Las visiones de la Beata Ana Catalina Emmerick sobre la vida apostólica de Santiago en España y su martirio ofrecen numerosos detalles que hablan de su perseverancia, incluida la ayuda que recibió de la Virgen, aún viva
![]() |
| El Apóstol Santiago, según el pintor Francisco Camilo. Crédito: Museo Nacional de El Prado |
Según se detalla en las Visiones completas de
Ana Catalina Emmerick recogidas por Clemente Bretano y Guillermo Wesener,
el Apóstol Santiago viajó por primera vez a los territorios de la actual España
“a través de las islas griegas y de Sicilia”.
Allí se dirigió a Galicia, en el
noroeste, donde “no fue bien recibido”, por lo que fue a otro lugar en el que
“lo tomaron preso y hubiera sido asesinado, si un ángel no lo hubiese librado
milagrosamente de las manos de sus opresores”. Dejó entonces siete discípulos y
volvió a Roma.
En su segundo viaje, la vidente
alemana detalla que el Patrón de España, cuya fiesta se celebra cada 25 de
julio, pasó por la actual Galicia y las ciudades de Toledo y Zaragoza, donde
“barriadas enteras reconocieron a Cristo y se despojaron de sus objetos de
idolatría”.
Tal vez por ello, detalla que sus
detractores le lanzaban víboras, “pero el Apóstol las tomaba tranquilamente en
sus manos”.
En Granada, al sur de la
Península Ibérica, “fue preso con todos sus discípulos y convertidos”, pero,
tras pedir la intercesión de la Virgen María, “que entonces aún vivía en
Jerusalén”, fue liberado de modo milagroso.
La Virgen del Pilar
Según el relato de la vidente
alemana, se desató “una persecución y tempestad contra los fieles de Zaragoza”.
Entonces el Apóstol Santiago rezó de noche con algunos discípulos junto al
río.
“Pedía luz para saber si debía
quedarse o huir. Él pensaba en María Santísima y le pedía que rogara con él
para pedir consejo y ayuda a su divino Hijo Jesús”, detalla la beata.
Entonces, unos ángeles del cielo
trajeron una “columna de luz” que, según se describe en la visión, “era
bastante alta y esbelta, de un resplandor rojizo, con vetas de varios colores y
terminaba arriba como en un lirio abierto que echaba lenguas de fuego”.
Sobre el pilar la beata describe
“a María Santísima, de nívea blancura y transparencia, de mayor hermosura y
delicadeza que la blancura de fina seda”. La Madre de Dios estaba “en la forma
en que solía estar en oración cuando aún vivía sobre la tierra”, añade.
Entonces, Santiago “recibió
internamente el aviso de que debía erigir de inmediato una iglesia allí; que la
intercesión de María debía crecer como una raíz y expandirse” y, una vez
concluida la obra, retornar a Jerusalén.
En el viaje de vuelta, el Apóstol visitó a María en Éfeso, donde “le predijo la proximidad de su muerte en Jerusalén, y lo consoló y lo confortó en gran manera”, prosigue el relato.
Martirio en el Calvario
Al igual que su maestro, Santiago
fue martirizado en el monte Calvario. De camino, “convertía a muchos” y, cuando
le maniataron, afirmó: “Vosotros podéis atar mis manos, pero no mi bendición y
mi lengua”, explica la Beata Ana Catalina Emmerick.
También fue el Patrón de España
traicionado por uno de los suyos, según el relato de las visiones: “Vi a su
entregador, llamado Josías, correr hacia él y pedirle perdón. Este hombre
confesó a Cristo”.
Ambos fueron puestos en un alto
donde “se les leyó la culpa y la sentencia en voz alta”. A Santiago lo sentaron
en una piedra, “le vendaron los ojos y le cortaron la cabeza”, continúa la
descripción de la vidente.
Traslado del cuerpo
Tras permanecer el cuerpo del
Apóstol en las cercanías de Jerusalén durante un tiempo, “cuando se desencadenó
una nueva persecución lo llevaron a España algunos discípulos, entre ellos José
de Arimatea y Saturnino”, asegura la beata.
Sin embargo, “la reina Lupa, que
había perseguido a Santiago, no permitió que fuese enterrado”.
Depositado el cuerpo sobre una
roca, se hundió y se creó un sepulcro. Instigado por la reina, el rey mandó
encarcelar a los discípulos, pero fueron liberados de forma milagrosa. Durante
la persecución un puente se rompió y perecieron el monarca y sus caballeros, según
la narración.
Entonces, la reina Lupa los mandó
al desierto uniendo “toros salvajes” al carro, con la promesa declarada de que,
allí donde pararan, podrían edificar una iglesia. Su propósito real era que “de
este modo, los animales furiosos destruirían todo en su desenfreno”.
Sin embargo, los bóvidos “se
dejaron uncir tranquilamente” y llevaron el cuerpo del Apóstol Santiago al
mismo castillo de la reina, que finalmente se transformó en iglesia tras la
conversión de la monarca.
“Más tarde, se llevó su cuerpo a
Compostela, que se convirtió en uno de los más famosos lugares de
peregrinación. El Apóstol Santiago trabajó en España cerca de cuatro años”,
concluye la narración relativa a Santiago el Mayor.
Por Nicolás de Cárdenas
Fuente: ACI Prensa






