Este domingo se
ha celebrado la jornada de Acción Católica y Apostolado Seglar
“En
una civilización paradójicamente herida de anonimato y, a la vez, obsesionada
por los detalles de la vida de los demás, impudorosamente enferma de curiosidad
malsana, la Iglesia […] tendrá que iniciar a sus hermanos –sacerdotes,
religiosos, laicos– en el arte del acompañamiento […].
Más
que nunca necesitamos de hombres y mujeres que, desde su experiencia de
acompañamiento, conozcan los procesos donde campea la prudencia, la capacidad
de comprensión, el arte de esperar, la docilidad al espíritu, para cuidar entre
todos a las ovejas que se nos confían de los lobos que intentan disgregar el
rebaño”.
Estas palabras del Papa Francisco en Evangelii gaudium
sostienen todo el ambicioso proyecto que Acción Católica General quiere
desarrollar en las diócesis españolas: implantar desde las parroquias unos
itinerarios claros de acompañamiento personal para niños, jóvenes y adultos,
que permitan a cada cristiano encontrar, para su día a día y en todas las
etapas de su vida, el apoyo sistemático de otros laicos con más experiencia de
vida cristiana. Un acompañamiento integral –intelectual, afectivo, espiritual,
pastoral y educativo– que va mucho más allá del consejo puntual ante un apuro,
y que busca ayudar al otro a descubrir la voluntad de Dios, sin caer en una
especie de coaching cristiano.
Cauces
para una fe integral
Como
explica el presidente de Acción Católica General (ACG), el malagueño Antonio
Moreno, «la vida de un cristiano se nutre de la oración personal, la
participación en la Eucaristía y en los sacramentos, el ejercicio de la caridad
y la integración en la comunidad para crecer en la fe. Hasta aquí todos estamos
de acuerdo.
El
problema es que en muchos casos, salvo ir a Misa y confesarse –que no es poco–,
no hay cauces para que los laicos participen en la parroquia si no es haciendo
una función, como ser catequista, del equipo de liturgia o voluntario en
Cáritas. En el mejor de los casos se forman para esa labor, y como mucho pueden
participar de otros grupos que ponen el acento en algún tipo de espiritualidad:
grupos de matrimonios, de lectio divina, etc.».
El
resultado es que la parroquia se llena de grupos estancos, sin contacto entre
sí, y que “obligan” al laico a multiplicar su presencia varios días a la semana
si quiere cultivar distintos ámbitos de su fe.
Moreno
lamenta que “a muchos católicos, su comunidad no les ayuda a crecer en todos
los ámbitos, sino en uno solo, o peor, busca que se den sin que puedan
alimentar su fe”. Y “en una sociedad donde la fe se diluye cada vez más, e
incluso se combate, hacen falta lugares de crecimiento integral”, añade.
Grupos
“sin apellidos”
Para
dar respuesta a esta situación, y con el respaldo de la Conferencia Episcopal,
Acción Católica lleva desde 2012 trabajando para implantar unos grupos
parroquiales “sin apellidos”, en los que los laicos –niños, jóvenes y adultos–
pueden compartir su fe “buscando el equilibrio entre la formación, la
oración-celebración, y el compromiso de vida, adaptándose a cada edad y
situación”.
Desde
la delegación diocesana de Acción Católica se ayuda a seglares y párrocos a
establecer estos grupos en su comunidad –integrándolos en cada parroquia para
que no se dupliquen los grupos–, para que los laicos puedan cultivar los
distintos aspectos de la fe en una sola reunión semanal.
