21 – Noviembre. Martes. Presentación de la Bienaventurada Virgen María
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Evangelio según san Lucas 19,
1-10
Entró en Jericó e iba atravesando la ciudad. En esto, un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de ver quién era Jesús, pero no lo lograba a causa del gentío, porque era pequeño de estatura. Corriendo más adelante, se subió a un sicomoro para verlo, porque tenía que pasar por allí.
Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y le dijo: «Zaqueo, date prisa y baja, porque es necesario que hoy me quede en tu casa».
Él se dio prisa en bajar y lo
recibió muy contento. Al ver esto, todos murmuraban diciendo: «Ha entrado
a hospedarse en casa de un pecador». Pero Zaqueo, de pie, dijo al Señor:
«Mira, Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres; y si he defraudado
a alguno, le restituyo cuatro veces más». Jesús le dijo: «Hoy ha sido la
salvación de esta casa, pues también este es hijo de Abrahán. Porque el
Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido».
Comentario
Un encuentro de salvación
Lucas es el único evangelista que
habla del encuentro de Jesús con Zaqueo y con estos versículos expresa un tema
muy particular como es la conversión de los pecadores. Zaqueo era el jefe de
los recaudadores de impuestos romanos, un hombre odiado entre todos, que
oprimía al pueblo sencillo enriqueciéndose a costa de la gente humilde, el que
sacaba provecho de asuntos injustos, el jefe de los publicanos de Jericó. Aquí
se dice que Zaqueo quería ver a Jesús y explicita que era bajo de estatura: se
narra un encuentro y viene a mi memoria la frase que dice: “El Hijo del Hombre
ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido”. Es una afirmación de Jesús
que nos explica qué ha pasado en Zaqueo. Hemos oído muchas veces la palabra
salvación y aquí Jesús la aplica, diciendo a Zaqueo: “Hoy ha sido la salvación
a esta casa”.
Dice el Obispo San Ambrosio de
Milán, que “Zaqueo prefirió la luz de la gloria de Cristo y oyendo que pasaba
el Señor, subió a un árbol, porque, al ser bajo de estatura, no podía verle con
tanta multitud. Vio a Cristo y encontró la luz. Lo vio y, de robar
anteriormente las cosas a los demás, pasó a distribuir las suyas propias”. El
encuentro es el lugar donde se recogen los significados, donde las personas dan
los grandes cambios, como vemos en Zaqueo.
El concepto encuentro es una
realidad muy profunda, no es una entrevista, no es una reunión. Un encuentro
implica cambios, no es estar al lado de una persona y ya, conlleva la salvación
¡El encuentro es más que un simple hablar! En un encuentro hay una interacción
de lo profundo del hombre. Se dice que el encuentro es entre dos personas o no
es nada. Y si esas dos personas no llegan hasta el final no se encuentran una
con otra; el encuentro no es simplemente estar uno al lado de otro. La persona
se encuentra en la plenitud cuándo ha encontrado algo que la ha hecho
levantarse. El camino que tiene el encuentro nos asombra y hace que nos miremos
a nosotros mismos, descubriendo la belleza, la grandeza, la bondad y la altura
espiritual del verbo encarnado, que es Jesús. El encuentro primordial es con
Dios; nos encontramos primeramente con Él, de lo contrario es pura función.
Este encuentro nos transforma, transforma la conducta moral porque al
encontrarnos con Jesús que va a la fuente no sólo dice que lo que haces está
mal, sino que su voz nos interpela para reconocer su presencia en la historia
personal de cada uno, descubriendo así el proyecto de amor que tiene para
nuestras vidas.
En este día celebramos, junto con
los cristianos de la Iglesia oriental, la “dedicación” que María hizo de sí
misma a Dios, ya desde su infancia, movida por el Espíritu Santo, de cuya
gracia estaba llena desde su concepción inmaculada.
Son historias con nombre propio:
el martirio de Eleazar, el encuentro de Jesús con Zaqueo, la Presentación de la
Santísima Virgen María en el templo. La Eucaristía es un encuentro con Jesús en
las condiciones en que estamos; este encuentro es una integración del hombre,
es humanizador, salvador. La Sagrada Escritura nos puede ayudar en nuestros
encuentros con Él; la oración nos ayuda a conocerlo mejor a Él y a nosotros
mismos. Hagamos de nuestra vida una historia de encuentro con el Señor,
cumpliendo su santa voluntad, como Eleazar, Zaqueo y María, que alabando a Dios
hicieron entrega de sí mismos.
Fuente: Dominicos O. P.