La historia de Sor Ángela
Bipendu, mujer, religiosa, médico, quien atiende el ‘grito de ayuda’ de los
refugiados en el mar Mediterráneo
“Yo en ese momento no veo un terrorista. Yo en ese momento no veo un invasor.
En ese instante de dificultad veo una persona humana que tiene necesidad de la
vida. Una persona ante la que me debo arrodillar para ayudar. Por lo
demás, lo que será después yo no lo sé. No sé qué pasará en el corazón de las
personas”. Es la voz del Ángel del Mediterráneo, como ya se
le conoce.
Sor Ángela
Bipendu, 43 años, congoleña, religiosa es médico voluntario de la Soberana
y Militar Orden Hospitalaria de Malta. Ella nos atendió al teléfono desde el
buque “Ubaldo Diciotti” (CP941) de la Marina Italiana que patrulla el mar
Mediterráneo para rescatar a los supervivientes de las chalupas sobrecargadas
en dirección a Europa. Lleva tres meses consecutivos embarcada.
¿Terroristas? “Nosotros
estamos ahí para salvar primero las vidas humanas. No podemos dejar esa
chalupa que está hundiéndose con 140, 150 personas jóvenes. Mujeres, niños que
pueden morir. Antes salvamos las vidas. Como la vida es un derecho para cada
uno de nosotros, luego son ellos los que deciden como comportarse…”.
“Trabajamos
como una cadena humana para atender los brazos extendidos y abiertos de quien
nos pide ayuda”, dice Sor Ángela, quien es religiosa de la
Congregación de las hermanas Discípulas del Redentor en la Comunidad Cristianos
en el Mundo, pertenece a la diócesis de Luiza (R.D. Congo).
Sor Ángela,
tras 25 años de haber tomado los hábitos religiosos, es médico y graduada en la
Universidad de los Estudios de Palermo, Italia. La Congregación la envía
en misión al ‘bel paese’ y termina ayudando a los más necesitados y
desesperados: los prófugos y refugiados que arriesgan sus vida
en el intento de atravesar el Mediterráneo desde el África y el Oriente Medio
en “búsqueda de paz y serenidad, no riquezas”.
Una mujer, un
médico, una religiosa que combina su profesionalidad con su espiritualidad y
vocación. “En primer lugar, yo encuentro a Jesús en estas
personas desesperadas. Lo primero que hago es intentar
tranquilizarlas, aportarles una palabra de consuelo, de ayuda, busco siempre de
hacerlas olvidar de esas 24, 48, 72 horas de navegación. Busco siempre
de estar cerca a ellos, hacerlos cantar a veces, buscar a los que pueden rezar
con nosotros”.
El mar ahora es
su casa y su templo para encontrar a Dios. Su jornada inicia a las 5 de la
mañana. Reza durante una hora. Luego inicia su labor humanitaria. Este es
el cuarto año desde que se embarcó como médico voluntario. Cuando está en
tierra firme trabaja en la unidad de cardiocirugía de un hospital en Palermo.
Ella reza con
los que puede en medio a esa tragedia. No importa sin son personas musulmanas. “¡Sí
rezamos, hay musulmanes que rezan con nosotros! Rezamos juntos. Eso
significa que somos una sola cosa. En ese momento, en esa lancha de la
Guardia Costera, no somos ni judíos, ni cristianos, ni musulmanes, somos una
única cosa. También ellos mismos dicen, en esta situación todos somos una misma
cosa. No somos musulmanes o cristianos. Algo que da mucho gusto. Cada uno reza
en su propio idioma, como quiere. Pero rezamos y agradecemos a Dios por la
salvación”.
¿Cuál es la situación actual de la emergencia?
Hay tantos
desembarcos desde enero hasta hoy. En el último salvamento llevamos a 750
personas, 120 de ellas muy graves de salud al puerto de Vibo Valentia (Calabria,
Italia).
¿Cuáles son las primeras medidas de auxilio que se
toman?
Actuamos con
rapidez para detectar las personas más débiles. Llegan en estado de hipotermia,
de cansancio, de frío, de hambre. Así, intervenimos para prestar las primeros
auxilios.
Ellos viajando
en estas chalupas (embarcaciones pequeñas) que son medios de transporte
muy peligrosos y ocupados hasta el límite; embarcan agua. Hacemos un Triage
(Triaje), método de selección y clasificación de pacientes para detectar
enfermedades infecciosas y verificar quien está sano y comunicar con el
Ministerio (de Salud) y el Puerto de destino.
Desde aquí vemos las imágenes ¿Es verdad que entre
ellos hay muchas mujeres embarazas y niños?
¡Sí, es verdad!
Tantísimas mujeres encintas, niños, menores no acompañados. Por ende, yo estoy
allí a atender a las mujeres, a ver si está encinta, en qué mes, si está ya en
el noveno mes. Entonces se adoptan medidas urgentes. Entre el 30% o 40% son
mujeres y niños.
¿De dónde vienen la mayoría de estas personas?
Del África
subsahariana (países africanos que no limitan con el mar Mediterráneo), luego
de Siria y de Marruecos, Túnez, Libia, la zona del Magreb.
Ahí hay varias historias…
Una reciente es
la de una mujer embarazada, en el noveno mes, que tenía contracciones. Yo tenía
que acompañarla a Lampedusa (Isla de Sicilia) en una lancha patrullera
estábamos a 60 millas de Libia, 120 millas hasta llegar a Italia.
Por lo tanto, a
las 2 de la mañana con la oscuridad, yo he tenido que hacer bajar la señora y
el marido. Mientras estábamos en navegación las contracciones se
acentuaban. Apenas haber llegado a Lampedusa, la señora ha dado a
la luz un niño. Me ha impresionado la dignidad que ha mantenido la
señora en medio a los dolores del parto hasta el final.
