Publican la esperada exhortación apostólica
postsinodal Amoris Laetitia del Papa Francisco
Este viernes 8 de abril la Santa Sede dio a conocer el
texto de la Exhortación Apostólica Amoris Laetitia del Papa Francisco, el documento papal más esperado de los últimos
años.
Los papas más citados en el texto son Juan Pablo II, seguido de Benedicto XVI y Pablo VI, los tres últimos Papas si no tenemos en cuenta el breve papado de Juan Pablo I. Plenamente apoyado en las Relatio de los sínodos de 2014 y 2015, síntesis del trabajo de todos los padres sinodales, presenta además abundantes citas de las catequesis sobre la familia del mismo Francisco, así como discursos en el Encuentro Mundial de las Familias, y doctrina común de Santo Tomás de Aquino, sin olvidar el Catecismo de la Iglesia Católica y documentos de diversas conferencias episcopales de múltiples naciones.
Los papas más citados en el texto son Juan Pablo II, seguido de Benedicto XVI y Pablo VI, los tres últimos Papas si no tenemos en cuenta el breve papado de Juan Pablo I. Plenamente apoyado en las Relatio de los sínodos de 2014 y 2015, síntesis del trabajo de todos los padres sinodales, presenta además abundantes citas de las catequesis sobre la familia del mismo Francisco, así como discursos en el Encuentro Mundial de las Familias, y doctrina común de Santo Tomás de Aquino, sin olvidar el Catecismo de la Iglesia Católica y documentos de diversas conferencias episcopales de múltiples naciones.
«Dios creó al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo
creó, varón y mujer los creó» (1,27). Sorprendentemente, la «imagen de Dios»
tiene como paralelo explicativo precisamente a la pareja «hombre y mujer».
¿Significa esto que Dios mismo es sexuado o que con él hay una compañera
divina, como creían algunas religiones antiguas? Obviamente no (...) la
fecundidad de la pareja humana es «imagen» viva y eficaz, signo visible del
acto creador. La pareja que ama y genera la vida es la verdadera «
escultura » viviente capaz de manifestar al Dios creador y salvador. Por eso el
amor fecundo llega a ser el símbolo de las realidades íntimas de Dios. (10)
2. El trabajo, cooperación en la creación divina,
nunca un castigo.
Al comienzo del Salmo 128, el padre es presentado como
un trabajador, quien con la obra de sus manos puede sostener el bienestar
físico y la serenidad de su familia: «Comerás del trabajo de tus manos, serás
dichoso, te irá bien». (23) Se comprende que la desocupación y la
precariedad laboral se transformen en sufrimiento, como se hace notar en el
librito de Rut y como recuerda Jesús en la parábola de los trabajadores
sentados, en un ocio forzado, en la plaza del pueblo (...) y esta
ausencia de fuentes de trabajo afecta de diferentes maneras a la serenidad de
las familias. (25)
3. Acecho de una cultura individualista exagerada.
«Hay que considerar el creciente peligro que
representa un individualismo exasperado que desvirtúa los vínculos familiares y
acaba por considerar a cada componente de la familia como una isla, haciendo
que prevalezca, en ciertos casos, la idea de un sujeto que se construye según
sus propios deseos asumidos con carácter absoluto”. “Las tensiones inducidas
por una cultura individualista exagerada de la posesión y del disfrute generan
dentro de las familias dinámicas de intolerancia y agresividad". (33)
4. Ritmo de vida acelerado que dificulta la vida de
las familias.
Quisiera agregar el ritmo de vida actual, el estrés,
la organización social y laboral, porque son factores culturales que ponen en
riesgo la posibilidad de opciones permanentes. Al mismo tiempo, encontramos
fenómenos ambiguos. Por ejemplo, se aprecia una personalización que apuesta por
la autenticidad en lugar de reproducir comportamientos pautados. Es un valor
que (...) mal orientado, puede crear actitudes de permanente sospecha, de huida
de los compromisos, de encierro en la comodidad, de arrogancia.
La libertad
para elegir permite proyectar la propia vida y cultivar lo mejor de uno mismo,
perosi no tiene objetivos nobles y disciplina personal, degenera en una
incapacidad de donarse generosamente. (...) Podemos destacar también un
loable sentido de justicia; pero, mal entendido, convierte a los ciudadanos en
clientes que sólo exigen prestaciones de servicios. Si estos riesgos se
trasladan al modo de entender la familia, esta puede convertirse en un lugar de
paso, al que uno acude cuando le parece conveniente para sí mismo, o donde uno
va a reclamar derechos, mientras los vínculos quedan abandonados a la
precariedad voluble de los deseos y las circunstancias. (34)
5. La propuesta del matrimonio cristiano al mundo,
fuente de humanidad.
