16 – Junio. Viernes. Sagrado Corazón de Jesús
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Evangelio según san Mateo 11, 25-30
En aquel momento tomó la palabra Jesús y dijo:
«Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
Venid
a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi
yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y
encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y
mi carga ligera».
Comentario
Hoy celebramos en la Iglesia la
fiesta del Sagrado Corazón de Jesús. Una fiesta para honrar a nuestro Señor. El
Sagrado Corazón de Jesús es un símbolo de amor divino. El corazón de Jesús como
expresión de su entrega y amor total a los hombres.
En 1675, Jesús le dijo a Santa
Margarita María Alacoque que quería que la Fiesta del Sagrado Corazón se
celebrara el viernes después de la octava del Corpus Christi. En 1856, la
fiesta del Sagrado Corazón se convirtió en fiesta universal. San Juan Pablo II,
gran devoto del Sagrado Corazón, decía: "Esta fiesta nos recuerda el
misterio del amor de Dios por el pueblo de todos los tiempos".
La Solemnidad del Sagrado de
Corazón de Jesús tiene una significación muy honda para los cristianos. Cuando
nos referimos al corazón de una persona pensamos en sus afectos, en sus
sentimientos, en su forma de amar. Pero como nos recuerda san Josemaría,
“cuando en la Sagrada Escritura se habla del corazón, no se trata de un
sentimiento pasajero, que trae la emoción o las lágrimas. Se habla del corazón
para referirse a la persona que, como manifestó el mismo Jesucristo, se dirige
toda ella —alma y cuerpo— a lo que considera su bien: porque donde está tu
tesoro, allí estará también tu corazón”1.
Para conocer cómo es el Corazón
de Jesús, la Iglesia nos presenta hoy una oración de alabanza de Jesús al
Padre. Sus palabras nos indican como es Su corazón. Nos muestra que aquello que
más anhela es alabar al Padre y que dirige su mensaje a los más pequeños. En
contraste con los que no creen en Él, Jesús se llena de gozo por los que le
aceptan, las personas humildes, que no confían en su propia sabiduría, que no
se estiman a sí mismos por prudentes y sabios. Este pasaje se ha denominado la
joya de los Evangelios sinópticos, porque recoge la oración de Jesús, que llama
Padre a Dios, porque se nos presenta como el que conoce a Dios y que todo lo ha
recibido de Él, y porque es quien nos lo revela a los hombres, si lo recibimos
con humildad.
Su conmovedor “¡Sí, Padre!”
expresa el fondo de su corazón, su adhesión al querer del Padre, que fue un eco
del Fiat de su Madre en el momento de la concepción y que es un
preludio de lo que dirá Jesús en la agonía del Calvario, una aceptación
absoluta a los planes del Padre.
Jesús libera nuestro yugo. El
yugo era una palabra que se utilizaba para referirse a la ley de Moisés, que
con el tiempo se sobrecargó de prácticas que resultaron insoportables. Pero
Jesús reinstaura una Nueva Alianza donde atrae a través de los vínculos de
amor. Su yugo ahora es ligero, porque Él lo lleva con nosotros.
“Aprended de mí que soy manso y
humilde de corazón”, que usa también en las Bienaventuranzas y que en el
Antiguo Testamento es utilizado para el que desiste de la cólera y pone su
confianza en Dios. “¡Gracias, Jesús mío, y danos un corazón a la medida del
tuyo!”2.
Hoy es un día para adentrarnos en
el Sagrado Corazón de Jesús, para creer que su Amor es la necesidad más honda
de nuestro propio corazón. Acudamos a la intercesión de la Virgen para que no
dejemos nunca de pasmarnos frente a este misterio: que nosotros somos el tesoro
del Corazón de Dios.
[2] S. Josemaría Escrivá, Surco, n.813
Luis Miguel Bravo Álvarez
Fuente: Opus Dei