Javier Melfi era un joven y prolífico maestro de yoga: conocer su significado motivó su conversión
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Desde
su nacimiento, Javier
Melfi recuerda que en su familia no se conocía a Dios y la práctica
religiosa brillaba por su ausencia. En su lugar, sus padres le enseñaron desde
joven el vasto mundo de la espiritualidad
oriental y la Nueva Era.
No tardó en creer que el yoga era su vocación: fue un gran aprendiz y un
prolífico maestro de esta disciplina. Ha relatado cómo un día, justo antes de
una clase, tuvo un
encuentro "cara a cara" con la "propuesta de Satanás" que
implicaba el yoga y que le llevaría a la espiritualidad que siempre había
buscado.
Javier, residente en Chile desde
hace tres años, ha relatado al canal de la diócesis de Villarica como
desde niño las terapias alternativas fueron su "mundo".
"Mi madre hacía masajes,
cosas con energías, llamaba a los ángeles, nos transmitíamos energía cuando mi
padre tenía gripe… y así, finalmente, encontré mi vocación en el yoga y la meditación", explica.
El único contacto que tuvo con la fe durante su infancia y juventud fue su
bautismo.
Desde niño ya había practicado la
meditación oriental, conocía ese mundo a la perfección y no tardó en recibir
formación especializada e impartir clases.
"Era un buen profesor, tenía muchos
alumnos y me sentía realmente lleno", remarca. Tanto que en
ocasiones creía que ya se había "realizado como persona" por
completo.
La
cosmovisión oriental, "como un agujero negro"
Entre los muchos tipos de yoga
que conocía, el "kundalini yoga",-"el
de la meditación", matiza-, era su especialidad. Lo define como un yoga
"muy orientalizado", con continuas técnicas de respiración, mantras
-o recitación de poemas dirigidos a la deidad" y ejercicios, pero que
acaba llevando a quien lo
practica a la "explosión interior" y el vacío.
"Su dios es todo lo
contrario a una persona, es un dios que es `uno´ con toda la creación, por lo
que se puede decir que hasta
la camisa que llevo puesta es dios. El pecado también es parte de dios.
Cuando uno muere, el alma nunca llega al cielo a menos que alcances una
iluminación tal que vas a una suerte de cielo donde finalmente dejas de
existir", destaca sobre la cosmovisión oriental que sostenía. El fin
último, añade, es "unirte a Dios de tal manera que tu persona nunca existirá más".
Explica que la motivación de gran
parte de los nuevos seguidores de las cosmovisiones orientales se explica por
el rechazo a un "Occidente perdido y materialista" buscando
equivocadamente llenar un vacío que solo puede satisfacer "la Iglesia y
sus tesoros". "De primeras, quizá se pueda mejorar como persona, pero
al final, en este `dejar de ser uno´ [oriental], te vas haciéndote pequeño hasta desaparecer. Es como un agujero
negro que colapsa sobre sí mismo y dejas de existir", advierte.
Frente a la "propuesta del
demonio"
Pero entonces su carrera como
maestro yogui era boyante y aunque conocía la cosmovisión oriental, nunca tuvo
ninguna alternativa. Hasta que en 2019 se mudó a Chile.
Allí tuvo su primer contacto con la fe católica:
"Un chico me invitó a Misa del domingo de Ramos a la catedral
Metropolitana. El templo estaba lleno de gente y me cautivó ver una comunidad,
gente compartiendo una misma fe y un mismo sentir espiritual. No dije esta es
la fe o la Iglesia, tan solo me gustó".
Durante las siguientes semanas,
siguió asistiendo a Misa
"todos los domingos que podía". Pero pronto descubriría que ambas
cosmovisiones "no eran compatibles".
"Estaba preparando una clase y vi una meditación que decía `soy sano, soy bello, soy perfecto, yo creo todas las cosas, yo soy dios´… Seguí leyendo y me di cuenta de que aquello era, literalmente, lo que decía Satanás. Lo vi tan literal que fue como ver cara a cara las propuestas del demonio", relata.
