En la audiencia a la Rota Romana, el Papa sugiere un
«nuevo catecumenado» pre-matrimonial y una formación posterior: «Se necesita
mucha valentía para casarse en el tiempo en el que vivimos»
Un nuevo «catecumenado» antes
del matrimonio, es decir «un adecuado camino de preparación dirigido a
redescubrir el matrimonio y la familia según el diseño de Dios», que, como con
el Bautismo, sea «parte integral de todo el procedimiento sacramental del matrimonio,
como un antídoto que impida la multiplicación de celebraciones matrimoniales
nulas o inconsistentes».
Y después del matrimonio, un «proyecto de formación
para los jóvenes esposos, con iniciativas encaminadas a una creciente
consciencia del sacramento recibido». Son los dos «antídotos» que sugirió el
Papa a los prelados oidores, oficiales, abogados y colaboradores del Tribunal
de la Rota Romana, en la audiencia que les concedió en ocasión de la solemne
inauguración del Año Judicial.
Jorge Mario Bergoglio comenzó
reflexionando sobre la preocupación que el actual contexto, «carente de valores
religiosos y de fe, no puede sino condicionar también el consenso matrimonial»,
puesto que una mentalidad muy extendida, que tiende a «oscurecer el acceso a
las verdades eternas», «involucra de forma amplia y capilar, las actitudes y
los comportamientos de los mismos cristianos». Francisco también añadió que
está convencido de que «se necesita mucha valentía para casarse en los tiempos
que vivimos», por lo que «todos los que tienen la fuerza y la alegría de
cumplir este paso tan importante deben sentir junto a ellos el afecto y la
cercanía concreta de la Iglesia».
«No podemos ocultarnos que
una mentalidad difundida tiente a obscurecer el acceso a las verdades eternas»,
dijo el Papa después del saludo que pronunció el Decano de la Rota Romana,
monseñor Pio Vito Pinto. «Una mentalidad que a menudo involucra de forma amplia
y capilar, las actitudes y los comportamientos de los mismos cristianos –dijo Francisco
citando su exhortación apostólica Evangelii gaudium– cuya fe viene debilitada y
pierde la propia originalidad de criterio interpretativo y operativo para la
existencia personal, familiar y social. Tal contexto, carente de valores
religiosos y de fe, no puede sino condicionar también el consenso matrimonial».
Las experiencias de fe que los que piden el matrimonio cristiano, constató el
Pontífice argentino, «son muy diferentes. Algunos participan activamente en la
vida de la parroquia; otros se acercan a la misma por primera vez; algunos
tienen una vida de oración también intensa; otros en cambio están guiados por
un sentimiento religioso más bien genérico; a veces son personas lejanas de la
fe o carentes de fe. Frente a esta situación es necesario encontrar remedios
válidos».
Un primer remedio es la
«formación de los jóvenes, mediante un camino adecuado de preparación dirigido
a redescubrir el matrimonio y la familia según el diseño de Dios», dijo Jorge
Mario Bergoglio, recordando a la vez que «hoy, más que nunca, esta preparación
se presenta como una verdadera ocasión de evangelización de los adultos y, a
menudo, de los llamados alejados».
En este sentido, «me gustaría insistir –dijo
el Papa– en la necesidad de un “nuevo catecumenado” como preparación para el
matrimonio. Acogiendo los deseos de los Padres del último Sínodo Ordinario, es
urgente actuar concretamente lo ya propuesto en la Familiaris
consortio, que, así como para el bautismo de los adultos el catecumenado es
parte del proceso sacramental, así también la preparación al matrimonio se
convierta en parte integral de todo el procedimiento sacramental del
matrimonio, como un antídoto –insistió– que impida la multiplicación de
celebraciones matrimoniales nulas o inconsistentes».
El segundo remedio es el de
«ayudar a los recién casados a continuar el camino en la fe y en la Iglesia
también después de la celebración del matrimonio. Es necesario identificar, con
valentía y creatividad, un proyecto de formación para los jóvenes esposos, con
iniciativas encaminadas a una creciente consciencia del sacramento recibido» La
comunidad cristiana, indicó el Papa, «está llamada a acoger, acompañar y ayudar
a las jóvenes parejas, ofreciendo ocasiones e instrumentos adecuados (empezando
por la participación en la Misa dominical) para cuidar la vida espiritual tanto
dentro de la vida familiar como en el ámbito de la programación pastoral en la
parroquia o en las agregaciones.
A menudo –subrayó Francisco–, los jóvenes
esposos son abandonados a sí mismos, tal vez por el simple hecho de que se
dejan ver menos en la parroquia; esto sucede sobre todo con el nacimiento de
los hijos. Pero, es justamente en estos primeros momentos de la vida familiar
cuando hay que garantizar mayor cercanía y un fuerte apoyo espiritual, incluso
en la obra educativa de los hijos, frente a los cuales son los primeros
testimonios y portadores del don de la fe».
Es necesario hacer
«inteligible y real» la «sinergía entre foedus y fides»,
es decir «pasar de una visión netamente jurídica y formal de la preparación de
los futuros esposos, a una fundación sacramental ab
initio, es decir a partir del camino hacia la plenitud de su foedus-consenso
elevado por Cristo a sacramento», dijo el Papa. Concluyendo el discurso a la
Rota, añadió: «Queridos hermanos, como he dicho varias veces, e necesita mucha
valentía para casarse en los tiempos que vivimos. Y todos los que tienen la
fuerza y la alegría de cumplir este paso tan importante deben sentir junto a
ellos el afecto y la cercanía concreta de la Iglesia».
En junio del año pasado,
durante un congreso de la diócesis de Roma en San Juan de Letrán, el Papa
afrontó el tema que trató hoy ante el tribunal de la Rota Romana. Respondiendo
a una pregunta sobre la «cultura de lo provisorio», Francisco explicó: «Un
obispo, escuché decir hace algunos meses, al que se le presentó un chico que
acababa de terminar los estudios universitarios, un buen joven, le dijo: “Yo me
quiero volver sacerdote, pero por diez años”. Es la cultura de lo provisorio. Y
esto sucede por todas partes, incluso en la vida sacerdotal, en la vida religiosa.
Lo provisional. Y por ello, una gran mayoría de nuestros matrimonios
sacramentales son nulos, porque los esposos dicen: “Sí, para toda la vida”,
pero no saben lo que dicen, porque tienen otra cultura. Lo dicen y tienen la
buena voluntad, pero no tienen la conciencia.
Una señora, una vez, en Buenos
Aires, me regañó: “Ustedes, los curas, son muy listos, porque para volverse
cura estudian ocho años, y luego, si las cosas no funcionan y el cura encuentra
a una chica que le gusta… al final le dan el permiso de que se case y que cree
una familia. Y a nosotros, los laicos, que tenemos que hacer el sacramento para
toda la vida e indisoluble, nos dan cuatro conferencias, ¡y esto es para toda
la vida!”. Para mí, uno de los problemas es este: la preparación al matrimonio».
IACOPO SCARAMUZZI
CIUDAD DEL VATICANO
Fuente: Vatican Insider