El Apocalipsis no es el
choque de un asteroide contra el planeta Tierra ni el Harmagedón el lugar de la
lucha final entre Cristo y Satanás
El cambio cultural en el que
estamos inmersos afecta todas las dimensiones de la vida humana, también la
religiosa. Varios analistas advierten que observar lo que sucede con la
religión nos puede ayudar a comprender lo que sucede con la sociedad en su conjunto.
En todas las crisis
culturales y especialmente en cambios de siglo o de milenio, proliferan
movimientos milenaristas y apocalípticos con nuevas y viejas doctrinas acerca
del fin del mundo o de la inminente transformación del cosmos.
Desde los adventismos y
movimientos apocalípticos de inspiración cristiana, hasta los fundamentalistas
de todas las tradiciones, las diversas manifestaciones del gnosticismo en sus
versiones optimistas y pesimistas, junto a la diversidad de formas esotéricas
que se reinventan en cada siglo, asistimos a una
reconfiguración de las creencias religiosas que presentan antiguas y nuevas
formas de comprender el final del universo.
¿Cuánto han influido estos
movimientos en la cultura contemporánea? Muchas de las creencias de estos grupos
se nos presentan cotidianamente en los medios de comunicación, conferencias y
publicaciones pseudocientíficas.
Profecías incumplidas
En distintas situaciones de
crisis sociocultural y específicamente en cambios de siglo o milenio, aparecen
siempre toda clase de profecías que fechan el inminente fin del mundo.
Recientemente nos lo habían fechado para el 2012 con una ridícula
interpretación del calendario Maya o con ilusos cálculos de números bíblicos,
como el caso de H. Camping.
El año 2000 estuvo rodeado de
toda clase de profecías y todavía hoy muchos
grupos de corte fundamentalista utilizan la predicación de un inminente fin
provocando en sus seguidores una fidelidad mayor a los objetivos del grupo.
Ya en el siglo XIX los
Adventistas predijeron el final para 1843 y luego para 1844, les siguieron los
Testigos de Jehová prediciendo el fin del mundo para 1874, luego 1914, 1915,
1925, 1975 y así siguieron.
En el siglo XX los Niños de
Dios lo predijeron para 1993, la Misión Rama para 1975 y para el año 2000, la
Iglesia Universal de Dios para 1936, 1947, 1972 y 1975; la Orden del Templo
Solar para 1993 y 1994, Heavens Gate para 1997 y una interminable lista para el
2000 y el 2012.
Algunos grupos de origen
católico inspirados en apariciones marianas y otras revelaciones privadas no
aprobadas por la Iglesia, han fechado el fin o al menos asustado a sus
seguidores con la narración de horrores advertidos por la Virgen para un tiempo
no muy lejano.
Muchos de los grupos
contactistas que presuponen el “contacto” con extraterrestres
y revelaciones desde
otras Galaxias, como la Misión Rama o el “estigmatizado” Giorgio Bongiovanni
también dieron fechas y discursos de próximos finales.
El grupo norteamericano
Uranius predijo que llegarían los extraterrestres para el 2001, pero al año
siguiente afirmaron que como no estábamos preparados, prefirieron esperar unos
años más.
El llamado “Estado Islámico” (ISIS) también tiene un discurso de este tipo
reforzado en una interpretación propia de la doctrina islámica. Anuncian que
están llegando las últimas batallas antes del fin del mundo y la aparición del
Mesías.
De hecho uno de los
fundadores de ISIS, mientras era miembro de Al
Qaeda, consideraba que el Mesías iba a aparecer en el año 2006 y
por eso había que fundar un califato para recibirle. Por otra parte, a partir
de un dicho del profeta Muhammad (un hadiz)
anuncian que un grupo elegido “aparecerá con banderas negras” en Siria y estará
próximo el fin.
Grupos de corte orientalista
y New Age, como el MISA,
movimiento de Yoga esotérico fundado por el rumano Gregorian Bivolaru, afirman
que cuanto más gente practique meditación durante más tiempo, se podrá frenar
el “apocalipsis” que se avecina.
Los movimientos gnósticos
también han fijado fechas del fin del mundo, pero según sean optimistas (paso a
una Edad dorada) o pesimistas (llegada de una destrucción total de la materia),
varían sus profecías.
