Una sobrecogedora historia
sobre cómo afrontar la Vida
“Lo
peor en la vida no es morirse. Lo peor en la vida es no tener al Señor. Eso es
el horror”. Así le respondió Leonor Pascual al periodista Jesús García cuando
él le preguntó qué sentía ante su propia muerte. Su testimonio y el de su
marido, Ángel Vázquez, sobre las grandes pruebas que afrontaron a lo largo de
su vida, quedaron reflejados en un más que imprescindible libro (ÁngelLeonor) y
un ineludible documental (ÁngelLeonor. La Vida es más fuerte que la muerte, de
la productora Gospa Arts).
La
postura del matrimonio ante sus tres grandes retos vitales merece la pena ser
conocida si uno quiere entender cuál es esa certeza de la que hablan las
personas con una fe profunda y verdadera.
Al
año de casarse, Ángel y Leonor tuvieron a su primera hija, Clara. En el
siguiente embarazo esperaban una niña que murió en la semana 25. Después de esa
pérdida, Leonor se quedó de nuevo embarazada, pero ya en una de las ecografías
les dijeron que el bebé tenía una malformación prematura. A los seis meses de
gestación, el bebé nació para morir. Al poco tiempo volvieron a perder a otra
criatura en el siguiente embarazo, esta vez con casi cinco meses. Y a esa
pérdida le siguieron dos abortos más.
“Después
de todo esto, fui haciendo un camino de entender bien la maternidad, de que no
depende de tener muchos hijos o no, de entender que los hijos que había
perdido, los tenía para siempre en el Cielo. Algo que no es evidente, porque
los he perdido, no los tengo. Pero me ha servido de mucho para entender qué es
la vida eterna, que los tengo en el Cielo, y sé que cuando me muera, los voy a
ver”, contaba Leonor.
Sin
esperarlo, se quedó embaraza de su hija Marta, a quien vieron desde el
principio como un regalo, y esta vez sí pudieron ver nacer y crecer a una niña
sana.
Ángel
recordaba la alegría que tenían cuando notaban las pataditas de Marta en la
tripa de su mamá. Recuerdan que en esos momentos pensaban: “Mañana Dios dirá,
ya iremos viendo, pero hoy está aquí”. Haber perdido tantos niños les hizo
entender, como contaba Ángel, que “no puedes perderte las cosas de la vida”.
Y
es que, tal y como él mismo recordaba, hubo momentos muy duros: “Recuerdo estar
en la cama y decirme Leo: “Mira Ángel, se mueve”, y yo…estar cansado y decir:
“Bueno sí… mañana…”. Y nos ha pasado que no hubo mañana. Al día siguiente
ya no estaba”.
Después
de aquel proceso, Ángel y Leonor disfrutaban de sus dos hijas, pero aún les
quedaban por atravesar algunos capítulos inesperados. Las dificultades en
su matrimonio representaron la siguiente prueba complicada. Con una
sinceridad asombrosa, confesaron que en ciertos momentos llegaron a pensar:
“Esto es imposible”.
Pero
el propio Ángel explicaba cómo fue el itinerario para salir juntos y más unidos
aún de ese momento en el que la mayor parte de las parejas deciden romper su
vínculo matrimonial.
“El
punto es darte cuenta de que querer al otro, la certeza del bien que el otro es
para ti, es fundamentalmente un juicio, basado en algo que tú ves nítidamente
como una verdad en tu vida. Esto está unido al sentimiento, pero no es sólo
sentimiento, igual que muchas otras cosas en la vida. Eso te permite, en
momentos en los que el sentimiento no acompaña, ser roca y seguir firme. Y
evidentemente está acompañado por el sentimiento, porque las cosas que son
verdad en la vida, el sentimiento luego las acompaña”, exponía.
Y
cuando, tras un proceso lleno de esfuerzo y tesón el matrimonio rebrotó,
apareció en sus vidas una nueva prueba vital.
Una
noche Leonor tosió, y expulsó sangre. Al cabo de unos días, los médicos
utilizaron tan solo seis letras para describir aquel invitado inesperado que se
acababa de instalar en sus vidas: cáncer.
