Eucaristía y sufrimiento
Jesús ha sido,
es y será el varón de los dolores: rechazado, perseguido, incomprendido,
criticado, atacado.
¿Cuáles son los
sufrimientos que experimenta Cristo en la Eucaristía?
- El abandono
de muchos que no vienen, que no lo visitan, que no lo reciben en la comunión.
- La
profanación brutal de quienes entraron en las iglesias, saquearon, rompieron,
abrieron Sagrarios, tiraron y pisotearon las Hostias consagradas.
- Los
sacrilegios de quienes comulgaron sin las debidas disposiciones del alma, es
decir, estando en pecado grave.
- Las
distracciones de tantos cristianos que vienen a misa y están mirando
quién entra, quién sale, quién pasa.
- La falta de
unción, de delicadeza y de respeto de algunos sacerdotes que no celebran la
misa con fervor, con atención, pues la celebran con prisa, rápidamente, tal vez
omitiendo una lectura, el sermón.
- Iglesias
destartaladas, llenas de polvo, manteles sucios, cálices en mal estado.
- Comuniones en
manos sucias, partículas consagradas que se pierden, donde está también todo entero
Jesús Eucaristía.
- Gente que
habla durante la misa o en alguna otra ceremonia litúrgica.
- Sufrimientos
porque no hay sacerdotes que puedan celebrar la Eucaristía en tantos pueblos.
- Burlas, risas, carcajadas de gente sin fe, sin respeto, irreverentes ante
este sacramento admirable.
¡Lo que no ha sufrido Jesús a lo largo de estos veintiún siglos! ¡Cómo le
gustaría a Él salir, airearse, gritar que nos ama! Y sin embargo está
encerrado, en silencio, como el eterno prisionero.
¿Cómo sufre
Jesús estos atropellos?
Con paciencia y
en silencio, al igual que cuando Judas en la pasión llegó y lo besó con beso
traicionero y los enemigos lo atacaron, lo escupieron, lo golpearon. Él nada
dijo, calló y sufrió en silencio. Así también ahora en la Eucaristía sufre
todas estas ofensas con gran paciencia, esperando que algún día valoremos y
respetemos en su justa medida este Sacramento del Altar.
Sufre también
con amor. Quiere ganarnos a base de amor, atrayéndonos con lazos de amistad.
Este amor es un amor de entrega, de sacrificio.
Y con dolor.
Sufre una vez más su pasión y muerte.
El
sufrimiento…Duro y difícil experimentar el sufrimiento.
¿Por qué y para
qué sufrir?
El problema
está en sufrir sin sentido. Y es este sufrimiento sin sentido el que escuece y
levanta las rebeldías, a veces hasta las alturas de la exageración. Y hay
quienes se cierran a cal y canto, y reaccionan ciegamente en medio de un
resentimiento total y estéril en que acaban por quemarse por completo.
¿Qué hacemos
con el dolor?
Está la actitud
de quienes lo quieren eliminar. De hecho, la medicina busca este objetivo. El
sufrimiento físico que se pueda eliminar, no está mal.
Asimilarlo.
Para participar con Cristo en la redención. “Sufro en mi carne lo que
falta a los sufrimientos de Cristo por su cuerpo, que es la Iglesia”. Como
Job, que después de todas las luchas, ya no formula preguntas, ni defiende su
inocencia, sino que queda en silencio, dobla las rodillas y se postra en el
suelo hasta tocar su frente con el polvo, y adora: “Sé que eres
poderoso, he hablado como un hombre ignorante. Por eso retracto mis palabras,
me arrepiento en el polvo y la ceniza” (Job 42, 1-6).
Está claro:
adorando, todo se entiende. Cuando las rodillas se doblan, el corazón se
inclina, la mente se calla ante enigmas que nos sobrepasan definitivamente,
entonces las rebeldías se las lleva el viento, las angustias se evaporan y la
paz llena todos los espacios de nuestra alma.
Es en la
Eucaristía donde Cristo recoge nuestros sufrimientos y les da sentido y
hondura. Es en la Eucaristía donde sacamos las fuerzas para sobrellevar nuestro
sufrimiento con dignidad, unido a Cristo.
Por: P. Antonio
Rivero LC
Fuente:
Catholic.net