Los cristianos no podemos renunciar a proponer
el matrimonio con el fin de no contradecir la sensibilidad actual (...)
estaríamos privando al mundo de los valores que podemos y debemos aportar.
(...) Nos cabe un esfuerzo más responsable y generoso, que consiste en
presentar las razones y las motivaciones para optar por el matrimonio y la
familia, de manera que las personas estén mejor dispuestas a responder a la
gracia que Dios les ofrece. (35)
6. El matrimonio, entorno de crecimiento personal.
Tenemos dificultad para presentar al matrimonio más
como un camino dinámico de desarrollo y realización que como un peso a soportar
toda la vida. También nos cuesta dejar espacio a la conciencia de los fieles,
que muchas veces responden lo mejor posible al Evangelio en medio de sus límites
y pueden desarrollar su propio discernimiento ante situaciones donde se rompen
todos los esquemas. Estamos llamados a formar las conciencias, pero no
a pretender sustituirlas. (37)
7. El peligro del secularismo y la decadencia
cultural, junto a la “cultura de lo provisorio”.
Debemos agradecer que la mayor parte de la gente
valora las relaciones familiares que quieren permanecer en el tiempo y que
aseguran el respeto al otro. (...) Muchos estiman la fuerza de la
gracia que experimentan en la Reconciliación sacramental y en la Eucaristía,
que les permite sobrellevar los desafíos del matrimonio y la familia. En
algunos países, especialmente en distintas partes de África, el secularismo no
ha logrado debilitar algunos valores tradicionales, y en cada matrimonio se
produce una fuerte unión entre dos familias ampliadas, donde todavía se
conserva un sistema bien definido de gestión de conflictos y dificultades. (38)
8. El culto a la afectividad sin límites, al sexo de
consumo y al uso desmedido de Internet
Los Padres sinodales se refirieron a las actuales
«tendencias culturales que parecen imponer una efectividad sin límites, […] una
afectividad narcisista, inestable y cambiante que no ayuda siempre a los
sujetos a alcanzar una mayor madurez». Han dicho que están preocupados por «una
cierta difusión de la pornografía y de la comercialización del cuerpo,
favorecida entre otras cosas por un uso desequilibrado de Internet», y por «la
situación de las personas que se ven obligadas a practicar la prostitución. En
este contexto, «los cónyuges se sienten a menudo inseguros, indecisos y les
cuesta encontrar los modos para crecer. Son muchos los que suelen
quedarse en los estadios primarios de la vida emocional y sexual. (...) Las
crisis matrimoniales frecuentemente «se afrontan de un modo superficial y sin
la valentía de la paciencia, del diálogo sincero, del perdón recíproco, de la
reconciliación y también del sacrificio. (41)
9. Mentalidad antinatalista y políticas mundiales de
salud reproductiva. Intervencionismo del Estado.
«Asimismo, el descenso demográfico, debido a una
mentalidad antinatalista y promovido por las políticas mundiales de salud
reproductiva, no sólo determina una situación en la que el sucederse de las
generaciones ya no está asegurado, sino que se corre el riesgo de que con el
tiempo lleve a un empobrecimiento económico y a una pérdida de esperanza en el
futuro. El avance de las biotecnologías también ha tenido un fuerte impacto
sobre la natalidad ». Es verdad que la conciencia recta de los esposos, cuando han
sido muy generosos en la comunicación de la vida, puede orientarlos a la
decisión de limitar el número de hijos por motivos suficientemente serios, pero
también, «por amor a esta dignidad de la conciencia, la Iglesia rechaza
con todas sus fuerzas las intervenciones coercitivas del Estado en favor de la
anticoncepción, la esterilización e incluso del aborto». (...)
Asimismo,
hay una sensación general de impotencia frente a la realidad socioeconómica que
a menudo acaba por aplastar a las familias […] (...) El Estado tiene la
responsabilidad de crear las condiciones legislativas y laborales para
garantizar el futuro de los jóvenes y ayudarlos a realizar su proyecto de
formar una familia». (42)
10. La eutanasia y el suicidio asistido son graves
amenazas.
«Valorar la fase conclusiva de la vida es todavía más
necesario hoy, porque en la sociedad actual se trata de cancelar de todos los
modos posibles el momento del tránsito. (...) La eutanasia y el
suicidio asistido son graves amenazas para las familias de todo el mundo.
(...) La Iglesia, mientras se opone firmemente a estas prácticas, siente el
deber de ayudar a las familias que cuidan de sus miembros ancianos y enfermos».