El clérigo Thomas Chase lo
anunció para el 2007 basándose en la numerología, la Biblia y la astrología.
Para marzo del 2013 algunos
grupos afirmaron que se cumpliría la supuesta profecía de san Malaquías sobre el último Papa en la Iglesia
católica.
El canal History Channel, en uno de
sus programas pseudocientíficos y de aire esotérico, afirmó que según la
mitología vikinga el fin del mundo sería para el año 2014.
Podríamos seguir con una incontable lista de intérpretes de
Nostradamus que
también han visto el presente a la luz de la simbología encontrada en cualquier
texto que les sirva de excusa.
Lo cierto es que todos los
que se pretenden apoyar en la Biblia olvidan que los mismos textos bíblicos
advierten que “nadie sabe el día ni la hora“, solo Dios.
Apocalipsis y Harmagedón
El libro del Apocalipsis, al
igual que otros textos de corte apocalíptico incluidos en los evangelios, son
rodeados de un atmósfera de tensión y misterio. Muchos cristianos sienten miedo
de leerlo y asocian la palabra “apocalipsis” con desastres graves y de amplio
alcance, como sinónimo de “destrucción masiva”.
Cuando se habla de peligros
relacionados con armas de gran poder de destrucción o de un posible asteroide
que choque con nuestro planeta, se habla de situaciones “apocalípticas”. Sin
embargo el término apocalipsis significa otra
cosa. Es una
palabra griega que significa “desvelamiento”, “correr el velo”, “revelación”, comunicar algo que hasta el momento era
desconocido.
Al mismo tiempo es un género
literario propio del judaísmo cuya finalidad es dar una interpretación
religiosa a los acontecimientos históricos desconcertantes o
inexplicables, especialmente cuando hay grandes injusticias, como las
persecuciones romanas a los cristianos.
Para interpretar estos textos
adecuadamente hay que ubicar cualquier símbolo en su contexto específico y
conocer la teología del autor.
El género apocalíptico está
cargado de símbolos extraños para nosotros: convulsiones cósmicas, seres fuera
de lo normal, sueños y visiones, números con significaciones especiales, etc.
Pero todos estos símbolos están al servicio de
una lectura de la historia concreta a la luz de la fe.
Los hechos no se narran en su
detalle concreto, sino que se busca expresar una lógica superior, un
plan, una finalidad que da sentido a toda la historia, de la cual Dios es
Señor. La
dialéctica constante entre el bien y el mal no es de estilo maniqueo, como si
fueran fuerzas del mismo poder, sino que Dios sigue siendo siempre el dueño
absoluto de la historia.
El “Harmagedón“, (que se debe
escribir con H), significa el Monte Megidó, lugar de la llanura del Esdrelón en
Galilea, donde se libraron varias batallas importantes narradas en el Antiguo
Testamento. Pero el término ha sido utilizado por diversas sectas y grupos
religiosos como el lugar de una batalla final entre Cristo y el Anticristo o
entre Cristo y Satanás.
De aquí que tampoco es el
“Harmagedón” un episodio de destrucción, sino un lugar de grandes batallas para
Israel. Pero Testigos de Jehová, Adventistas, Mormones, La Iglesia de Dios
Universal y los mismos Rosacruces lo han anunciado para diversas fechas como
sinónimo de la Batalla Final.
¿Qué dice la Biblia sobre el
fin del mundo?
Los cristianos no sabemos
cuándo será la consumación de la tierra y de la humanidad ni la manera como se
transformará el universo.
La Biblia nunca habla del “fin del mundo”, sino del “fin de los
tiempos”, expresando que no acabará del todo, sino que será transformado en un “cielo nuevo y una tierra nueva” en Jesucristo.
“En cuanto al día y la hora,
nadie lo sabe ni los mismos ángeles del cielo, ni siquiera el Hijo de Dios.
Solamente el Padre lo sabe” (Mt 24, 36 y Mc 13, 32).
Jesús no dio fecha ni horario
para que podamos agendarlo. “A ustedes no les toca saber cuándo o en qué fecha
el Padre va a hacer las cosas que solamente Él tiene autoridad para hacer” (Hch
1, 1-7).
Fuente: Aleteia