Un "choque de titanes"
Javier recuerda el "choque
de titanes" que sucedió a continuación. Todo fue cuestión de
minutos: "El cristianismo
y la Nueva Era no podían coexistir. En la Misa descubrí que Dios es Dios y
yo no. Yo soy la criatura, y por invitación Suya puedo ser hijo de Dios y
partícipe de la Trinidad". Algo que no tardó en comprender como "una
propuesta radicalmente distinta".
Fue una larga batalla espiritual,
en la que solo una de las cosmovisiones, la católica o la oriental, dirigiría
la vida del joven. "Cristo
venció. Conquistó mi corazón", relata. Acto seguido, escribió a su
alumna: "No puedo darte más clases porque soy cristiano".
Pese a que Javier era cada vez
más consciente de los errores que había profesado durante su vida, conforme
continuaba su proceso de conversión se dio cuenta de que "Dios se vale del
mal para hacer el bien".
Solo así se explica que abrazase
la fe, pues "el yoga me
predispuso a buscar la verdad, a aceptar que hay una verdad más allá de lo
que quiero que sea la verdad y pude recibir el Evangelio y la gracia de Dios. Me convertí y pude decir
verdaderamente que era católico", relata.
Durante las siguientes semanas,
Javier se dedicó a cambiar por completo su vida: "Me tuve que quitar la
cabeza y coger otra. Tenía formas de pensar, creencias y gustos completamente
distintos y tuve que tirarlo todo a la basura rescatando lo poco bueno que
había, recapitulándolo en Cristo: conservé la práctica de la meditación transformándola en Cristo
a través de la oración, el rosario, la misa o el Vía Crucis, tratando de
que no sea solo una repetición verbal".
En la
Iglesia estaba lo que siempre había buscado
Desde que se convirtió, Javier
encontró en la Iglesia la plena expresión de la espiritualidad que siempre
había buscado.
Lo que más le impactó en un
primer momento fue el carácter personal de la fe: "Dios es una persona, son tres, que están toda la eternidad
amándose. Y no solo `está ahí´ como presencia espiritual, sino que es una
persona que se encarna. Ahí está Jesucristo, andando y viviendo como nosotros,
como una guía verdadera y perfecta para ir aprendiendo de Jesús cómo ama
Dios".
También comprendió que, al
contrario del intimismo de la cosmovisión oriental de replegarse sobre sí mismo
hacia la nada, desde la fe "es
Jesús quien se expande en ti mismo y lo que tú haces es poner tu
fuerza de voluntad para dejar a Dios hacer las cosas y colaborar en amoldar tu
propia voluntad a la de Dios, como María".
Los santos fueron otra pieza
clave tras su conversión. "En el yoga y la Nueva Era hay muchas ideas,
técnicas, cristales y sanaciones, pero al final es un gran mercado donde coges
las cosas que quieres, pero todas son vanas e irreales con error y confusión.
En la Iglesia yo encontré
la Verdad, expuesta de mil maneras y en miles de santos, pero siempre la
misma Verdad, el mismo Dios y la misma fe", añade.
La meditación fue otro de los
grandes aspectos que nunca esperó encontrar fuera de la Nueva Era, pero como
los demás, "fue un descubrimiento ver que tantas cosas que dejé atrás ya estaban en la Iglesia",
como la "meditación y mística grandiosas" que "nunca habría
imaginado" que hallaría en la fe.
"Yo rezaba con otra fe y aún así, Dios me escuchó, me
convirtió y me trajo a Él. Y en Él encontré la paz y la alegría, con
muchas incertidumbres y batallas, pero en paz, gracias a la oración. Solo Dios
basta", concluye.
Artículo de hemeroteca publicado en septiembre de 2022.
José María Carrera
Fuente: Religión en Libertad