(48)
11. Difícil conciliación trabajo/familia. Ansiedad.
La función educativa, que se ve dificultada, entre
otras causas, porque los padres llegan a su casa cansados y sin ganas
de conversar, en muchas familias ya ni siquiera existe el hábito de comer
juntos, y crece una gran variedad de ofertas de distracción además de la
adicción a la televisión. Esto dificulta la transmisión de la fe de padres a
hijos. Otros indicaron que las familias suelen estar enfermas por una enorme
ansiedad. Parece haber más preocupación por prevenir problemas futuros que por
compartir el presente. (50)
12. Sólo la unión exclusiva e indisoluble entre un
varón y una mujer cumple una función social plena.
Nadie puede pensar que debilitar a la familia como
sociedad natural fundada en el matrimonio es algo que favorece a la sociedad.
(...) Ya no se advierte con claridad que sólo la unión exclusiva e indisoluble
entre un varón y una mujer cumple una función social plena, por ser un
compromiso estable y por hacer posible la fecundidad. Debemos reconocer la gran
variedad de situaciones familiares que pueden brindar cierta estabilidad, pero las
uniones de hecho o entre personas del mismo sexo, por ejemplo, no pueden
equipararse sin más al matrimonio. Ninguna unión precaria o cerrada a la
comunicación de la vida nos asegura el futuro de la sociedad. (51)
13. La mujer como víctima: violencia física,
mercantilización del cuerpo y los vientres de alquiler.
Deseo resaltar que, aunque hubo notables mejoras en el
reconocimiento de los derechos de la mujer y en su participación en el espacio
público, todavía hay mucho que avanzar en algunos países. (...) La
violencia verbal, física y sexual que se ejerce contra las mujeres en algunos
matrimonios contradice la naturaleza misma de la unión conyugal. Pienso en
la grave mutilación genital de la mujer en algunas culturas, pero también en la
desigualdad del acceso a puestos de trabajo dignos y a los lugares donde se
toman las decisiones. (...) pero recordemos también el alquiler de vientres o
«la instrumentalización y mercantilización del cuerpo femenino en la actual
cultura mediática ». (54)
14. La mentira antropológica de la “ideología de
género”. La desvirtualización del acto generativo.
Otro desafío surge de diversas formas de una
ideología, genéricamente llamada gender, que «niega la
diferencia y la reciprocidad natural de hombre y de mujer. Esta presenta
una sociedad sin diferencias de sexo, y vacía el fundamento antropológico de la
familia. Esta ideología lleva a proyectos educativos y directrices legislativos
que promueven una identidad personal y una intimidad afectiva radicalmente
desvinculadas de la diversidad biológica entre hombre y mujer. (...) procuran
imponerse como un pensamiento único que determine incluso la educación de los
niños. No hay que ignorar que « el sexo biológico (sex) y el papel
sociocultural del sexo (gender), se pueden distinguir pero no separar».
Por otra parte, «la revolución biotecnológica en el campo de la procreación
humana ha introducido la posibilidad de manipular el acto generativo,
convirtiéndolo en independiente de la relación sexual entre hombre y mujer.
(...) Somos llamados a custodiar nuestra humanidad, y eso significa ante todo
aceptarla y respetarla como ha sido creada. (56)
15. Validez de la Humanae Vitae.
El acompañamiento debe alentar a los esposos a ser
generosos en la comunicación de la vida. «De acuerdo con el carácter personal y
humanamente completo del amor conyugal, (...) es preciso redescubrir el mensaje
de la Encíclica Humanae vitae (cf. 10-14) y la Exhortación
apostólica Familiaris consortio (cf. 14; 28-35) para
contrarrestar una mentalidad a menudo hostil a la vida […] La elección
responsable de la paternidad presupone la formación de la conciencia que es “el
núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que este se siente a solas
con Dios, cuya voz resuena en el recinto más íntimo de aquella” (Gaudium et
spes, 16). (...) «Se ha de promover el uso de los métodos basados en los
“ritmos naturales de fecundidad” (Humanae vitae, 11). También se debe
hacer ver que “estos métodos respetan el cuerpo de los esposos, fomentan el
afecto entre ellos y favorecen la educación de una libertad auténtica” (Catecismo
de la Iglesia Católica, 2370), insistiendo siempre en que los hijos son un
maravilloso don de Dios, una alegría para los padres y para la Iglesia. A
través de ellos el Señor renueva el mundo». (22)
16. Acogida de las personas en posteriores uniones de
vida marital.
A las personas divorciadas que viven en nueva unión,
es importante hacerles sentir que son parte de la Iglesia, que «no están
excomulgadas» y no son tratadas como tales, porque siempre integran la comunión
eclesial. Estas situaciones «exigen un atento discernimiento y un
acompañamiento con gran respeto, evitando todo lenguaje y actitud que las haga
sentir discriminadas, y promoviendo su participación en la vida de la
comunidad». (243).
Fuente:
ReL