21 – Junio. Miércoles. San Luís Gonzaga, religioso
Misoneros digitales católicos MDC |
Evangelio según san Mateo 6, 1-6.
16-18
Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tenéis recompensa de vuestro Padre celestial.
Por tanto, cuando hagas limosna, no mandes tocar la trompeta ante ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles para ser honrados por la gente; en verdad os digo que ya han recibido su recompensa. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Cuando
oréis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las
sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vean los hombres. En
verdad os digo que ya han recibido su recompensa. Tú, en cambio, cuando
ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo
secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo recompensará.
Cuando ayunéis, no pongáis cara
triste, como los hipócritas que desfiguran sus rostros para hacer ver a los
hombres que ayunan. En verdad os digo que ya han recibido su paga. Tú, en
cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu
ayuno lo note, no los hombres, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu
Padre, que ve en lo escondido, te recompensará.
Comentario
En el Evangelio de hoy, el Señor
nos propone tres grandes monumentos que podemos levantar en nuestra vida
cristiana: la limosna, la oración y el ayuno. Son tres maravillosas obras que
agradan a nuestro Padre que está en el cielo.
Para que estas acciones no pierdan
su valor, las hemos de realizar de cara a Dios. Dar limosna, rezar o
mortificarse solo para quedar bien o dar la impresión de que “somos personas
buenas” oscurece el brillo de una acción hermosa de por sí. Sería como poner un
velo encima de un monumento artístico o añadir una pincelada inexperta a una
pintura que ya estaba acabada.
Jesús utiliza una frase
recurrente cuando expone estas enseñanzas: tu Padre ve en lo oculto. Todos
percibimos que las buenas obras tendrían que ser reconocidas, y el Señor no niega
esa realidad. Pero nos recuerda que el mejor reconocimiento es el que viene de
Dios. Lamentablemente, los hombres podemos halagar hoy a una persona y mañana
criticarla. Pero la mirada paterna de Dios nunca cambia.
El Señor aprecia nuestra caridad,
nuestra oración y nuestros sacrificios, por más pequeños y escondidos que
parezcan. Cuando lleguemos al cielo, podremos contemplar junto a Él los
monumentos de amor que hemos levantado en nuestra vida, y nos alegraremos al
descubrir el inmenso valor que tenían ante sus ojos.
Rodolfo Valdés
Fuente: Opus Dei