El Santo
Padre ha enviado en misión a 250 familias tras el encuentro en el Aula Pablo VI
Unidad, gloria y mundo. Son las tres palabras sobre las que el Santo
Padre ha reflexionado en su discurso durante el encuentro este viernes del papa
Francisco con los miles de personas del Camino Neocatecumenal, con ocasión de
las 50 nuevas missio ad gentes, compuestas de unas 250 familias
procedentes de cinco continentes que son enviadas a la evangelización. Antes
del discurso del Santo Padre, Kiko Argüello, iniciador del Camino, ha
presentado los países donde irán en misión estas familias.
Tras saludar de forma especial a estas familias que van a viajar y que
han acogido la llamada a evangelizar, el Papa ha añadido: “Bendigo al Señor por
esto, por el don del Camino y por el don de cada uno de vosotros”.
A propósito de la unidad, el Pontífice ha recordado que esta es la
última petición de Jesús antes de la Pasión: “que haya comunión en la Iglesia”.
De este modo ha asegurado que la comunión es esencial. “El enemigo de Dios y
del hombre, el diablo, no puede nada contra el Evangelio, contra la humilde
fuerza de la oración y de los sacramentos, pero puede hacer mucho mal a la
Iglesia tentando a nuestra humanidad”, ha añadido. Es “el divisor” y comienza a
menudo con “hacernos creer que somos buenos, quizá mejores que los otros: así
tiene el terreno preparado para sembrar cizaña”. En esta línea, el Santo Padre
ha indicado a los presentes que cada carisma es una gracia de Dios para crecer
en la comunión. “Pero el carisma puede deteriorarse cuando nos cierra o
presumimos, cuando queremos distinguirnos de los otros. Y para cuidarlo, ha
asegurado, es necesaria la unidad humilde y obediente.
A continuación, el Pontífice ha subrayado que “la Iglesia es nuestra
Madre”. Después del bautismo –ha aseverado– ya no vivimos como individuos
aislados, sino que nos hemos convertido en hombres y mujeres de comunión,
llamados a ser operadores de comunión en el mundo. La fecundidad de la Iglesia,
ha indicado el Santo Padre, se expresa a través del ministerio y la guía de los
pastores. “También la institución es de hecho un carisma, porque arraiga sus
raíces en la misma fuente, que es el Espíritu Santo”, ha asegurado Francisco.
La segunda palabra de su reflexión ha sido gloria. Al respecto ha
precisado que “la gloria mundana se manifiesta cuando se es importante,
admirado, cuando se tienen bienes y éxito”. Sin embargo –ha añadido– la gloria
de Dios se revela sobre la cruz: es el amor, que allí resplandece y se difunde.
Es una gloria paradójica: sin murmullo, sin ganancia y sin aplausos. Pero solo
esta gloria “hace fecundo el Evangelio”.
Para concluir el Papa les ha presentado la palabra mundo. Así, ha
explicado que a Dios no le atrae la mundanidad, es más, la detesta; pero ama al
mundo que ha creado, y ama a sus hijos en el mundo así como son, allí donde
viven, también si están “lejos”. En esta misma línea, les ha pedido que
muestren a los hijos “la mirada tierna del Padre” y que consideren “un don las
realidades” que encuentren. Les ha exhortado también a que se familiaricen con
las culturas, las lenguas y los usos locales, “respetándoles y reconociendo las
semillas de gracia que el Espíritu ya ha extendido”.
Invitándoles a sembrar “el primer anuncio”, ha recordado que “es la
buena noticia la que debe volver, porque si no la fe corre el riesgo de
convertirse en una doctrina fría y sin vida”.
Finalmente, el Pontífice ha asegurado que evangelizar como familia,
viviendo la unidad y la sencillez, es ya un anuncio de vida, un bonito
testimonio, “por el que os doy las gracias”. El Santo Padre les ha dado las
gracias en su nombre y en el de toda la Iglesia.
Fuente: Zenit