Testimonio del capellán
del Hospital Puerta de Hierro en Madrid
Cuando
era niño, Gonzalo Javier Seco decía que «no quería ser ni cura, ni profesor, ni
médico». Hoy, con 40 años y 15 de sacerdocio, es capellán del hospital Puerta
de Hierro de Madrid, después de haber dado clase de Religión durante un año.
«Son las cosas locas que hace Dios, que uno a veces no comprende, pero que
demuestran que Él sabe lo que hace con cada persona», explica. Hijo, hermano y
sobrino de médicos, recuerda que la gracia de Dios es la mejor medicina para el
alma del enfermo.
¿Qué
cura un cura en un hospital?
El
que va al hospital lo hace por enfermedades del cuerpo, pero muchas veces hay
ligadas enfermedades del alma que hay que atender. Y ahí es donde entra el
sacerdote. El capellán del hospital está para servir a los enfermos, a sus
familiares y al personal del hospital, con una conciencia muy clara de que Dios
se sirve del sacerdote, e incluso a pesar del sacerdote, para hacer su labor…
¿Y
eso cómo se concreta?
Hay
dos facetas. La primera es atender espiritualmente a los enfermos: celebrar la
Eucaristía, dar la unción de enfermos, llevar la comunión a los impedidos,
hablar con las familias… A veces basta escuchar al paciente para que cambie de
actitud. Y con la confesión, la comunión y la unción, se fortalece el alma y
eso ayuda incluso a la salud del cuerpo. Te podría contar miles de casos en los
que Dios cura el alma, y eso ayuda a sanar la enfermedad. La otra faceta es atender
a los trabajadores del hospital, que son la feligresía fija, porque los
pacientes pasan, pero el personal está siempre.
Si
ya están los médicos con sus tratamientos, ¿qué puede hacer Dios por un enfermo?
Muchas
cosas. Cuando miras con ojos de fe, ves la mano de Dios en todo lo que sucede.
Por ejemplo, dirigiendo la inteligencia y las manos de los médicos que atienden
al paciente. Muchos médicos me cuentan que experimentan cómo Dios los sostiene
en su labor. La acción de Dios también es fortalecer el alma del enfermo para
no huir de su realidad y encarar su situación. Dios no ayuda a vivir solo con
resignación, sino a ver la enfermedad como un cauce de la gracia de Dios.
Pero
Dios no quiere que suframos, ¿no?
Dios
nunca quiere nuestro mal y no quiere que suframos, pero permite los
sufrimientos que nos vienen de la misma naturaleza humana para obtener una
gracia muy grande. Hay muchas personas que se han acercado a Dios gracias a la
enfermedad, porque entienden que sin Él, nada tiene sentido. La acción de Dios
ayuda a ver la enfermedad como ocasión de gracia y redención. Suena un poco
fuerte, pero las personas, ofreciendo nuestros dolores, estamos salvando el
mundo porque nos unimos al Salvador.
Déme
un ejemplo…
Una
trabajadora del hospital, con un problema familiar muy grande de enemistad con
su hija, me pidió que la encomendara para que se restaurase la relación. Ella
ni siquiera conocía a su nieta, y yo la estuve encomendando. Rezábamos mucho,
pero parecía que no funcionaba nada. Un día me la encontré ingresada por una
enfermedad repentina. Me preocupé porque conocía sus problemas, pero ella me
dijo que gracias a la enfermedad había vuelto a hablar con su hija, había
conocido a su nieta y habían empezado un camino de reconciliación… Dios hace
cosas así.
¿La
gente tiene miedo al ver a un cura en el hospital?
Algunos
familiares temen que el enfermo se asuste, pero la experiencia dice que los
pacientes se alegran mucho cuando les digo que voy a rezar por ellos para que
se pongan buenos. Cuando llegas al hospital, recibes muchísima información
sobre la enfermedad y el tratamiento, y no caes en la cuenta de que está el
capellán y que no hay que esperar al último momento. En cualquier hospital hay
un capellán que hace guardias de 24 horas para que los pacientes puedan acudir
a él en cualquier instante. No somos el último recurso ni estamos en el
hospital como el enterrador: damos vida, porque damos a Dios y vamos con la
fuerza de la fe.
José
Antonio Méndez
Artículo
originalmente publicado por Alfa y Omega