13.11.23

¿QUÉ ENSEÑA JESÚS EN EL “PADRE NUESTRO”?

Rezar el Padre Nuestro, oración que Cristo enseñó a sus discípulos, es reconocerse hijos de Dios, creados a su imagen y semejanza, y necesitados de Él

Pascal Deloche / Godong

Un día, mientras Jesús terminaba de orar, uno de sus discípulos le pidió: «Señor, enséñanos a orar» (Lc 11,1), y Jesús les enseñó el Padre Nuestro. Pero ¿qué le pide el creyente a Dios en esta oración?

Nuestro Padre

Rezar el Padre Nuestro es reconocerse hijo de Dios, creado a su imagen y semejanza. El creyente es invitado por el mismo Jesús a llamar a Dios «Padre» y. por tanto, a reconocerse hijo de Dios. ¡Qué gracia infinita poder dirigirse al Creador diciéndole «Padre nuestro»! ¡Que esto te llene de inmenso amor y gratitud! 

Santificado sea tu nombre

El hombre tiene pertenencia e identidad. Su sustento y la gracia que lo acompaña todos los días de su vida provienen de Dios. Jesús invita a todos a repetir después de él el Nombre de Dios para que sea una oración incesante, llena de amor y adoración. ¡En las alegrías y en las tristezas, en la guerra y en la paz, sea siempre santificado el nombre de Dios! 

Venga tu reino

Al enseñar a sus discípulos a decirle a Dios «venga tu reino», Jesús los invita a dejar de lado las preocupaciones y odios que los distraen. Al contrario, el discípulo está llamado a invitar a Dios a reinar en él y en el mundo entero, para que su paz se extienda en todos los corazones. 

Hágase tu voluntad

Esta petición expresa la alegría de abandonarse a los designios de Dios; es una invitación a poner en manos de Dios los propios planes y proyectos para hacer, en cambio, Su voluntad. Para escapar de la tristeza y la miseria, Jesús enseña que siempre hay un camino: el abandono a la voluntad de su Padre.  

Danos hoy nuestro pan de cada día

Cada quien debe pedir a Dios Padre su pan de cada día. Jesús enseña así que la santidad es dependencia del Señor. Ser discípulo es entregarse a la divina providencia, momento a momento, con total certeza y confianza.

Perdónanos nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden

Jesús enseña que el perdón debe estar en el centro de la oración del discípulo. Es necesario pedir perdón y perdonar como lo hizo Jesús en el Calvario (Lucas 23,34). Dios es Amor y el hombre, puesto que recibe Su perdón, también debe perdonar al prójimo, para que delante de Dios pueda un día decir «Señor, he perdonado con todo mi corazón».

No nos dejes caer en tentación

Un fiel cristiano necesita confrontar la tentación para descubrir su debilidad. Sin la ayuda de Dios, la tentación doblega al hombre, porque el tentador es fuerte y astuto. Por tanto, es necesario pedir la fuerza suficiente para no caer en la tentación. Jesús enseña que el hombre no debe sobreestimar sus propias capacidades, ni desanimarse o desesperarse. Jesús invita a todos a reconocer sus propios límites y a confiar en la fuerza de Dios. 

Líbranos del mal

La oración finaliza pidiendo ser librado del mal. Los hombres, incluso aquellos menos preocupados por Dios, a veces se sienten motivados a orar, especialmente cuando se enfrentan al mal. Pensemos, por ejemplo, en lo abarrotadas que estaban las iglesias estadounidenses en los días posteriores al 11 de septiembre. Estas personas estaban convencidas de la existencia de Alguien más grande que el mal y acudieron a Él para que los ayudara en esta difícil situación.

Peter Cameron, OP

Fuente: Aleteia


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