Los pastores fueron los primeros misioneros, los primeros testigos, los primeros orantes, los primeros adoradores, los primeros creyentes
Nos podemos preguntar si existe una conciencia
clara acerca de lo que se festeja en Navidad. Y subrayo Navidad, porque podemos
notar que en la publicidad comercial que se hace por este tiempo del año se
suele hablar de las fiestas, englobando no se sabe muy bien qué. Incluso muchas
tarjetas hablan de Felices Fiestas, omitiendo toda referencia a la Navidad.
Por eso, en estos días hay que referirse expresamente a la Navidad. Nosotros, los cristianos, no podemos renunciar a esto. Aquí puedes encontrar lo que te ayude para vivir plenamente este tiempo de Navidad
Por eso, en estos días hay que referirse expresamente a la Navidad. Nosotros, los cristianos, no podemos renunciar a esto. Aquí puedes encontrar lo que te ayude para vivir plenamente este tiempo de Navidad
LOS PERSONAJES
DE LA NAVIDAD
1.- JESÚS
El hijo de Dios, el hijo de mujer. Es niño recién nacido, envuelto en
pañales y reclinado en un pesebre. Es niño anunciado por los ángeles, adorado
por los pastores, buscado, adorado u obsequiado por los magos, odiado y
perseguido con sangre inocente por Herodes, tomado en brazos y reconocido por
los ancianos Simeón y Ana. Es el hijo de Dios hecho carne. Es el hijo de María,
alumbrado de sus purísimas entrañas y acostado por ella, acompañada y servida
siempre por José, en el pesebre. Es la gran gloria de Dios en la mayor de las
precariedades humanas. «Lo esperaban poderoso y un pesebre fue su cuna; lo
esperaban rey de reyes y servir fue su reinar».
2.- MARÍA DE
NAZARET
La Madre de Jesús. Es la Madre de
Dios. Es Madre de Cristo total. Ella es la Mujer creyente que llevó a Jesús en
su seno y lo dio a luz virginalmente y lo recostó entre pañales. Ella es figura
de la comunidad de los creyentes, dando testimonio de Cristo en la historia y
engendrando en su seno a los hombres de la nueva creación. El «sí» de María
floreció en Belén en la Palabra; su «hágase» de la anunciación fue el fruto
bendito de la natividad, mientras Ella, madre y modelo del pueblo creyente,
seguía peregrinando en la fe y «conservando todas estas cosas y meditándolas en
su corazón».
3.- JOSÉ DE
NAZARET
El esposo de María, el padre
adoptivo de Jesús. Siempre fiel, silente y obediente. Siempre abierto a la
providencia de Dios y de los hombres. Siempre discreto y en segundo plano. Siempre
necesario e imprescindible. Es el José que sube con su grávida esposa María
hasta Belén; el José que acuna al niño; el José que recibe a los pastores y a
los magos de Oriente; el José que se pone en marcha y en camino cuando Herodes
buscaba al niño para hacerlo desaparecer. Navidad es tiempo también excepcional
para escuchar, en el silencio y en la admiración, el «sí» de José.
4.– LOS
ÁNGELES
Fueron, de nuevo, los mensajeros, los
pregoneros de la buena nueva, de la presencia de Dios entre nosotros. Fueron
los periodistas de la Navidad. Fueron la voz de la Palabra y la voz de los sin
voz: «No temáis –dijo el ángel a los pastores–, os traigo la buena noticia, la
gran alegría para todo el pueblo: hoy en la ciudad de David os ha nacido un
Salvador: el Mesías, el Señor, Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño
envuelto en pañales y acostado en un pesebre». Ellos compusieron el primero de
los villancicos: «¡Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los
hombres de buena voluntad!». Ellos nos definieron así que Navidad es la gloria
de Dios manifestada, revelada, encarnada, y que la paz es su don, su prenda y
su rostro.
5.- LOS
PASTORES
Pasaban la noche al aire libre en
aquella región, en Belén, la más pequeña de las aldeas de Judá, aunque de ella
había surgido el Rey David. Velaban por turnos su rebaño. Cuando el ángel les
habló, envolviéndolos de resplandor con la luz de la gloria del Señor, quedaron
sobrecogidos de gran temor. Pero reaccionaron ante las palabras del ángel y,
creyendo, se pusieron presurosos en camino, tras decirse unos a otros: «Vamos
derechos a Belén, a ver eso que ha pasado y que nos ha comunicado el Señor». Y,
en efecto, «fueron corriendo y encontraron a María y a José y al niño, acostado
en el pesebre. Al verlo les contaron lo que les habían dicho de aquel niño.
Todos los que lo oían se admiraban de lo que decían los pastores».
