Inicio de la Iglesia Católica, fiesta que
se celebra 50 días después de la Pascua, 15 de mayo de 2016
Origen de la fiesta
Los judíos celebraban una fiesta para dar
gracias por las cosechas, 50 días después de la pascua. De ahí viene el nombre
de Pentecostés. Luego, el sentido de la celebración cambió por el dar gracias
por la Ley entregada a Moisés.
En esta fiesta recordaban el día en que
Moisés subió al Monte Sinaí y recibió las tablas de la Ley y le enseñó al
pueblo de Israel lo que Dios quería de ellos. Celebraban así, la alianza del
Antiguo Testamento que el pueblo estableció con Dios: ellos se comprometieron a
vivir según sus mandamientos y Dios se comprometió a estar con ellos siempre.
En el marco de esta fiesta judía es donde
surge nuestra fiesta cristiana de Pentecostés.
La Promesa del Espíritu Santo
Durante la Última Cena, Jesús les promete
a sus apóstoles: “Mi Padre os dará otro Abogado, que estará con
vosotros para siempre: el espíritu de Verdad” (San Juan 14, 16-17).
Más adelante les dice: “Les he dicho
estas cosas mientras estoy con ustedes; pero el Abogado, El Espíritu Santo, que
el Padre enviará en mi nombre, ése les enseñará todo y traerá a la memoria todo
lo que yo les he dicho.” (San Juan 14, 25-26).
Al terminar la cena, les vuelve a hacer la
misma promesa: “Les conviene que yo me vaya, pues al irme vendrá el
Abogado,... muchas cosas tengo todavía que decirles, pero no se las diré ahora.
Cuando venga Aquél, el Espíritu de Verdad, os guiará hasta la verdad
completa,... y os comunicará las cosas que están por venir” (San Juan
16, 7-14).
En el calendario del Año Litúrgico,
después de la fiesta de la Ascensión, a los cincuenta días de la Resurrección
de Jesús, celebramos la fiesta de Pentecostés.
Explicación de la fiesta:
Después de la Ascensión de Jesús, se
encontraban reunidos los apóstoles con la Madre de Jesús. Era el día de la
fiesta de Pentecostés. Tenían miedo de salir a predicar. Repentinamente, se
escuchó un fuerte viento y pequeñas lenguas de fuego se posaron sobre cada uno
de ellos.
Quedaron llenos del Espíritu Santo y
empezaron a hablar en lenguas desconocidas.
En esos días, había muchos extranjeros y
visitantes en Jerusalén, que venían de todas partes del mundo a celebrar la
fiesta de Pentecostés judía. Cada uno oía hablar a los apóstoles en su propio
idioma y entendían a la perfección lo que ellos hablaban.
Todos ellos, desde ese día, ya no tuvieron
miedo y salieron a predicar a todo el mundo las enseñanzas de Jesús. El
Espíritu Santo les dio fuerzas para la gran misión que tenían que cumplir:
Llevar la palabra de Jesús a todas las naciones, y bautizar a todos los hombres
en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Es este día cuando
comenzó a existir la Iglesia como tal.
¿Quién es el Espírtu Santo?
El Espíritu Santo es Dios, es la Tercera
Persona de la Santísima Trinidad. La Iglesia nos enseña que el Espíritu Santo
es el amor que existe entre el Padre y el Hijo. Este amor es tan grande y tan
perfecto que forma una tercera persona. El Espíritu Santo llena nuestras almas
en el Bautismo y después, de manera perfecta, en la Confirmación. Con el amor
divino de Dios dentro de nosotros, somos capaces de amar a Dios y al prójimo.
El Espíritu Santo nos ayuda a cumplir nuestro compromiso de vida con Jesús.
Señales del Espíritu Santo:
El viento, el fuego, la paloma.
Estos símbolos nos revelan los poderes que
el Espíritu Santo nos da: El viento es una fuerza invisible pero real. Así es
el Espíritu Santo. El fuego es un elemento que limpia. Por ejemplo, se prende
fuego al terreno para quitarle las malas hierbas y poder sembrar buenas
semillas. En los laboratorios médicos para purificar a los instrumentos se les
prende fuego.
El Espíritu Santo es una fuerza invisible
y poderosa que habita en nosotros y nos purifica de nuestro egoísmo para dejar
paso al amor.
Nombres del Espíritu Santo.
El Espíritu Santo ha recibido varios
nombres a lo largo del nuevo Testamento: el Espíritu de verdad, el Abogado, el
Paráclito, el Consolador, el Santificador. Misión del Espíritu Santo:
• El Espíritu Santo es santificador: Para
que el Espíritu Santo logre cumplir con su función, necesitamos entregarnos
totalmente a Él y dejarnos conducir dócilmente por sus inspiraciones para que
pueda perfeccionarnos y crecer todos los días en la santidad.
