Con frecuencia llamada "oración universal", por su contenido, tiene como objetivo hacer orar a los fieles como respuesta a la Palabra de Dios
![]() |
| Philippe Lissac / Godong |
¿»Oremos al Señor» o «Señor, te rogamos»? A primera vista, estas dos
expresiones parecen relativamente similares. Y, sin embargo, la primera es
una invitación a orar al Padre. El segundo, por su parte, se dirige
directamente al Padre, y quien la pronuncia se convierte en portavoz de la
oración de una asamblea. Para saber cuál de las dos fórmulas es más
adecuada a la oración universal, conviene redescubrir la finalidad de este
momento crucial, entre la liturgia de la Palabra y la liturgia eucarística.
Cuando menciona la «oración común» o la «oración de los fieles», el
concilio habla de «participación del pueblo» (cf. Sacrosanctum concilium §53). Después de
escuchar la Palabra de Dios, en particular el Evangelio, ahora explicado en la
homilía, los fieles se dirigen a Dios, como para responderle, con
súplicas. Antes de que el sacrificio de Cristo que salva al mundo se
actualice sobre el altar, la Iglesia asocia así intenciones concretas a la
oblación del Redentor.
Todos estamos llamados a ser sacerdotes
En su obra El espíritu de la Misa de Pablo VI , el padre
Jean-Baptiste Nadler recuerda también que, a través de estas intenciones que
constituyen la oración universal, «la asamblea ejerce por sí misma su
sacerdocio bautismal» (p. 88). En este momento de la Misa, cada uno está
llamado a ser sacerdote, es decir mediador entre Dios y los hombres, ofreciendo
en el silencio del corazón las preocupaciones del mundo a Aquel que todo lo
puede. En este sentido, la oración universal está íntimamente ligada al
ofertorio que sigue.
Esta dimensión sacerdotal explica por qué el sacerdote solo introduce el
momento con una exhortación a la oración, y concluye presentando la ofrenda
silenciosa de la asamblea al Padre, ya que desempeña el papel de
Cristo-mediador en la liturgia. Por otro lado, la lectura de las
intenciones normalmente recae en el diácono, quien tiene así «su papel de dar
las indicaciones rituales a la asamblea», explica el padre Nadler en su
libro.
De acuerdo con este deseo de hacer orar al pueblo de Dios, el misal ofrece
algunas fórmulas generales y otras adaptadas a los tiempos litúrgicos
privilegiados (Adviento, Cuaresma, Pascua) que se inspiran en su forma en
la gran oración del Viernes Santo o en las antiguas letanías. Además de
dirigirse al pueblo y no a Dios, destacan por su concisión, su inspiración
escritural y su tema (Iglesia, poderes públicos, enfermos, comunidad
parroquial), según las prescripciones de la Presentación general del leccionario
romano (§ 30 ).
Valdemar
de Vaux
Fuente: Aleteia






