¿Siempre fue así o fue
para "acomodarse" al paganismo? ¿por qué?
Una
respuesta rápida al santo y justísimo motivo de que la Iglesia guarde el
domingo y no el sábado judío, es que Jesucristo resucitó en Domingo, –
entonces el primer día de la semana – inaugurando así la “Nueva
Creación” libre del pecado, la nueva y eterna Alianza entre Dios y la
humanidad.
Así,
el Domingo, el Día del Señor, es la plenitud del Sábado de los
judíos, igual que el Nuevo Testamento es la plenitud y
el cumplimiento del Antiguo, y Cristo es la consumación de
toda la historia de la salvación, desde Adán hasta el fin de los tiempos
y el Juicio final.
Igual
que el Antiguo Testamento es figura del Nuevo; el Sábado judaico
es figura del Domingo cristiano. No lo niega, sino que es su verdad
espiritual y anuncia el descanso eterno del hombre en
Dios (CIC§2175). Domingo viene del latín Dominus dies, día
del Señor.
El
domingo cristiano empieza ya con la puesta del sol del sábado. Esa es la
razón por la que es “válida” la misa de la tarde del sábado para el
domingo. Para quienes rezan el Oficio Divino, es fácil comprobar que el rezo de
las vísperas del sábado recibe el nombre de Primeras Vísperas del Domingo.
La
celebración del domingo en lugar del sábado no se “inventó” en tiempos de
Constantino, sino que es atestiguada desde el principio por la misma Biblia:
•
En los Hechos de los Apóstoles (20, 7): “En el primer día de la
semana, estando reunidos para la fracción del Pan (esto es, la
Eucaristía)…”.
• En
Apocalipsis (1, 10), San Juan dice: “En el día del Señor
(domingo), fui movido por el Espíritu…”.
• En
1 Cor 16, 2, San Pablo Apóstol confirma que la colecta cultual se hacía “en
el primer día de la semana” (domingo).
Se
trata de una cuestión tan elemental, que también la
iglesia ortodoxa y las protestantes históricas (más antiguas) guardan
igualmente el Día del Señor, – o Domingo santificado, – y no el Sábado.
Además del
testimonio bíblico, el libro apócrifo Epístola de Bernabé (datado en
el año 74), que es uno de los documentos más antiguos de la Iglesia,
– habiendo sido redactado antes incluso del Libro del Apocalipsis,
atestigua: “Guardamos el octavo día (domingo) con alegría, el día en
que Jesús se levantó de entre los muertos” (15, 6-8).
San Ignacio
de Antioquía (107), mártir en el Coliseo de Roma y obispo de la
Iglesia primitiva, lo dice claramente:
“Los
que vivían según el orden antiguo de las cosas se volvieron a una nueva
esperanza, ya no observando el sábado, sino el Día del Señor, en el cual
nuestra vida fue bendecida, por Él y por su muerte” (A los Magnesios 9, 1)
S.
Justino (165) mártir dice lo mismo:
“Nos
reunimos el ‘día del Sol’, porque es el primer día después del Sábado
de los judíos, pero también el primer día en que Dios, sacando la
materia de las tinieblas, creó el mundo y, en este mismo día, Jesucristo,
nuestro Salvador, resucitó de entre los muertos” (Apología 1, 67)
También
San Jerónimo (420), Confesor y doctor de la Iglesia,
atestigua la praxis sempiterna de la Iglesia:
“El Día
del Señor, el Día de la Resurrección, el Día de los Cristianos, es
nuestro día. Por eso se llama Día del Señor: fue en ese día cuando
el Señor subió victorioso junto al Padre. Si los paganos
lo denominan Día del Sol, también nosotros lo confesamos de buen
grado: pues hoy se levantó la Luz del Mundo, hoy apareció el Sol de
Justicia cuyos rayos traen la salvación”. (CCL, 78, 550,52)
Así
que tanto las Sagradas Escrituras como el testimonio de toda la
documentación histórica, juntamente con la sagrada Tradición apostólica
nos muestran que, desde la Resurrección del Señor, la Iglesia siempre
guardó y continua guardando no el Sábado judaico, sino el
Domingo de la Resurrección y del establecimiento de la Nueva y Eterna
Alianza como Día del Señor.
ALETEIA ESPAÑOL