Él irá a jugar al pádel
este domingo por la mañana, o al fútbol, o a dar un paseo si hace bueno. Pero
“que no quiten la misa de la 2, oye”. ¡Genial!
Lo
de la misa por la tele, en TVE 2 (porque hay otras emisoras de televisión, de
radio, webs en internet, que también la dan), lleva días como tema para
cadenas de mensajes, por teléfono, por correo electrónico, por la calle. ¡Qué
pesadez! Lo mejor ha sido una conversación, acalorado él, con un amigo “que no
va a misa los domingos”. Indignado él: “Pero ¿cómo se atreven?”. Perplejo quedó
cuando yo le dije que, como al clásico, se me da un ardite que la quiten.
Entendámonos: Lo que me preocupa es cómo hemos llegado a ser sólo unos seis
millones de personas los que “vamos a misa los domingos” en España. Él irá a
jugar al pádel este domingo por la mañana, o al fútbol, o a dar un paseo si
hace bueno. Pero “que no quiten la misa de la 2, oye”. ¡Genial!
¿Qué
significa el domingo para nosotros? ¿Es el día del Señor… o un día en el que
hay que ver cómo encajar la misa entre los intereses personales y familiares?
La misa tiene una riqueza doctrinal y un valor pedagógico que no podemos dejar
pasar. Dios nos convoca (Dios, no un cualquiera) para, entre otras cosas,
enseñarnos a estar con Él, si somos capaces de acudir como niños en el regazo de
su madre, la Iglesia, que nos muestra el camino hacia el cielo. ¿Suena ñoño?
Que se lo digan a los mártires de Abitinia. Que se lo digan a los que han dado
la vida por defender la celebración de la fe. ¿O es que estamos dispuestos a
despreciar el sacrificio de los mártires?
«Sine
dominico non possumus» («no podemos vivir sin celebrar el día del Señor»),
dijeron estos santos mártires. Abitinia era una ciudad romana situada en el
norte de África, cerca de la actual Túnez, sobre la que el emperador Diocleciano
desencadenó una violenta persecución en el año 303 d.C. Una pequeña comunidad
cristiana de 49 personas, contraviniendo las órdenes, se reunía semanalmente en
casa de uno de ellos para celebrar la Eucaristía dominical.
Así
se refiere a ellos el elogio litúrgico: «En Cartago, ciudad de África,
conmemoración de los santos mártires de Abitinia (Tunicia), que durante la
persecución bajo el emperador Diocleciano, por haberse reunido para celebrar la
eucaristía dominical en contra de lo establecido por la autoridad, fueron
apresados por los magistrados de la colonia y los soldados de guardia.
Conducidos a Cartago e interrogados por el procónsul Anulino, a pesar de los
tormentos confesaron su fe cristiana y la imposibilidad de renunciar a la
celebración del sacrificio del Señor, derramando su sangre en lugares y
momentos distintos».
Ante
la indicación de que podrían quedar libres con tal de no reunirse en el día
fijado, ellos respondieron que la reunión del domingo era parte de sus propias
vidas. Uno de ellos, Félix, respondió en estos términos al procónsul de Roma:
«Un
cristiano no puede existir sin celebrar los misterios del Señor y los misterios
del Señor no se celebran sin la presencia de los cristianos! El cristiano vive
de la celebración de la liturgia… Sábete que cuando oigas el nombre “cristiano”
es uno que se reúne con otros hermanos ante el Señor, y cuando oigas hablar de
“reuniones”, reconoce en ellas el nombre de “cristiano”» (Cf. Acta SS.
Saturnini, Dativi et aliorum plurimorum martyrum in Africa, 7,9,10: PL 8,
707.709-710; D. Ruiz Bueno, Actas de los mártires, BAC, Madrid 1968,
981-984.)
Esto
no va de derechos, sino de amor. Ñoño, ¿no te digo? Ah, y de martirio, es
decir, de dar testimonio. Con humildad. Y con coherencia. Si asistiéramos a
misa algunos millones más, la cosa sería diferente, quizá.
Jaime Noguera
Fuente:
Alfa y Omega