28 – Junio. Miércoles de la XII semana del Tiempo Ordinario
![]() |
| Misioneros digitales católicos MDC |
Evangelio según san Mateo 7,
15-20
Cuidado con los profetas falsos;
se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus
frutos los conoceréis. ¿Acaso se cosechan uvas de las zarzas o higos de los
cardos? Así, todo árbol sano da frutos buenos; pero el árbol dañado da
frutos malos. Un árbol sano no puede dar frutos malos, ni un árbol dañado
dar frutos buenos. El árbol que no da fruto bueno se tala y se echa al
fuego. Es decir, que por sus frutos los conoceréis.
Comentario
El Sermón de la Montaña, que tuvo
lugar en una época relativamente temprana de la vida pública de Nuestro Señor,
asombró a sus oyentes y amplió sus horizontes; fueron llamados nada menos que a
la perfección. Al final de este magnífico discurso, quedaron pasmados “porque
les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como sus escribas” (Mt 7,28). Su
palabra era segura, era definitiva; en su enseñanza no había ni una sombra de
duda o vacilación. Su mensaje era comprensible para todos, y se expresaba en su
lenguaje cotidiano. Pero al mismo tiempo era sublime, y era manifiestamente la
palabra de Dios.
El Evangelio de hoy es un buen
ejemplo de lo que impresionó tanto a la multitud. Nuestro Señor juzga a los
falsos profetas, y pronuncia la sentencia de condena sobre ellos, con su propia
autoridad: “Todo árbol que no da buen fruto se corta y se arroja al fuego” (Mt
7,19).
Es un problema perenne. Hubo
muchos profetas del Antiguo Testamento que extraviaron al pueblo, y más tarde,
en tiempos de los Padres de la Iglesia, hubo maestros aparentemente piadosos y
celosos, pero que en realidad no tenían los sentimientos de Cristo (cf. San
Jerónimo, Comm in Matth., 7). Lo mismo puede ocurrir incluso hoy en día.
En el Discurso de la Última Cena,
Jesús amplió su enseñanza anterior: “Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. El
que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto, porque sin mí no podéis
hacer nada. Si alguno no permanece en mí es arrojado fuera, como los
sarmientos, y se seca; luego los recogen, los arrojan al fuego y arden” (Jn
15,5-6).
La clave del discernimiento, por
tanto, es si el maestro difunde la caridad y la unidad, o si, por el contrario,
produce disensión y desunión -un mal fruto- en el cuerpo místico de Cristo, que
es la Iglesia. A veces se afirma que hay una dicotomía entre proclamar la
verdad, por un lado, y ser caritativo, por otro. El Señor nos dice en este
pasaje que, en realidad, la verdad y la caridad van juntas. Por tanto, el
discípulo busca la verdad en unidad con el Magisterio de la Iglesia, a través del
cual se anuncia al mundo la enseñanza de Cristo.
Andrew Soane
Fuente: Opus Dei






