Ya sean religiosas, sacerdotes o laicos, todos los franciscanos saludan con el característico "paz y bien", pero ¿de dónde surge esta tradición?
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| Dominio público |
Reconocido como saludo y lema de
los franciscanos, el origen de la famosa frase «paz y bien» no está claro para
todos, pues algunos piensan que fue el mismo San Francisco quien la compuso,
algunos otros creen que su uso es más reciente; sin embargo, lo cierto es que
en su Testamento, el Pobre de Asís no utiliza las dos palabras
juntas.
Es más, en su escrito, Francisco
revela que fue por inspiración divina que comenzó a decir «¡El Señor te dé la paz!» a todos los que encontraba en su
camino, sin embargo, no hace alusión a la expresión «bien», por lo menos no de
manera explícita, aunque es obvio que era parte de su forma de vida desear a
todos que, lo que realizaran, estuviera dirigido al beneficio de los hermanos.
El origen bíblico
Ciertamente, la Sagrada Escritura menciona que nuestro Señor Jesucristo, en repetidas ocasiones, habló de la paz a sus discípulos:
«Les dejo la paz, les doy mi paz,
pero no como la da el mundo (Jn 14,
27)»
«Felices los que trabajan por la
paz, porque serán llamados hijos de Dios (Mt 5, 9)»
Y, obviamente, habló también de
hacer el bien. Además, en la Biblia aparecen constantes llamados a la paz. Un
ejemplo es la bendición de Aarón y sus hijos a los israelitas, que está escrita
en Números:
«Que el Señor te bendiga y te
proteja.
Que el Señor haga brillar su
rostro sobre ti y muestre su gracia.
Que el Señor te descubra su
rostro y te conceda la paz»
(Num 6,
24-26).
No es raro, entonces, escuchar
estas palabras entre las personas que practican la caridad cristiana.
Donde se menciona la frase
Sin embargo, aunque no fuera de
los propios labios de san Francisco, en el número 26 del escrito La
leyenda de los Tres compañeros, el hermano León, el hermano Rufino y el
hermano Ángel escribieron una carta, recogiendo unas cuantas «flores», en la
que narraron algunos pasajes de la vida del Santo:
Como más tarde él mismo
atestiguó, había aprendido, por revelación divina, este saludo: «El Señor te dé
la paz». Por eso, en toda predicación suya iniciaba sus palabras con el saludo
que anuncia la paz.
Y es de admirar -y no se puede
admitir sin reconocer en ello un milagro- que antes de su conversión había
tenido un precursor, que para anunciar la paz solía ir con frecuencia por Asís
saludando de esta forma: «Paz y bien, paz y bien». Se creyó firmemente que así
como Juan, que anuncio a Cristo, desapareció al empezar Cristo a predicar, de
igual manera este precursor, cual otro Juan, precedió al bienaventurado
Francisco en el anuncio de la paz y no volvió a comparecer cuando éste estuvo
ya presente.
Un saludo para la posteridad
Tal saludo, pues, puede deberse a
ese «precursor» anónimo, pero lo que realmente importa es lo que conlleva decirlo:
esmerarse en actuar como mensajeros de la paz del Señor y procurar hacer el
bien a toda la gente, porque de ello tendremos que dar cuentas a Dios. Así es
que, conscientemente, deseemos a todo aquel que cruce por nuestra vida: «Paz y
bien».
Mónica Muñoz
Fuente: Aleteia






