Aunque los evangelios no lo sustenten, la tradición cuenta que una mujer limpió el rostro de Cristo y su faz quedó marcada en su velo
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| Antoine Mekary | ALETEIA |
El famoso personaje que aparece
en una de las etapas del Via Crucis, más exactamente en la sexta estación, está
lleno de misterios. Hablamos de una mujer que se abrió paso entre los soldados
que escoltaban a Jesús y enjugó con su velo el sudor y la sangre del rostro de
Cristo, quedando impreso en el velo.
Este fiel reflejo de Jesús, es un
«verdadero icono». El nombre Verónica,significa justamente esto «verdadero
icono», que parece derivar de la combinación del adjetivo latino «verdadero» al
sustantivo griego «icono» o «imagen», para indicar que es la «imagen verdadera»
de Jesús, considerada no pintada por manos humanas. Y este es uno de los
misterios, su nombre.
¿Verdad o leyenda? ¿Cómo llegó el
velo a Roma?
Otro misterio es que en realidad
esta escena del Via Crucis, no se encuentra descrita en ninguno de los cuatro
evangelios. Nace de una antigua tradición: se dice que un día el emperador
romano Tiberio fue golpeado por una enfermedad grave. Al enterarse de que en la
lejana Palestina había un gran sanador llamado Jesús, ordenó a su mensajero
Volusiano que fuera a buscarlo en Jerusalén. Pero Volusiano llegó a Palestina
cuando ya era demasiado tarde: ¡Jesús había sido crucificado!
Volusiano, sin embargo, no quería
volver con las manos vacías de Tiberio, porque temía su ira. Así que partió en
busca de los seguidores de Jesús, para obtener de ellos al menos una reliquia
del maestro. Así que encontró a una mujer llamada Verónica, quien admitió que
ella había conocido a Jesús y le contó una historia prodigiosa.
Volusiano inmediatamente le pidió
a Verónica ese retrato y ella consintió en llevarlo a Tiberio en persona,
quien, tan pronto como estuvo en presencia de la tela sagrada, se curó. A
partir de ese momento, la famosa reliquia quedó en Roma.
Otras leyendas: ¿dónde se
encuentra el velo de la Verónica?
Siguiendo la tradición mencionada
antes de Volusiano, el velo llegó a Roma en la época del emperador Tiberio; y
así lo demuestra una inscripción que aún puede leerse en los restos de un cofre
de madera, conservados en el Pantheon. Allí se indica que la misma Verónica lo
trajo desde Palestina: «In ista capsa fuit portatum Sudarium passionis Domini
Nostri Jesu Christi Hierosolymis Tiberio Augusto«, (En esta caja fue traído de
Jerusalén, para Tiberio Augusto, el Sudario de la pasión de Nuestro Señor
Jesucristo).
Cuando se construyó la
nueva basílica de San Pedro, la reliquia de la Verónica fue
mandada trasladar por Urbano VIII a una de las cuatro capillas alojadas en los
pilares que sostienen la cúpula, donde se custodian las reliquias más
preciosas.
En el pilar se encuentra una
estatua que la representa con la siguiente inscripción: “Urbano VIII Pontífice
Máximo añadió una estatua de mármol y un altar; edificó y adornó una capilla
para que la majestad del lugar custodie adecuadamente la imagen del Salvador
impresa en el sudario de la Verónica”.
Según otra leyenda el velo con el
«Santo Rostro» se encontraría en Manoppello (Pescara, Italia). En
1506 un peregrino llegó a Manoppello, trayendo un panel con lo que él decía que
era el retrato del rostro de Cristo; lo entregó al físico Giacomo Antonio
Leonelli, para luego desaparecer misteriosamente.
Muchos sostienen que el Rostro
Santo de Manoppello es el original, después del resultado de un examen llevado
a cabo con un escáner digital, que confirma que sobre el tejido no hay
rastros de color ni pigmentos.
Aun hoy no se ha podido descubrir
cómo puede haberse formado la imagen sobre ese finísimo velo. Y lo más curioso
es que el rostro de Manoppello coincide por dimensiones con el rostro de la
Sábana Santa, a diferencia del que se encuentra en el Vaticano.
Pero, además, hay un tercer y
cuarto velo. Se encuentran en España, precisamente en la ciudad de Jaén y
en Alicante: «La Santa Faz de Jaén» y «La Santa Faz de Alicante».
¿Dónde está entonces el verdadero velo?
Maria
Paola Daud
Fuente: Aleteia






