Este miércoles 9 de agosto, durante la primera Audiencia General realizada tras un descanso durante el mes de julio, el Papa Francisco reflexionó sobre su viaje a Lisboa en el marco de la JMJ
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| El Papa Francisco en la Audiencia General de este miércoles. Crédito: Daniel Ibáñez/ACI Prensa |
El Santo Padre aclaró que la JMJ
“no son unas vacaciones” sino “un encuentro con Cristo a través de la Iglesia”.
A continuación, las palabras del
Papa Francisco:
Queridos hermanos y hermanas,
¡buenos días!
En los días pasados he ido a
Portugal para participar en la 37ª Jornada Mundial de la Juventud. Esta JMJ de
Lisboa, celebrada después de la pandemia, ha sido sentida por todos como don de
Dios, que ha movido los corazones de los jóvenes, tantos jóvenes de diferentes
partes del mundo, tantos, para encontrarse y encontrar a Jesús.
Como bien sabemos, la pandemia ha
tenido un fuerte impacto en los comportamientos sociales: el aislamiento
a menudo ha degenerado en encierro, y los jóvenes se han visto particularmente
afectados por él.
Con esta Jornada Mundial de la Juventud, Dios ha dado un “empujón” en sentido contrario: esta ha marcado un nuevo inicio de la gran peregrinación de los jóvenes a través de los continentes, en nombre de Jesucristo. Y no es casualidad que haya sido en Lisboa, ciudad que se asoma al océano, ciudad símbolo de las grandes exploraciones por mar.
Y entonces en la JMJ el Evangelio
propuso a los jóvenes el modelo de la Virgen María. En su momento más
crítico, María no se encierra en sí misma, sino que movida por Dios-Amor
"se levantó y partió sin demora" (Lc 1,39). A mi me gusta mucho invocar
a la Virgen con esta realidad, la Virgen apresurada, que siempre hace las cosas
por nosotros "apresurada", nunca nos hace esperar, Ella es la madre
de todos.
Así María todavía hoy, en el
tercer milenio, guía la peregrinación de los jóvenes tras las huellas de
Jesús. Como hizo hace un siglo precisamente en Portugal, en Fátima, cuando se
dirigió a tres niños encomendándoles un mensaje de fe y de esperanza para la
Iglesia y para el mundo. Por esto, durante la JMJ, volví a Fátima, lugar de las
apariciones, y junto a algunos jóvenes enfermos recé para que Dios sane al
mundo de las enfermedades del alma: la soberbia, la mentira, la enemistad, la
violencia, son enfermedades del alma y el mundo está enfermo con estas
enfermedades. Y hemos renovado nuestra consagración, de Europa, del
mundo al Corazón Inmaculado de María, he rezado por la paz, porque hay tantas
guerras en el mundo, tantas.
Los jóvenes del mundo acudieron a
Lisboa numerosos y con gran entusiasmo. Allí he encontrado pequeños grupos, y
algunos con muchos problemas. Los jóvenes ucranianos, que tenían historias que
eran dolorosas.
No eran unas vacaciones, un viaje
turístico, y tampoco un evento espiritual fin en sí mismo; la JMJ es un
encuentro con Cristo a través de la Iglesia, los jóvenes van a encontrar a
Cristo. Es verdad que donde hay jóvenes hay alegría, un poco de todas estas
cosas.
Mi visita a Portugal, con motivo
de la JMJ, se benefició de su ambiente festivo, de la ola de jóvenesl. Doy
gracias a Dios por ello, pensando especialmente en la Iglesia local que, a
cambio del gran esfuerzo realizado por la organización y la acogida, recibirá
nuevas energías para continuar su camino, para echar de nuevo las redes con
pasión apostólica.
Los jóvenes en Portugal son ya
hoy una presencia vital, y ahora, después de esta “transfusión” recibida por
las Iglesias de todo el mundo, lo serán todavía más. Y muchos jóvenes a la
vuelta han pasado por Roma, los estaba viendo, también aquí hay algunos que han
participado en esta jornada. Y esto será sano para todo el cuerpo social:
como dice el Evangelio, será levadura que hace crecer todo el conjunto (cfr Mt
13,33).
Mientras que en Ucrania y en
otros lugares del mundo se combate, y mientras en ciertas salas
escondidas se planifica la guerra, es feo esto, se planifica la guerra,
la JMJ ha mostrado a todos que otro mundo es posible: un mundo de
hermanos y hermanas, donde las banderas de todos los pueblos ondean juntas, una
junto a la otra, ¡sin odio, sin miedo, sin cierres, sin armas! El mensaje
de los jóvenes ha sido claro: ¿lo escucharán los “grandes de la tierra”?
Este entusiasmo juvenil que quiere paz es una parábola para nuestro tiempo, y
todavía hoy Jesús dice: “¡El que tenga oídos, que oiga! ¡El que tenga
ojos, que vea!”. Esperemos que todo el mundo escuche esta JMJ y mire esta
belleza de jóvenes yendo hacia adelante.
Expreso nuevamente mi gratitud al
presidente de la República, que ha estado en todas las celebraciones, y a las
otras autoridades civiles; al patriarca de Lisboa, que ha sido bueno, al
presidente de la Conferencia Episcopal y al obispo coordinador de la JMJ, a
todos los colaboradores y voluntarios. Los voluntarios, a quienes he visitado
el último día antes de volver, eran 25.0000 ¡Gracias a todos! Por intercesión
de la Virgen María, el Señor bendiga a los jóvenes del mundo entero y bendiga
al pueblo portugués. Recemos juntos a la Virgen para que bendiga a todo
el pueblo portugués.
Fuente: ACI Prensa






