27 – Julio. Jueves de la XVI semana del Tiempo Ordinario
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Evangelio según san Mateo 13, 10-17
Se le acercaron los discípulos y le preguntaron: «¿Por qué les hablas en parábolas?».
Él les contestó: «A vosotros se os han dado a conocer los secretos del reino de los cielos y a ellos no.
Porque al que tiene se le dará y tendrá de sobra, y al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene.
Por eso les hablo en parábolas, porque miran sin ver y escuchan
sin oír ni entender. Así se cumple en ellos la profecía de Isaías: “Oiréis
con los oídos sin entender; miraréis con los ojos sin ver; porque está
embotado el corazón de este pueblo, son duros de oído, han cerrado los ojos;
para no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni entender con el corazón, ni
convertirse para que yo los cure”. Pero bienaventurados vuestros ojos
porque ven y vuestros oídos porque oyen. En verdad os digo que muchos
profetas y justos desearon ver lo que veis y no lo vieron, y oír lo que oís y
no lo oyeron.
Comentario
Los discípulos preguntaron a Jesús por qué hablaba en
parábolas. El Maestro les hace ver que predica “los misterios del Reino”. Para
los hombres son difíciles de entender directamente. Por eso emplea un lenguaje
figurado, con imágenes cercanas a los oyentes y que se refieren veladamente a
los misterios.
En su explicación a los discípulos, Jesús dice: “al que
tiene se le dará y tendrá en abundancia; pero al que no tiene incluso lo que
tiene se le quitará” (v. 12). La frase nos inquieta porque parece una
injusticia. En cambio, Jesús explica de esta manera que quien no recibe con
buena voluntad el evangelio y la gracia, se hace incapaz para entenderlo y para
recibir más. En cambio, quien se dispone dócilmente a dejarse transformar por
la palabra de Dios —que eso hacían los discípulos— no solo recibe la gracia de
la conversión, sino que se hace apto para recibir más gracia aún.
Sorprende la cita de Isaías que emplea Jesús: “no sea que
vean con los ojos, y oigan con los oídos, y entiendan con el corazón y se
conviertan, y yo los sane” (v. 15). En realidad, el Señor recurre aquí a la
ironía, precisamente para lamentarse de que sus oyentes están cumpliendo, con
su libre correspondencia, la profecía de Isaías, a pesar del afán que tiene el
Señor por salvarlos. En efecto, aunque muchos veían los milagros que Jesús
hacía y tenían quizá más capacidad que los doce para comprender sus palabras,
libremente hacían oídos sordos al mensaje y se sumían en una ceguera voluntaria.
En nuestro día a día, quizá nos ocurra que no entendemos
algún punto de nuestra fe, de la moral o una acción que nos causa dolor y nos
parece injusto. En estas ocasiones, no pongamos nuestra confianza en nuestro
propio entendimiento sino en el Señor que nos invita a levantar la mirada y
ponernos en un plano sobrenatural. Es lógico que, a veces, no entendamos, ese
es el momento de poner nuestra confianza en el Señor y pedir luz al Espíritu
Santo para procurar comprender. Tampoco los discípulos pueden entenderlo todo.
El mensaje profundo y liberador que encierran las parábolas de Jesús solo puede
ser asimilado por aquellos que ponen su confianza en el Señor.
Pablo M. Edo
Fuente: Opus Dei