Los pastores
nos hablan de la paradoja de la Navidad, de su fuerza transformadora, de su
carga de misterio y de realidad, de su inequívoca dimensión anunciadora y
misionera. Ellos fueron los primeros misioneros, los primeros testigos, los
primeros orantes, los primeros adoradores, los primeros creyentes. «Los
pastores se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y
oído; todo como les habían dicho».
6.- EL REY
HERODES
Fue alertado por los magos de
Oriente del nacimiento del Rey de Reyes. Con astucia y con mentira quiso
engañarlos al sentir amenazado su trono. Cuando sus planes no dieron el fruto
por él previsto, desató su ira contra los más inocentes. Navidad es oferta,
jamás imposición.
7.- LOS MAGOS
DE ORIENTE
Sabemos poco de ellos. Que eran de
Oriente y que miraban y observaban los cielos esperando y escrutando los signos
de Dios. Vieron salir una estrella que brillaba con especial fulgor y
resplandor. Y fueron siguiendo su rastro. Era la estrella que anunciaba el
nacimiento del Rey de los Judíos. Se entrevistaron con Herodes como gesto de
cortesía y éste quiso engañarlos. Continuaron su camino hasta que la estrella
se posó encima de donde estaba el niño. «Al ver la estrella, se llenaron de
inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María su madre, y
cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron
regalos: oro, incienso y mirra. Y habiendo recibido en sueños un oráculo para
que no volvieran a Herodes se marcharon a su tierra por otro camino».
El
«personaje» navideño de los Magos está lleno de simbolismo y de interpelación
sobre el sentido y el reto de la Navidad: la atenta observación y escucha de
los signos de Dios y de los hombres, la búsqueda de la verdad y del saber
ponerse en camino, la perseverancia hasta llegar a la meta y los sentimientos y
actitudes de alegría, de adoración y de ofrenda ante Dios. En y con ellos se
complementa la gran Manifestación, que es luz para todos los hombres: los
pastores en la Natividad, los magos en la Epifanía, los de cerca y los de
lejos, los pobres e ignorantes y los poderosos y sabios. Para todos y por todos
nace Dios.
8.- LOS SANTOS
NIÑOS INOCENTES
«Un grito se oye en Ramá, llanto y
lamentos grandes: es Raquel, que llora por sus hijos y rehúsa el consuelo
porque ya no viven». Herodes montó en cólera cuando no pudo hacerse con aquel
recién nacido que tanto le turbaba. Desató su ira sobre los más inocentes e
indefensos y mató a todos los niños de dos años para abajo, en Belén y en sus
alrededores. Fueron los primeros mártires de Jesucristo. Aquella tan débil y
preciosa sangre inocente derramada fue ya semilla de salvación.
9.- EL ANCIANO
SIMEÓN Y LA PROFETISA ANA
La liturgia de la Iglesia nos
presenta a estos dos personajes en el tiempo ordinario, pero tan sólo cuarenta
días después del nacimiento de Jesucristo. Son, por ello, personajes de la
Navidad, del evangelio de la infancia.
El, Simeón, era
un hombre honrado y piadoso que aguardaba el Consuelo de Israel y en quien
moraba el Espíritu Santo. Había recibido un oráculo de lo alto de que no
moriría –era ya muy anciano– sin ver al Mesías. El día de la presentación del
Señor, niño de tan sólo cuarenta días, se hizo realidad esta promesa: Vio al
Mesías, lo reconoció en la debilidad del recién nacido, lo tomó en brazos y
alabó al Señor, profetizando quién era, en verdad, el bebé: «luz para alumbrar
a las naciones, gloria de tu pueblo Israel y signo de contradicción». También a
María le auguró que una espada de dolor le traspasaría el alma.
Ella, Ana, era
una profetisa viuda también muy anciana. No se apartaba del templo ni de la ley
de Dios, sirviéndoles día y noche. También reconoció al Mesías, al Salvador, en
la debilidad y en la fragilidad. Dio gracias a Dios y «hablaba del niño a todos
los que aguardaban la liberación de Israel».
10.- JUAN EL
BAUTISTA
No nos consta nada de él en
referencia al misterio mismo del nacimiento de Jesucristo. Pero toda su vida,
toda su misión fue anunciar esta buena noticia. El debía preparar un pueblo
bien dispuesto para Quien nacía en la Navidad. Y el ciclo navideño se despide
precisamente con él, que nos lo anuncia sin parangón en el adviento. De sus
colmadas del agua del Jordán brotará la voz y la presencia de Dios, se abrirá
el cielo y comenzará definitivamente la andadura salvífica de Dios entre
nosotros.
Fuente: Revista Ecclesia