Cinco bombas cayeron sobre el Vaticano la noche del 5 de noviembre de 1943, sin que en aquel momento se identificara al culpable. Tras años de incertidumbre, ahora sabemos algo más sobre el origen de este atentado
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A primera hora de la tarde del 5
de noviembre de 1943 se oyó el ruido de un motor en la oscuridad del Vaticano.
Un avión no identificado sobrevolaba a baja altura el pequeño Estado, cuya
neutralidad lo excluía del gran conflicto mundial en curso. Hacia las ocho de
la tarde, una escuadrilla aliada apareció en el cielo romano, y el misterioso
aparato aprovechó la ocasión para lanzar repentinamente cinco bombas, cuatro de
las cuales cayeron en territorio papal.
La primera explotó cerca de la
estación de ferrocarril. La segunda destruyó gran parte del taller de mosaicos
del Vaticano. La tercera alcanzó la fachada del Palacio del Gobierno.
Finalmente, la cuarta impactó en una plaza detrás de la basílica, rompiendo las
vidrieras en mil pedazos. La última no estalló.
Las bombas «pesaban entre 100 y
150 kg, eran altamente explosivas, estallaron inmediatamente, produjeron
pequeños cráteres pero tuvieron una gran área de acción», señaló al día
siguiente el cardenal secretario de Estado, Luigi Maglione.
Gran confusión
Domenico Tardini, responsable de
la diplomacia vaticana durante la guerra, señaló que «no se habían registrado
víctimas humanas». En su nota, señalaba que los edificios que albergaban a los
diplomáticos y la emisora de radio del Vaticano habían sido alcanzados por muy
poco, lo que provocó una verdadera confusión en el Vaticano sobre quién estaba
detrás del ataque. Mons. Tardini mencionó cuatro posibilidades: los nazis
alemanes, los fascistas italianos, los americanos o los británicos. Nadie
reconoció oficialmente los hechos.
Los primeros en sospechar fueron
los estadounidenses: el Alto Mando de las Fuerzas Aéreas de Estados Unidos
temía que dos Mosquito Intruder fueran responsables de un error garrafal y
avisó discretamente al Vaticano. Pero el general Eisenhower informó rápidamente
al Vaticano de que estos temores no estaban verificados. También culpó a los
alemanes, que habían bombardeado Nápoles esa misma noche.
En las oficinas de la Secretaría
de Estado se tomó nota de que el 5 de noviembre era el Día de Guy Fawke en el Reino Unido. Esta
popular celebración anual conmemora la frustración de la «conjura de la
pólvora» el 5 de noviembre de 1605, cuando un conspirador católico llamado Guy
Fawkes estuvo a punto de hacer estallar el Parlamento mientras el Rey se encontraba
en él. ¿Aprovechó la pérfida Albión la confusión para vengarse de los papistas?
Bombas de fabricación británica
La Santa Sede enterró entonces el
asunto, después de que funcionarios estadounidenses, británicos, italianos y
alemanes le aseguraran que el espacio aéreo vaticano ya no sería sobrevolado.
Este compromiso estuvo a punto de cumplirse, ya que el 1 de marzo de 1944 un
avión británico lanzó una bomba justo al lado del Santo Oficio, matando a un
trabajador del pequeño Estado e hiriendo a un clérigo. Pero la RAF admitió
entonces su error.
En cambio, el bombardeo del 5 de
noviembre fue un misterio durante mucho tiempo. Los historiadores lo
atribuyeron a menudo a los mismos ingleses, ya que las bombas eran de
fabricación británica.
Sin embargo, no fue hasta la obra
del historiador italiano Augusto Ferrara, en su libro 1943 Bombe sul
Vaticano -Bombas en el Vaticano- (publicado en 2010 por Librairie
éditrice vaticane), que salió a la luz la historia de que un diplomático alemán
había advertido al Vaticano, en aquella época, que sospechaba que los hechos
eran obra de un importante dirigente fascista italiano.
Este último, llamado Roberto
Farinacci, pertenecía al ala más radical de Mussolini, que acababa de ser
depuesto y devuelto al poder por los nazis. Farinacci era conocido por su
anticlericalismo y, según el historiador, fue él quien ideó la operación desde
el aeródromo de Viterbo, al norte de la capital. Un testimonio de un sacerdote
italiano descubierto en 2016 parece confirmar esta hipótesis. En cualquier
caso, es la favorecida inmediatamente por el Vaticano.
En efecto, Farinacci quería volar
la Torre de Radio Vaticana porque creía que la Santa Sede la utilizaba para
informar a los Aliados, según Ferrara; ypara ocultar su acción, que el Duce no
habría sancionado, el fascista habría utilizado bombas inglesas.
El hecho es que si la Santa Sede
-y probablemente Pío XII- sospechaban firmemente que este hombre era el
responsable del atentado, ¿por qué finalmente lo encubrieron? En opinión de
varios historiadores, la Santa Sede, en plena Campaña de Italia, quería evitar
a toda costa que se explotara el atentado contra el Vaticano, para preservar su
neutralidad y no llamar la atención. Por ello restó deliberadamente importancia
a este atentado, el único que afectó realmente a la Santa Sede durante la
Segunda Guerra Mundial.
1943. Bombe sul Vaticano, Augusto
Ferrara, (LEV, 2010)
Camille
Dalmas
Fuente: Aleteia