Quizá que emoción…
Luego, están
los niños que te dicen una cosa, pero mirando el mar ves en sus ojos el miedo.
Nosotros y los Guardacostas damos juguetes a los niños. Ellos no olvidan
inmediatamente. Nos esforzamos por hacerles olvidar lo que pasan.
El papa Francisco habla de la Globalización de la
indiferencia y ha pedido en varias ocasiones para que quien tiene la autoridad
pueda ayudar a estas personas desesperadas. ¿Usted que está en primera línea
como comenta este llamamiento?
¡Cierto! Siendo
seres humanos, todos estamos llamados a ayudar a otro ser humano. No podemos
ser indiferentes al grito de quien lo necesita. Jesús mismo ha dicho: Amarás
a tu prójimo como a ti mismo. Por lo tanto, ¿quién es mi prójimo? Mi prójimo es
aquel que en ese momento extiende los brazos, pide algo. Eso que busca es la
paz, la serenidad.
Yo no pienso
que todo el que escapa, viene a (Europa) a buscar el bienestar. ¡Basta solo la
paz! Vemos quien muere, quien escapa y busca sólo la paz. El Papa tiene razón.
No debemos jamás ser indiferentes. Abrir nuestras puertas, nuestros corazones
al grito de quien nos pide ayuda.
Parecería obvio y en cambio no lo es… ¿Hasta que punto
están desesperadas estas personas al arriesgar sus vidas junto a las de sus
familias al enfrentar la mar hostil y el pleno invierno europeo?
Buscan la
serenidad. Cuando yo hablo con ellos, les pregunto: ¿Por qué? ¿No ven que es
peligroso? ‘Hermana, nosotros no lo soportamos más. En África tenemos
gobernantes que no piensan en el pueblo abandonado; únicamente piensan en sí
mismos. Nosotros escapamos y vamos donde hay paz’. Esto es lo que me dicen.
Entrando en la
política, hay quien me dice nosotros hemos sido siempre esclavizados por los
grandes poderes. Los recursos se los llevan donde quieren. Nosotros no queremos
vivir así.
El papa Francisco ha pedido que el flotador de una
niña de 4 años muerta en el mar, que le ha regalado un rescatista en medio de
las lágrimas, sea expuesto en la oficina del nuevo dicasterio sobre Desarrollo
Humano. ¿Qué opinión tiene de esa preocupación del Papa por los refugiados y
sus varios llamados para mejorar su situación?
No podemos
olvidar que el papa es una persona como todos nosotros. Quien tiene humanidad,
no puede ver a otro ser humano sufrir. Por eso, es que él combate para hacernos
entender de ayudar a nuestros hermanos.
Él no podrá
quedar indiferente ante esa problemática, es él el motor, el papa es el padre
de nuestra Iglesia. Por ende, si él es indiferente como tantas otras personas,
entonces el sentido de la Iglesia, el sentido de la vida católica, cristiana,
no será más lo que pensamos. En primer lugar es el Papa que nos debe dar ese
ejemplo y nosotros debemos seguirlo.
El apóstol Santiago dice: Muéstrame tu fe sin las
obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras. ¿Cómo interpreta en su vida este
paso del Evangelio?
Yo hago ver lo
que soy, no sólo a través de la profesionalidad, aportando también la humanidad
a estas personas. Pero son ellos que me enriquecen. Yo les doy algo, pero
recibo mucho más de lo que doy yo. En este sentido, interpreto este paso del Evangelio.
¿Cómo trabaja con los socorristas italianos?
Somos una
familia. Hacemos una cadena humana para atender a los brazos abiertos de las
personas que nos piden ayuda. He visto jóvenes lanzarse al mar para acudir a
alguien que se ahoga.
Padres de familia,
voluntarios, que dejan a sus pequeños y vienen a hacer jugar a los niños que
salvamos, como si fueran de ellos. Un trabajo de dedicación, de amor, jamás
visto.
Hombres y
mujeres de la Guarda Costa italiana que están dispuestos a sacrificar sus vidas
para salvar otras. Las grandes olas, la tempestad, el viento fuerte, nada
los detiene. Tantas personas no lo saben. Son personas normales que
corren riesgos para rescatar vidas e incluso cadáveres en el mar abierto. Ellos
me dan alegría. No sé que sentimiento probar: amor, ternura, alegría…
Existen algunos partidos o políticos que ganan
votos explotando el miedo de las personas. ¿Qué opinión les merece?
Yo respondo con
las palabras de san Juan Pablo II: “¡No tengan miedo! ¡Abran – aún más – abran
de par en par las puertas a Cristo!”. No debemos jamás cerrarnos. Somos
personas humanas. Cuándo Jesús vino al Mundo no vino por una determinada
población. Ha venido por todos nosotros. Vino a salvarnos a todos sin
distinción. ¿Por qué nosotros debemos distinguir, quien puede y quien no?
Porque no podemos ayudar a quien tienen necesidad, sin ver de dónde es, por lo
tanto, la autoridad debe ayudar los débiles, quien tiene necesidad. El
inmigrante que toca a la puerta. No se deben cerrar las puertas. Como Jesús
dijo Vengan a mí, todos los que están cansados.
¿Cómo la gente puede ayudarles?
Pueden pedir a
la Orden de Malta lo que se necesita. En estos momentos, necesitamos cobijas,
bolsas plásticas, juguetes, pañales, vestidos. Cualquier cosa es de ayuda….
ARY WALDIR RAMOS DÍAZ
Fuente:
Aleteia