Mariana Caminos: «Me confesé... y en un segundo cayeron todas las gracias del bautismo sobre mí»
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La joven pasaría del ateísmo más fuerte... al encuentro personal con "un Dios desconocido". |
Mariana Caminos tiene 47 años, es profesora de religión y, aunque
nació en Argentina, ha vivido prácticamente todo su vida en España. Aquí pasaría del ateísmo
militante... a vivir una conversión
radical a un Dios "desconocido".
"Mis padres eran exiliados políticos argentinos y me crié en
Ibiza. Mi madre era
diputada, y con el golpe de estado se puso muy complicada la situación.
Vinimos en principio por dos años y luego ya nos quedamos", relata al canal Cambio de Agujas.
Tristeza y búsqueda de la
verdad
En el ambiente de libertad y naturaleza de la isla, Mariana iba a
vivir una infancia feliz, sin ser muy consciente de su situación familiar. "No éramos creyentes. Mi abuela era cristiana y
nos bautizaron por ella. Cosa que me sorprende, porque mi padre era muy anticlerical, nos puso bastante en
contra del cristianismo", comenta.
De hecho, Mariana no recibiría más sacramentos en su juventud. Ni
siquiera escucharía catequesis de ningún tipo. "Nosotros íbamos a Ética en
el colegio, las únicas
referencias que teníamos del cristianismo eran negativas", explica.
Pero le llegó la edad de hacer la Primera Comunión. "Se lo
pregunté a mi madre y ella me contestó con una pregunta: 'no la vas a hacer...
porque no la quieres hacer, ¿verdad?'. Recuerdo aquel momento con cierta
tristeza, no le iba a discutir a mi madre, pero me dolió decir que no. Me imaginaba que estaba diciéndole
que no a Dios, aunque tampoco lo conocía. Le dije que no a mi Dios
desconocido", relata.
Mariana fue
creciendo y se fue sumergiendo en una gran tristeza.
"Seguí viviendo mi vida sin Dios, para mí era algo natural vivir sin
fe. Sin embargo, en la adolescencia, empiezo a descubrir que soy una persona triste. No lo
relacionaba con la fe, pero me daba cuenta de que había algo que no estaba bien
en mi vida", afirma.
"En Ibiza era muy fácil perderse, era la consecuencia de esa
tristeza de no poder encajar en ningún sitio. Llegué a pensar que era un
problema que se podría solucionar con medicinas o a través de la psicología. En
el fondo sabía que en esos
tratamientos no estaba la respuesta. Mi problema era espiritual, pero no
sabía cómo abordarlo", añade Mariana.
Y, entonces, le llegó un gran mazazo. "Mis padres se separaron. Fue una sorpresa, jamás hubo
un grito, se llevaban estupendamente. No tuve ninguna preparación o una mínima
sospecha. Sin embargo, esto hizo que sintiera una gran libertad espiritual, ya no estaba mi padre ahí para poner esos
limites", recuerda.
"En Ibiza hay
mucha oferta religiosa y empecé a buscar la verdad. Tenía una
necesidad muy fuerte de encontrarla, pero, allí donde buscaba, no la
encontraba. Entré en varios centros, leí libros... pero, no sé por qué, sabía
que no estaba la verdad en esos lugares. No conocía la verdad, pero sabía que allí no estaba, pero esto
tampoco me permitía avanzar", apunta.
Mariana no tenía referencias, pero el hecho de buscar ya le
situaba más cerca de la meta. "Las personas que encontré en esos centros
de espiritualidad estaban peor que yo, y nunca llegué a practicar nada. Lo que hace que las cosas cambien
es que conozco a un chico que se va a convertir en mi pareja los
siguientes 14 años. Él creía creer en Jesucristo", comenta.
"Él había
metido a Jesús en la Nueva Era.
Yo hice lo mismo, pero sabía que aquello tampoco era la verdad, Cristo no
encajaba en nada de eso. Con la distancia que tenía de las ideas de mi padre y
con toda esta vivencia de mi pareja, empecé un nuevo camino dirigiéndome al verdadero Jesucristo",
explica Mariana.
