La maternidad vuelve a las
mujeres fuertes de forma sorprendente
Los hijos hacen salir todas
las emociones, miedos y debilidades. Una vez que nos volvemos padres y madres,
los niños son rápidos en mostrarnos las áreas donde nuestras voluntades se
desintegran y donde nuestros corazones se derriten. Y descubrimos cuán
desesperadamente necesitamos dormir para funcionar correctamente.
No hay duda
sobre eso: criar niños es ponerse cara a cara con las fallas y
debilidades, y seguir avanzando de cualquier manera.
Porque para cada área en
que ser madre revela una debilidad, también revela muchos puntos fuertes,
aspectos que podríamos nunca haber notado sobre nosotras mismas – aquellos que
nunca siquiera imaginábamos que podríamos tener – llegan con nuestros hijos.
La maternidad no sólo
revela los puntos fuertes ya existentes (como nuestra increíble paciencia),
sino también nos ayuda a desarrollar nuevas áreas de fuerza. A pesar de
que algunos días nuestros cuerpos y mentes sienten que no pueden más,
en última instancia, la maternidad – con las alegrías y desafíos de criar hijos
– nos vuelve más fuerte, ensancha nuestros corazones, mentes y almas de la
mejor manera.
Entonces, si estás
teniendo un gran día en que te sientes fuerte y poderosa o estás teniendo un
día difícil en que todas tus debilidades parecen expuestas, recuerda: tú eres
fuerte.
Tú
eres una competidora feroz
No estamos hablando de
un tipo de competición material, por bienes y riquezas. Hay una especie de
buena competición que surge de la maternidad. Es la que ayuda a fortalecer
nuestro carácter y quienes somos como mujeres. Curiosamente, un estudio
reciente mostró que las mujeres son, en general, menos competitivas que los
hombres, pero si nuestros hijos están en juego, las mujeres se vuelven tan
competitivas como los hombres.
Mientras le mujer teme
pedir un aumento en el trabajo antes de los niños, una madre va más allá,
especialmente si ese aumento fuera crucial para ayudar a apoyar a su familia.
El mismo principio también se aplica fuera de la oficina. El estudio descubrió
que las mujeres que compiten por un premio en dinero para sí mismas son menos
competitivas que las mujeres que compiten por un premio para sus hijos.
Es algo semejante al
famoso fenómeno de la “mamá osa”. Somos dulces y agradables, hasta que alguien
se interponga entre nosotras y nuestros hijos, o nos impida ofrecerles las
cosas que necesitan.
No
tienes miedo de llorar
Aunque pedir ayuda te
puede hacer sentir débil, la verdad es: conocer nuestros límites y saber cuándo
se necesita ayuda es una señal clara de fuerza.
Cuando la actriz Lucy
Liu volvió al trabajo después de tener a su hijo, Rockwell, dijo: “tuve que
pedir mucha ayuda, y no me avergoncé por ello”. Y Liu descubrió que le
encantaba tener una “comunidad” para ayudar a cuidar a su hijo. Al intentar
hacer todo nos sobrecargamos y nos debilitamos.
Tú
tienes músculos de madre
Mientras que en el
nacimiento los bebés muestran una destreza física más allá de lo imaginable,
las madres ganan beneficios con la fuerza física que ejercen diariamente.
Imagina estas escenas
(tan comunes a todas nosotras): la mamá cargando a un bebé y empujando el
carrito con otro niño. La mamá persiguiendo a sus pequeños y ellos alejándose a
una velocidad increíble. La mamá luchando con el niño para vestirlo.
Todas esas cosas
construyen la fuerza física real.
Y no termina en los años
de bebé. La maternidad sigue su programa de preparación física, cuando estamos
dando volteretas o jugando a la pelota en el césped.
Tú
eres más valiente que nunca
Cuando hablamos de
incapacidades, queremos decir muchas veces miedos. Y son los padres quienes
tienen los más legítimos miedos: que nuestros hijos se enfermen o lastimen o se
pierdan. Pero una gran parte de ser madre enfrenta esos temores. Calmamente,
mirando sus ojos, encontramos esas reservas profundas de valor.
La mayoría de las veces,
es ese poco del día a día, que las madres conquistan. Cuando el niño se raspa
la rodilla o se encuentra una araña en la bañera, tú necesitas superar tus
miedos a las arañas y a la sangre y hacer pequeñas “operaciones”. Y en este
proceso de excavar hondo y enfrentar nuestros miedos, crecemos y nos superamos.
Tu
fe es más firme
Aunque ser madre genere
dudas, especialmente cuando se lidia con un niño difícil o enfermo, la verdad
es que nada fortalece tanto la creencia como la maternidad. Además del hecho de
que nuestros hijos nos hacen rezar más (por su seguridad, principalmente),
cuando experimentamos el amor profundo e inquebrantable que sentimos por ellos,
eso nos ayuda a creer en el amor aún más profundamente, y eterno, que Dios,
nuestro Padre, siente por nosotras y nuestros hijos.
Una vez que entendemos
ese amor, nos ayuda a comprender por qué a veces Dios dice no a nuestras
oraciones (porque no es bueno para ti) y por qué Él nos pide perdonar a los
demás (tienes que estás arrepentida) y amar al prójimo. Porque esos actos son
muchas veces lo mejor que podemos hacer.
CARYN RIVADENEIRA
Fuente: Aleteia