“Me
acuerdo que le dije al Señor: “No sé qué va a ser de mí, pero te pido que sea
lo que sea, no me aparte de Ti, que estés siempre conmigo”, recordaba ella de
aquellos primeros momentos.
En
diciembre de 2011 le dieron cinco sesiones de quimioterapia y radioterapia en
el pulmón, y el tumor se redujo. En abril de 2012 pudo, después de última
sesión de quimioterapia, empezar un proceso de recuperación que le hizo
finalmente volver a su trabajo como profesora.
Pero
en la revisión de enero de 2013 descubrieron que tenía metástasis y
que en el nervio óptico derecho tenía un tumor, lo que hizo que perdiera la
visión de ese ojo. “De repente tienes que afrontar otra cosa y es que te
pones delante de la muerte”, recordaba.
“Lo peor en la vida no es morirse. Lo peor en
la vida es no tener al Señor. Eso es el horror”. Así le respondió Leonor
Pascual al periodista Jesús García cuando él le preguntó qué sentía ante su
propia muerte. Su testimonio y el de su marido, Ángel Vázquez, sobre las
grandes pruebas que afrontaron a lo largo de su vida, quedaron reflejados en un
más que imprescindible libro (ÁngelLeonor) y un ineludible documental (ÁngelLeonor.
La Vida es más fuerte que la muerte, de la productora Gospa Arts).
La
postura del matrimonio ante sus tres grandes retos vitales merece la pena ser
conocida si uno quiere entender cuál es esa certeza de la que hablan las
personas con una fe profunda y verdadera.
Al
año de casarse, Ángel y Leonor tuvieron a su primera hija, Clara. En el
siguiente embarazo esperaban una niña que murió en la semana 25. Después de esa
pérdida, Leonor se quedó de nuevo embarazada, pero ya en una de las ecografías
les dijeron que el bebé tenía una malformación prematura. A los seis meses de
gestación, el bebé nació para morir. Al poco tiempo volvieron a perder a otra
criatura en el siguiente embarazo, esta vez con casi cinco meses. Y a esa
pérdida le siguieron dos abortos más.
“Después
de todo esto, fui haciendo un camino de entender bien la maternidad, de que no
depende de tener muchos hijos o no, de entender que los hijos que había
perdido, los tenía para siempre en el Cielo. Algo que no es evidente, porque
los he perdido, no los tengo. Pero me ha servido de mucho para entender qué es
la vida eterna, que los tengo en el Cielo, y sé que cuando me muera, los voy a
ver”, contaba Leonor.
Sin
esperarlo, se quedó embaraza de su hija Marta, a quien vieron desde el
principio como un regalo, y esta vez sí pudieron ver nacer y crecer a una niña
sana.
Ángel
recordaba la alegría que tenían cuando notaban las pataditas de Marta en la
tripa de su mamá. Recuerdan que en esos momentos pensaban: “Mañana Dios dirá,
ya iremos viendo, pero hoy está aquí”. Haber perdido tantos niños les hizo
entender, como contaba Ángel, que “no puedes perderte las cosas de la vida”.
Y
es que, tal y como él mismo recordaba, hubo momentos muy duros: “Recuerdo estar
en la cama y decirme Leo: “Mira Ángel, se mueve”, y yo…estar cansado y decir:
“Bueno sí… mañana…”. Y nos ha pasado que no hubo mañana. Al día siguiente
ya no estaba”.
Después
de aquel proceso, Ángel y Leonor disfrutaban de sus dos hijas, pero aún les
quedaban por atravesar algunos capítulos inesperados. Las dificultades en
su matrimonio representaron la siguiente prueba complicada. Con una
sinceridad asombrosa, confesaron que en ciertos momentos llegaron a pensar:
“Esto es imposible”.
Pero
el propio Ángel explicaba cómo fue el itinerario para salir juntos y más unidos
aún de ese momento en el que la mayor parte de las parejas deciden romper su
vínculo matrimonial.
