Rezar el Padre Nuestro, oración que Cristo enseñó a sus discípulos, es reconocerse hijos de Dios, creados a su imagen y semejanza, y necesitados de Él
Pascal Deloche / Godong |
Un
día, mientras Jesús terminaba de orar, uno de sus discípulos le
pidió: «Señor, enséñanos a orar» (Lc 11,1),
y Jesús les enseñó el Padre Nuestro. Pero ¿qué le pide el creyente a
Dios en esta oración?
Nuestro
Padre
Rezar
el Padre Nuestro es reconocerse hijo de Dios, creado a su imagen y
semejanza. El creyente es invitado por el mismo Jesús a llamar a Dios
«Padre» y. por tanto, a reconocerse hijo de Dios. ¡Qué gracia infinita
poder dirigirse al Creador diciéndole «Padre nuestro»! ¡Que esto te llene
de inmenso amor y gratitud!
Santificado
sea tu nombre
El
hombre tiene pertenencia e identidad. Su sustento y la gracia que lo
acompaña todos los días de su vida provienen de Dios. Jesús invita a todos
a repetir después de él el Nombre de Dios para que sea una oración incesante,
llena de amor y adoración. ¡En las alegrías y en las tristezas, en la
guerra y en la paz, sea siempre santificado el nombre de Dios!
Venga
tu reino
Al
enseñar a sus discípulos a decirle a Dios «venga tu reino», Jesús los invita a
dejar de lado las preocupaciones y odios que los distraen. Al contrario,
el discípulo está llamado a invitar a Dios a reinar en él y en el mundo entero,
para que su paz se extienda en todos los corazones.
Hágase tu voluntad
Esta petición expresa la alegría de
abandonarse a los designios de Dios; es una invitación a poner en manos de Dios
los propios planes y proyectos para hacer, en cambio, Su voluntad. Para
escapar de la tristeza y la miseria, Jesús enseña que siempre hay un camino: el
abandono a la voluntad de su Padre.
Danos hoy nuestro pan de cada día
Cada quien debe pedir a Dios Padre su
pan de cada día. Jesús enseña así que la santidad es dependencia del
Señor. Ser discípulo es entregarse a la divina providencia, momento a
momento, con total certeza y confianza.
Perdónanos nuestras ofensas, como
también nosotros perdonamos a los que nos ofenden
Jesús enseña que el perdón debe estar
en el centro de la oración del discípulo. Es necesario pedir perdón y
perdonar como lo hizo Jesús en el Calvario (Lucas
23,34). Dios es Amor y el hombre, puesto que recibe Su perdón, también
debe perdonar al prójimo, para que delante de Dios pueda un día decir «Señor,
he perdonado con todo mi corazón».
No nos dejes caer en tentación
Un fiel cristiano necesita confrontar
la tentación para descubrir su debilidad. Sin la ayuda de Dios, la
tentación doblega al hombre, porque el tentador es fuerte y astuto. Por
tanto, es necesario pedir la fuerza suficiente para no caer en la tentación. Jesús
enseña que el hombre no debe sobreestimar sus propias capacidades, ni
desanimarse o desesperarse. Jesús invita a todos a reconocer sus propios
límites y a confiar en la fuerza de Dios.
Líbranos del mal
La oración finaliza pidiendo ser
librado del mal. Los hombres, incluso aquellos menos preocupados por Dios,
a veces se sienten motivados a orar, especialmente cuando se enfrentan al
mal. Pensemos, por ejemplo, en lo abarrotadas que estaban las iglesias
estadounidenses en los días posteriores al 11 de septiembre. Estas
personas estaban convencidas de la existencia de Alguien más grande que el mal
y acudieron a Él para que los ayudara en esta difícil situación.
Peter
Cameron, OP
Fuente: Aleteia