• El Espíritu Santo mora en nosotros: En
San Juan 14, 16, encontramos la siguiente frase: “Yo rogaré al Padre y les dará
otro abogado que estará con ustedes para siempre”. También, en I Corintios 3.
16 dice: “¿No saben que son templo de Dios y que el Espíritu Santo habita en
ustedes?”. Es por esta razón que debemos respetar nuestro cuerpo y nuestra
alma. Está en nosotros para obrar porque es “dador de vida” y es el amor. Esta
aceptación está condicionada a nuestra aceptación y libre colaboración. Si nos
entregamos a su acción amorosa y santificadora, hará maravillas en nosotros.
• El Espíritu Santo ora en nosotros:
Necesitamos de un gran silencio interior y de una profunda pobreza espiritual
para pedir que ore en nosotros el Espíritu Santo. Dejar que Dios ore en
nosotros siendo dóciles al Espíritu. Dios interviene para bien de los que le
aman.
• El Espíritu Santo nos lleva a la verdad
plena, nos fortalece para que podamos ser testigos del Señor, nos muestra la
maravillosa riqueza del mensaje cristiano, nos llena de amor, de paz, de gozo,
de fe y de creciente esperanza.
El Espíritu Santo y la Iglesia:
Desde la fundación de la Iglesia el día de
Pentecostés, el Espíritu Santo es quien la construye, anima y santifica, le da
vida y unidad y la enriquece con sus dones.
• El Espíritu Santo sigue trabajando en la
Iglesia de muchas maneras distintas, inspirando, motivando e impulsando a los
cristianos, en forma individual o como Iglesia entera, al proclamar la Buena
Nueva de Jesús.
Por ejemplo, puede inspirar al Papa a dar un mensaje
importante a la humanidad; inspirar al obispo de una diócesis para promover un
apostolado; etc.
• El Espíritu Santo asiste especialmente
al representante de Cristo en la Tierra, el Papa, para que guíe rectamente a la
Iglesia y cumpla su labor de pastor del rebaño de Jesucristo.
• El Espíritu Santo construye, santifica y
da vida y unidad a la Iglesia.
• El Espíritu Santo tiene el poder de
animarnos y santificarnos y lograr en nosotros actos que, por nosotros, no
realizaríamos. Esto lo hace a través de sus siete dones.
Los siete dones del Espíritu Santo:
Estos dones son regalos de Dios y sólo con
nuestro esfuerzo no podemos hacer que crezcan o se desarrollen. Necesitan de la
acción directa del Espíritu Santo para poder actuar con ellos.
• SABIDURÍA: Nos permite entender,
experimentar y saborear las cosas divinas, para poder juzgarlas rectamente.
• ENTENDIMIENTO: Por él, nuestra
inteligencia se hace apta para entender intuitivamente las verdades reveladas y
las naturales de acuerdo al fin sobrenatural que tienen. Nos ayuda a entender
el porqué de las cosas que nos manda Dios.
• CIENCIA: Hace capaz a nuestra
inteligencia de juzgar rectamente las cosas creadas de acuerdo con su fin
sobrenatural. Nos ayuda a pensar bien y a entender con fe las cosas del mundo.
• CONSEJO: Permite que el alma intuya
rectamente lo que debe de hacer en una circunstancia determinada. Nos ayuda a
ser buenos consejeros de los demás, guiándolos por el camino del bien.
• FORTALEZA: Fortalece al alma para
practicar toda clase de virtudes heroicas con invencible confianza en superar
los mayores peligros o dificultades que puedan surgir. Nos ayuda a no caer en
las tentaciones que nos ponga el demonio.
• PIEDAD: Es un regalo que le da
Dios al alma para ayudarle a amar a Dios como Padre y a los hombres como
hermanos, ayudándolos y respetándolos.
• TEMOR DE DIOS: Le da al alma la
docilidad para apartarse del pecado por temor a disgustar a Dios que es su
supremo bien. Nos ayuda a respetar a Dios, a darle su lugar como la persona más
importante y buena del mundo, a nunca decir nada contra Él.
Oración al Espíritu Santo
Ven Espíritu Santo, llena los corazones de
tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor; envía Señor tu Espíritu
Creador y se renovará la faz de la tierra.
Oh Dios, que quisiste ilustrar los
corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo, concédenos que, guiados
por este mismo Espíritu, obremos rectamente y gocemos de tu consuelo.
Por Jesucristo, nuestro Señor
Amén.
Fuente: Catholic.net