Protagonismo
de los laicos
El
principal matiz de estos grupos, no obstante, estriba en el protagonismo de los
seglares. Según explican desde la Acción Católica General, “en cada grupo hay
un laico nombrado por los responsables diocesanos de Acción Católica que, como
acompañante de los demás, guía las reuniones siguiendo los materiales que hemos
preparado (y que tienen el visto bueno de los obispos)”. En las etapas de
comunión y confirmación, “son materiales de catequesis adaptados a cada
diócesis, para evitar que se dupliquen grupos en la parroquia”, pero con los
adultos y jóvenes ya confirmados “el acompañante no es un catequista, sino un
seglar formado para esa labor, con experiencia probada de vida de fe que le
permite ayudar a los demás, y que trabaja con el sacerdote, pero de forma
autónoma”.
Párrocos
reticentes
Una
de las diócesis que mejor ha acogido la iniciativa es la de Córdoba, donde casi
60 parroquias cuentan con este tipo de grupos, “gracias al impulso del obispo,
don Demetrio, que ha apostado muy fuerte por este método, y gracias a los
párrocos, que lo han valorado muy bien”, explica Antonio Moreno. En otras
diócesis el proceso va más lento, y no por falta de entusiasmo de los obispos…
“Hay
párrocos reticentes a cambiar su forma de trabajar –añade el presidente de la
ACG–. Pero la mayoría, al conocer la iniciativa, se dan cuenta de que este
instrumento ayuda a madurar al laicado, porque además del acompañamiento del
sacerdote en la parroquia (a veces con curas desbordados que solo tienen tiempo
para confesar antes de Misa), el grupo es una primera ayuda para la persona,
que descubre la corrección fraterna y la oración mutua”.
Un
trato de tú a tú
La
experiencia de años en el apostolado de laicos ha enseñado a los dirigentes de
Acción Católica que algunas circunstancias personales necesitan de orientación,
pero no pueden tratarse en grupo. Y es ahí donde entra el acompañamiento
personal.
“Igual
que un compañero que lleve más años de estudio puede ayudarte en tu carrera,
también un cristiano con más experiencia en la vida de fe te puede ayudar en la
vida cristiana”, dice Moreno desde su propia experiencia. “Vivir acompañado por
otros hermanos ha sido clave para tomarme en serio la fe. No voy a buscar
recetas, ni a que me digan qué tengo que hacer, sino a compartir mi vida y a
que, de forma natural y respetuosa, me ayuden a descubrir la voluntad de Dios”.
Sin
jugar a ser cura o psicólogo
Desde
Acción Católica matizan que “a través de encuentros periódicos (normalmente
cada mes), el acompañante laico pone su experiencia de vida al servicio del
hermano, partiendo de su realidad en cada momento, cuidando con respeto de su
intimidad, y ayudándole a que alcance su plenitud, sin sustituirle, ni jugar a
ser sacerdote o psicólogo”. Porque el acompañamiento seglar no sustituye a la
dirección espiritual, ni menos a la psicoterapia.
Tampoco
es un mero consejero ni un “entrenador espiritual personal», sino «una persona
de confianza, de la que te fías porque te lleva a Dios, con la que revisas tu
proyecto de vida, y que en último término te deriva al sacerdote o a la
Confesión”, explica Moreno. La confianza, la discreción y la prudencia son
esenciales, aunque “no son sinónimo de secretismo”, añade.
Formados
para ayudar
Las
cualidades humanas que exige ser acompañante implican que no todo el mundo
valga para serlo. Por eso, Acción Católica elige con mucho cuidado a estos
laicos, y además organiza reuniones de formación cada dos meses y encuentros
anuales, en los que se da a los seglares pautas de psicología, espiritualidad,
afectividad y pastoral. También se ha desarrollado un Decálogo del acompañante
a partir de la Evangelii gaudium, que insiste en la necesidad de que el
acompañante viva su fe dentro de un grupo y acompañado a su vez por otros.
Todo
para que, como concluye Moreno, «nadie en la Iglesia se sienta solo y para que
los laicos asumamos la responsabilidad que tenemos para que nuestros hermanos
lleguen a vivir su vida unidos a Cristo».
José
Antonio Méndez
Fuente:
Artículo originalmente publicado por Alfa y Omega