“El
punto es darte cuenta de que querer al otro, la certeza del bien que el otro es
para ti, es fundamentalmente un juicio, basado en algo que tú ves nítidamente
como una verdad en tu vida. Esto está unido al sentimiento, pero no es sólo
sentimiento, igual que muchas otras cosas en la vida. Eso te permite, en
momentos en los que el sentimiento no acompaña, ser roca y seguir firme. Y
evidentemente está acompañado por el sentimiento, porque las cosas que son
verdad en la vida, el sentimiento luego las acompaña”, exponía.
Y
cuando, tras un proceso lleno de esfuerzo y tesón el matrimonio rebrotó,
apareció en sus vidas una nueva prueba vital.
Una
noche Leonor tosió, y expulsó sangre. Al cabo de unos días, los médicos
utilizaron tan solo seis letras para describir aquel invitado inesperado que se
acababa de instalar en sus vidas: cáncer.
“Me
acuerdo que le dije al Señor: “No sé qué va a ser de mí, pero te pido que sea
lo que sea, no me aparte de Ti, que estés siempre conmigo”, recordaba ella de
aquellos primeros momentos.
En
diciembre de 2011 le dieron cinco sesiones de quimioterapia y radioterapia en
el pulmón, y el tumor se redujo. En abril de 2012 pudo, después de última
sesión de quimioterapia, empezar un proceso de recuperación que le hizo
finalmente volver a su trabajo como profesora.
Pero
en la revisión de enero de 2013 descubrieron que tenía metástasis y
que en el nervio óptico derecho tenía un tumor, lo que hizo que perdiera la visión
de ese ojo. “De repente tienes que afrontar otra cosa y es que te pones
delante de la muerte”, recordaba.
Y
llegaron las dudas a su vida: “Recuerdo oscuridad, un momento de oscuridad
gordo, de no entender nada. Levantarme todos los días llorando, diciendo: “No
entiendo nada, Señor. No veo dónde estás. Esto se me hace horrible”.
Sin
embargo, de nuevo todo cambió. “El Señor, a través de cosas que van sucediendo,
de cosas que te va haciendo entender, te va dando paz”, describía Leonor.
Ángel
también explicaba cómo llegaron a abrazar aquel sufrimiento: “La vida se hace
de muchas pequeñas cosas y cada una de ellas tienen un valor infinito, y
abrazar el sufrimiento es algo que tienes la certeza que tiene un valor enorme. Abrazas
el sufrimiento y te fías, como un hijo que se fía de su padre, y ha sido
la experiencia del ciento por uno, en todo”.
Leonor
respondía así cuando le preguntaban qué sentía al verse cara a cara con la
muerte: “Lo peor en la vida no es morirse. Lo peor en la vida es no tener
al Señor. Eso es el horror. Porque te mueres, pero te vas a algo mejor. Y
morirnos, tenemos que morirnos todos. Este límite lo tenemos que pasar todos.
Lo bueno es eso, que el Señor no se ha quedado ahí. Que estamos hechos no
para la muerte, sino para la vida eterna”.
“El
Señor sabrá para qué me ha hecho a mí en la vida. ¿Qué a mí me pide afrontar el
límite de la muerte? Pues lo tendré que afrontar. El mismo miedo voy a tener
antes o después”.
El
18 de septiembre de 2014, Ángel escribió en Facebook:
“Leo
acaba de entregar su alma al Señor, que la espera desde siempre y para siempre,
para su plenitud. Se la hemos entregado disponibles y alegres en el dolor”.
Ángel
resumió delicada y perfectamente en la misa funeral por su esposa lo que habían
vivido: “Tanto para Leonor como para los que la queremos, la alegría y la paz
en el dolor de su enfermedad y de su muerte ha estado justo en la evidencia, la
experiencia y la certeza del amor de Dios desde siempre, y para siempre,
gratuito, infinito e incondicional… por Leonor, cada uno.
Como
decía Leo de forma sencilla: “Dios te quiere y sabes que hay un designio bueno
sobre tu vida”.
SOFÍA GONZALO