Es indispensable el precioso
don de la humildad, para que sea claro que el perdón es un don gratuito y
sobrenatural de Dios
“Confesar
es prioridad pastoral. Por favor, que no haya esos carteles ‘Se confiesa sólo
los lunes y miércoles a partir de tal hora a tal hora’. Se confiesa cada vez
que te lo piden. Y si te quedas allí rezando, estás con el confesionario
abierto, que es el corazón de Dios abierto”.
Esta
fue la exhortación del Papa Francisco en la audiencia que concedió este viernes
en el Aula Pablo VI del Vaticano a los participantes en el Curso anual sobre el
Foro interno, promovido del 14 al 17 de marzo por la Penitenciaría Apostólica,
en el Palacio de la Cancillería.
Pero,
¿quién es el “buen confesor”? ¿Cómo se convierte en un buen confesor?”. Y
señaló tres aspectos que el buen confesor debe tener:
El
buen confesor es “un amigo verdadero de Jesús el Buen Pastor”, por lo tanto
debe cultivar la oración, tanto aquella personal como aquella para el ejercicio
de la tarea de confesores, y para los fieles que se acercan en busca de la
misericordia de Dios. Que esté “envuelto con la oración” será reflejo creíble
de la misericordia de Dios, y evitará las dificultades y malentendidos que a
veces también se podrían generar en el encuentro sacramental.
Además
es indispensable el precioso don de la humildad, para que sea claro que el
perdón es un don gratuito y sobrenatural de Dios, indicó el Papa.
El
segundo punto es que el buen confesor es “un hombre del Espíritu y del
discernimiento”. Esto porque el discernimiento permite “distinguir”, es decir,
permite “no poner todo en el mismo saco”. “El discernimiento es también
necesario porque, aquellos que se acercan al confesionario, pueden venir de
muchas situaciones diferentes; también pueden tener trastornos espirituales,
cuya naturaleza debe ser sometida a un cuidadoso discernimiento, teniendo en
cuenta todas las circunstancias existenciales, eclesiales, naturales y
sobrenaturales.
“El confesor no hace su propia voluntad y no enseña su propia doctrina. Está llamado a hacer siempre y sólo la voluntad de Dios, en plena comunión con la Iglesia, de la que es ministro, es decir servidor”, indicó.
“A
veces será necesario re-anunciar las más elementales verdades de la fe, el
núcleo incandescente, el kerigma, sin el cual la misma experiencia del amor de
Dios y de su misericordia se quedaría como muda; a veces, se tratará de indicar
los fundamentos de la vida moral, siempre en relación con la verdad, el bien y
la voluntad del Señor”, indicó.
Y
el tercer punto es que el confesionario es un verdadero y propio “lugar de
evangelización”, porque “no hay evangelización más auténtica que el encuentro
con el Dios de la misericordia”.
Sergio Mora
Fuente:
Zenit