Y decide llamar a su padre para contárselo. "Se lo comento a
mi padre por teléfono y al poco tiempo vino a verme con un escrito que se
titulaba 'Por qué Dios no
existe'. Me quedé impactada del interés que tenía de que no hiciera este
camino. Me molesté mucho, porque yo tenía libertad de conciencia, aunque él
fuera mi padre", relata.
"Continué mi historia con este chico, que era una relación
que no estaba bien fundamentada, y un día, después de muchas discusiones, me senté fuera de una iglesia y
por primera vez recé a ese Dios 'desconocido'. Le pedí que me hiciera saber
si existía y, que si era así, me ayudara a salir de esa vida",
recuerda.
En un segundo cambió todo
Y, entonces, le llegó la conversión. "Al poco tiempo de lo de
la Iglesia, estaba sola en
una plaza y percibí una presencia muy fuerte, muy buena. Entendí que tenía
algo que ver con ese Dios al que había pedido que me ayudara. Descubrí que había desaparecido mi soledad, fue
una experiencia de unas horas, pero muy real", afirma.
"A partir de ahí pensé que podía ser verdad que Dios existía.
Decido terminar mi relación con este chico, que era algo que me suponía más
soledad, y una amiga me
invitó a Cursillos de
Cristiandad. Acepté de forma inconsciente", añade.
Aquel encuentro le iba a cambiar para siempre. "Han pasado 17
años y ya sé que no hay palabras para explicar lo que se pasa en una
conversión. Me gusta cómo
lo dice el padre Castellani: 'es una reorganización interior al fin último'",
comenta.
"De golpe te das cuenta de que estás en el error, de golpe
descubres el nuevo camino, y de golpe ves la verdadera meta. Y todo esto dentro del amor de Dios, que es
una presencia que te cambia para siempre. Es un encuentro con Jesucristo
que no hay nada que lo pueda superar. Mi vida cambio completamente",
asegura Mariana.
Pero no será hasta su
primera confesión cuando recibe todos los dones de golpe. "En un
segundo descubro que estoy en el error. Ahí tomé conciencia de mi
bautismo. Todas las
gracias concentradas desde mi bautismo cayeron sobre mí al mismo tiempo. Lo
que un cristiano recibe a lo largo de toda su vida, yo lo recibí en ese
segundo", afirma.
"Cuando me confesé le pregunté a los sacerdotes si podía
comulgar, tenía una necesidad imperiosa. Tenía la certeza de conocer a Jesucristo, pero no me sabía ni el
Padrenuestro. Me confesé un viernes y ese domingo recibí mi primera
comunión con 29 años. A partir de ahí no he dejado de comulgar, es lo que me
sostiene", relata.
Sin embargo, tras el fogonazo de la conversión, todo debía
asentarse lentamente. "Las primeras semanas son espectaculares, es un
rebosamiento de amor, de
sentimientos nacidos de un conocimiento muy racional de Dios. Pero luego el
camino a la moral tiene su propio recorrido. Cuando una persona ha vivido 29
años de su vida de una forma determinada... enderezar ese árbol no se hace tan
rápido", explica.
"Lloraba amargamente por el dolor de los pecados, incluso pensé que el cristianismo me podía
quedar muy grande. No es fácil empezar esa vida en serio. Hay conversos que
empiezan y no echan raíces. Cuando me confirmé quise seguir estudiando por mi
cuenta y decidí hacer ciencias religiosas. Me licencié, y ahora soy profesora
de religión", comenta.
En ese camino de formación, Mariana conoció a su marido y en dos
años se casaron. "A media
que pasan los años me doy cuenta de cómo Dios ha estado siempre conmigo",
concluye.
Puedes ver aquí el testimonio de Mariana Caminos de forma íntegra.
J. M. C.
Fuente: Religión en Libertad