trascendente del Mesías queda expresado por la paradoja de que siendo hijo –entendido como descendiente de David–, sin embargo, éste le llama su Señor, porque no solo es hijo de David, sino que, principalmente, es el Hijo de Dios.

Pablo Erdozáin  

Fuente: Opus Dei


¡SÍGUENOS EN NUESTRAS REDES SOCIALES! 
facebook twitter