El Señor Jesús se hace presente en la consagración y se queda en las especies consagradas, ¡habla con Él!
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La
Iglesia católica cree firmemente que después de las palabras de consagración
dichas por el sacerdote en la Misa, por el poder del Espíritu Santo, el pan y
el vino se transforman en el cuerpo, sangre, alma y divinidad de Jesucristo. Es
un gran misterio que nos ha sido transmitido por Jesucristo en la Última Cena.
Oración eucarística
En el Rito Romano de la Iglesia católica, es costumbre durante la
oración eucarística elevar tanto la hostia consagrada como el cáliz con la
preciosa sangre, para que la gente los vea.
Si bien esta acción del sacerdote suele ser breve, se anima a los
fieles a realizar un acto silencioso de amor a Dios.
Muchos escritores espirituales sugieren usar las palabras del
apóstol santo Tomás cuando encontró a Jesús resucitado, mientras el sacerdote
eleva la hostia.
“¡Señor mío y
Dios mío!”(Jn 20, 28)
Es tradición rezar en silencio, cuando el cáliz es elevado:
“¡Jesús
mío, misericordia!”
Es una manera de expresar la creencia de que Dios está
verdaderamente ahí, superando cualquier duda que se pudiera tener, similar a lo
que experimentó santo Tomás.
Hagas lo que hagas durante la consagración en la misa, mira hacia
arriba y ve al Señor Resucitado y ofrécele tu amor y adoración. Viene durante
la misa por ti y desea morar en tu corazón.
Philip Kosloski
Fuente: Aleteia