Su
película favorita nos desafía a mirar fuera de nosotros al servicio de la
misericordia
En una entrevista reciente, el papa
Francisco volvió a mencionar su película favorita, El festín de Babette, de 1987. Mencionó de nuevo esta
película danesa mientras hablaba con Avvenire,
en respuesta a unas preguntas en relación a los que criticaban sus esfuerzos
ecuménicos. El papa Francisco comparó el comportamiento rígido de los que se
oponían a su compromiso ecuménico con la rigidez de los ciudadanos
representados en El
festín de Babette.
No es la primera vez que el papa
Francisco hace referencia a su película preferida. De hecho, hasta la
referenció en Amoris
laetitia, lo cual probablemente hace de El festín de Babette la primera película mencionada nunca
en un documento papal.
Pero ¿por qué le gusta tanto al papa
Francisco esta película y sigue recomendándola? ¿Qué lecciones espirituales
podemos aprender de ella?
Antes que nada, empezaremos con una
sinopsis breve para aquellos que no la hayan visto. La película comienza en una
pequeña aldea protestante que lleva muchos años siendo guiada por un pastor muy
estricto.
Las creencias de la congregación son
extremadamente “puritanas”, haciendo de la aldea un lugar apagado, gris, donde
apenas brilla la alegría.
Los habitantes del pueblo están tan preocupados por cumplir con tantísimas
normas que temen permitirse cualquier tipo de placer terrenal.
Tras la muerte del pastor, sus hijas se
ven forzadas a liderar la menguante congregación. Confiaban en poder casarse,
pero su padre se negaba rotundamente al matrimonio y había prohibido a
cualquier pretendiente que se acercara a sus hijas.
Entonces, un día, una mujer francesa,
Babette, llega a la ciudad y le da la vuelta a la tortilla. Mientras trabaja
como ama de casa en la aldea, Babette descubre que ha ganado la lotería en
París y, en vez de tomar el dinero y volver a casa, decide gastarlo todo en un
auténtico “festín francés”.
Muchos de los vecinos se escandalizan por
la profusión de coloridos ingredientes y deciden negarse a degustar lo que
quiera que cocine. Consideran que el festín es un “sabbat satánico” y creen
firmemente que no
deberían disfrutar la comida porque les expondría a terribles pecados.
Sin embargo, una vez sentados a la mesa y
tras dar unos bocados a la variedad de platos, descubren rápidamente que
resistir es más difícil de lo que pensaron. Llega
un momento que no pueden contenerse más y disfrutan abiertamente del festín,
después del cual todos se sienten eternamente agradecidos a Babette por haber
abierto sus ojos a los sencillos placeres de la vida.
El papa Francisco contempla la belleza de
la película de formas diferentes. Primero, ve el festín como un ejemplo de
auténtica felicidad. Según escribe en Amoris
laetitia:
“Las alegrías más intensas de la vida
brotan cuando se puede provocar la felicidad de los demás, en un anticipo del
cielo. Cabe recordar la feliz escena del film El festín de Babette, donde
la generosa cocinera recibe un abrazo agradecido y un elogio: ‘¡Cómo deleitarás
a los ángeles!’. Es
dulce y reconfortante la alegría de provocar deleite en los demás, de verlos
disfrutar. Ese gozo, efecto del amor fraterno, no es el de la vanidad de quien
se mira a sí mismo, sino el del amante que se complace en el bien del ser
amado, que se derrama en el otro y se vuelve fecundo en él”
(AL, 129).
El papa Francisco percibe en la
desprendida generosidad de Babette un ejemplo digno de imitar. Babette gasta
todas las ganancias de la lotería en este festín y pasa semanas planificando la
comida y reuniendo los ingredientes necesarios. Esta es la dicha que el papa
Francisco quiere que experimentemos, una
alegría que no se centre en deseos egoístas, sino en el disfrute de los demás.
En segundo lugar, el papa Francisco
considera la película como una llamada a que nos abramos al trabajo del Espíritu
Santo. A veces nos sentimos tentados a imitar a los fariseos de antaño y poner
una valla en torno a nuestras creencias para centrarnos en las normas humanas
que elaboramos para protegernos a nosotros mismos.
Las normas, sin duda, son necesarias, pero
cuando nos obsesionamos con ellas y establecemos otras nuevas que no tienen
correlación con el corazón de los Evangelios, nos cegamos ante la voluntad de
Dios para
nuestras vidas.
Esto no es una crítica a los Diez
Mandamientos ni a las inmutables verdades dogmáticas, sino a las normas que
nosotros hacemos (como el ignorar a los protestantes) para protegernos de
cometer pecado. El papa Francisco nos desafía a replantearnos de qué forma
querría Dios que nos acercáramos con misericordia a aquellos con los que no
estamos de acuerdo, sin temor a entablar diálogo con ellos.
En esta película resuenan los deseos del
papa Francisco. El filme destaca la
necesidad de la misericordia no a expensas de la verdad, sino en unión a la
verdad. El
brindis al final de la comida resume perfectamente por qué al papa Francisco le
encanta esta película:
“Llega el día cuando nuestros ojos se
abren,
y llegamos a entender que la misericordia es infinita.
Solo es necesario esperarla con confianza
y recibirla con gratitud.
La misericordia no impone condiciones.
Y, he ahí, todo lo que hemos elegido
nos ha sido concedido,
y todo lo que rechazamos
también nos ha sido concedido.
Sí, también recibimos lo que rechazamos.
Porque la misericordia y la verdad se encuentran juntas
Y la rectitud y la dicha se besarán mutuamente”.
y llegamos a entender que la misericordia es infinita.
Solo es necesario esperarla con confianza
y recibirla con gratitud.
La misericordia no impone condiciones.
Y, he ahí, todo lo que hemos elegido
nos ha sido concedido,
y todo lo que rechazamos
también nos ha sido concedido.
Sí, también recibimos lo que rechazamos.
Porque la misericordia y la verdad se encuentran juntas
Y la rectitud y la dicha se besarán mutuamente”.
En resumidas cuentas, El festín de Babette es la película favorita del papa
Francisco porque nos desafía a mirar fuera de nosotros mismo y a ver la belleza
de la alegría y la misericordia de Dios. Es una
película sobre el servicio desprendido al prójimo, que no siempre es acorde a
nuestras “normas” humanas y,
precisamente por ello, puede revolucionar nuestra visión sobre la misericordia
de Dios.
Tal y como dice Philippa a Babette al
final de la película: “Esto no termina aquí, Babette. En el Cielo serás la gran
artista que Dios quería que fueras. ¡Cómo deleitarás a los ángeles!”.
PHILIP KOSLOSKI
Fuente: Aleteia